Porque todo ocurría sin que él pudiera darse cuenta, una rosa crecía lentamente en sus pulmones. Que con sus raíces envolvía sus venas, que con sus espinas desgarraba su garganta, que con sus pétalos blancos y carmín manchaba sus labios. Mientras de...
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«s i e t e»
«Una tarde de risas y una charla»
Se encontraba caminando por las concurridas calles de Tokio, daba gracias al cielo que su sentido de orientación era lo suficientemente bueno como para no perderse en esa gran ciudad, es más, de tan solo pensarlo un escalofrío recorría su espalda. Al llegar al punto dónde se reuniría con Kenma se relajó, suspiró el ver qué era un parque con pocas personas, dándole pasó a poder respirar de buena manera, inhalando aire fresco para después volver a expulsarlo.
Se sentó en una banca, la cual estaba ubicada debajo de un árbol brindándole mucho aire fresco, el verano estaba en su máximo esplendor, el calor abundaba tanto en Miyagi como en Tokio.
Se le antojaba un helado cremoso de vainilla y fresa.
De tan solo pensarlo se le hacía agua la boca. Era simplemente esquisita la combinación de vainilla con fresa para él, aunque claro, siempre tenía en cuenta que los puntos de vistas así como las opiniones eran diversas en esté mundo, pero siempre lo dirá.
Él es "Team Vainilla"
Esperó a Kenma sentado en esa banca, hasta que diviso a una pequeña niña sentada en los columpios, se le veía desorientada, como si no supiera dónde estaba.
Supo que estaba perdida al ver las lágrimas en sus ojos.
Se acercó a ella a pasó lento, no se veía ni de la edad de su hermana. Le calculaba unos tres o cuatro años.
¿Quién en su sano juicio perdía a una bebé en un parque?
Al llegar a dónde la bebé de cabellos rubios y ojitos marrones no pudo evitarlo.
¡Es tan hermosa!
Se agachó a su altura, la bebé seguía desconcertada mientras las lágrimas bajaban de sus ojos, todo hasta que él habló.
—¡Hola pequeñita! —saludo alegré.
Fue algo inevitable, la bebé sonrió mientras como si de magia se tratase sus lágrimas se detenían.
Para ella fue como ver al sol mismo frente suyo.
La pequeña no dijo nada, solo seguía sonriendo de aquella manera que mataría de ternura a cualquiera.
—¡Hinata!
Ambos voltearon al escuchar su nombre/apellido. La pequeña sonrió alegré mientras un "¡Kenmaaaa!" se emitía de sus labios.
