3. Ben Drowned

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Me estaba tapando con las sábanas mientras les oía discutir. Tengo miedo.

Me estoy quedando sin aire, pero no quiero salir. No puedo. Aún no.

Sus voces se escuchan cada vez más y más lejanas...

-¿Ben?- llamó mi madre.

Diciembre. 2002
Me desperté sobresaltado y al mismo tiempo, agotado.

Estaba en el coche de mamá. 

Ella conducía totalmente concentrada en la carretera pero mirándome desde el retrovisor, preocupada.

Me habría quedado dormido de camino hacia nuestro destino.

-¿Sí?

-Oh... Estabas durmiendo. Perdóname- se disculpó al oír mi voz tan débil- ¿Soñaste bien? Has estado durmiendo durante las dos horas de viaje...

-Como siempre- me encogí de hombros indiferente.
Era evidente que no le iba a contar la pesadilla que había tenido.

Mi madre me sonrió dulcemente y continuó conduciendo, poniendo la radio del coche.

Me puse a mirar por la ventana.
No tenía ganas de seguir durmiendo. 

Vi que ya habíamos llegado a lo que sería nuestra nueva ciudad, así que de todas formas no me habría quedado mucho tiempo para descansar.

Había un gran lago de aguas cristalinas que se veía desde la lejanía, montañas y bosques verdes a más no poder y el aire se respiraba no muy contaminado, sino limpio y fresco.

Era un sitio nuevo, precioso y me encantaba. 

Pero al mismo tiempo me daba mala espina. Esa sensación que todos tenemos cuando algo comienza y va demasiado bien...

Cuando llegamos, mamá aparcó el coche delante de la puerta de nuestro nuevo apartamento.

Salimos, ambos echando una ojeada a nuestro barrio.

Luego desempaquetamos las cosas y subimos al piso.
La entrada estaba llena de polvo y era tan antigua que en cualquier momento parecía que iba a derrumbarse, como todo el edificio.

Mientras subíamos las escaleras, estas crujían con cada paso que dábamos.

Qué desagradable... 

Entramos al piso después de que mi madre estuviese buscando la llave por unos minutos.

Al entrar vimos que era un lugar tan lujoso por dentro como por fuera. 

El papel del emparedado se caía a trozos, la mayoría de luces no funcionaban y era ya de por sí un apartamento interior, es decir, que no tenía mucha iluminación y la atmósfera estaba muy humidificada y fría.

Pero al menos tenía calefacción, agua caliente y gas.
Y para nosotros dos eso tan simple lo convertía en un buen sitio para vivir.

Muchos diréis:

Ben, era un piso que daba asco con solo mirarlo, los vecinos y el conserje parecían que en cualquier momento te iban a apuntar con un rifle, las escaleras generaban un ruido que hacía que quisieras mejor romperte las piernas y quedarte donde estabas a bajar o subir por ellas. Y el edificio y apartamento eran enanos. ¿Qué había de bueno en eso?

Nada. Lo odiaba y me quería ir desde que puse un solo pie.

Pero todo ese sentimiento desapareció cuando averigüé que había una tienda de videojuegos, un videoclub y una filmoteca al lado.
Eso compensaba todo.

Creepypastas: Historias PasadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora