A palpitar con los cartones

83 13 0
                                    

Una extensa fila se forma para entrar a la sala de juego del bingo. Un señor ordena a la gente para que todos puedan ingresar en su debido momento sin empujarse y sin colarse.

Al lado de la puerta de vidrio que separa aquella sala, se encontraba una muchacha observando el lugar detenidamente.

-No se puede quedar aquí parada, debe ir a hacer la cola para entrar.

-¿Pero no puedo entrar un ratito a observar la gente y me voy? Es unos minutos…

-A ver, espere que llamo al jefe de la sala.

Y se dirigió el empleado.

Luego de unos minutos, vino un hombre vestido de traje negro.

-Mirá hoy no podés entrar, pero si venís mañana o el lunes te hago pasar así conoces el lugar.

-Muchas gracias, muy amable, hasta luego.

La muchacha entonces decide ir a hacer la cola para poder entrar a jugar y de esa manera observar el lugar y la gente.

Una vez que entra al lugar, puede ver que la sala es muy amplia, formada por 50 mesas aproximadamente de ochos personas cada una.

El valor de cada cartón cuesta dos pesos y se puede comprar la cantidad que uno quiera, no hay límite en eso, es la persona la que dice basta.

Una encargada del lugar va sacando de a una bolilla por vez y los números que van saliendo del bolillero, los dicen por micrófono y también los marcan en un tablero gigante con luces naranjas.

El primer grito que se oye es cuando se forma la línea, es decir cuando en un cartón se completan todos los números de una línea de forma horizontal.

-¡Línea!-canta una mujer robusta de unos cincuenta años de edad.

En todas las mesas reina el silencio y la muchedumbre fija su vista en sus respectivos cartones para no olvidarse y perderse de los números que hayan salido.

Crónicas por el mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora