Perdón

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Sergio sabe que no es culpa suya lo que le pasó a su hermano, quiso disuadirlo para que salga, que no muera en ese lugar; sin embargo paso, Andrés murió en la fabrica de la moneda y timbre, todos los noticiero del mundo lo han mostrado y mantuvo luto por un tiempo, asimilando que su hermano no está, ni volverá.

Pero también Sergio sabe que le debe una explicación a alguien, a darle el pésame y decirle que lo siente, pedirle perdón. Y la situación en la que esta le obliga a hacer eso que estaba posponiendo.

—¡ya voy!—gritaron desde el otro lado de la puerta.

El de gafas tenía cierto miedo de saber como encontrar al amigo de su hermano. No sabe que acción tomar. Entonces cuando le abren la puerta nota a un hombre en pijama, completamente demacrado, mirándole sin creer que este ahí.

—Martín.—dice en modo de saludo y ve que el argentino voltea el rostro— ¿puedo?

Martín entra primero y Sergio le sigue, el lugar es un desastre total. Planos de aquí para allá, maquetas de dirigibles, botellas de licor por donde sea e incluso prendas de vestir.

—¿Queréis tomar algo?—pregunta el argentino con tono brusco abriendo el refrigerador, sacando una botella de leche.

—No...

Sergio siente lastima, siente que ha destruido a una persona, se siente culpable.

Martín lo mira bebiendo un vaso de leche, tiene una mano en la cintura y la mirada endurecida. Quiere descargar su odio contra Sergio.

—Fue un golpe bárbaro. Y me alegra que estés vivo.—dice avanzando al de gafas.

—gracias...

—Claro que las ratas que se quedan escondidas afuera tienen más chance de sobrevivir ¿no?

Sergio asiente, comprende el dolor del argentino.

—Yo fui el más expuesto de todo el atraco.

—No, a mí con esa mierda, no.—detiene Martín la excusa de Sergio— El más expuesto es el que le pone el pecho a la bala, querido. ¿Cuantos tiros te pegaron a vos?

—no he venido a discutir—dice Sergio.

—Mira, francamente, me importa un bledo a qué carajo viniste. Lo cierto es que después de más de tres años,viniste. Y entonces yo te voy a decir por qué carajo vos no entraste en la Fabrica.

Sergio se siente intimidado cuando Martín avanza a el con ese dolor reflejado en los ojos.

—Porque sos un cobarde. Y porque...

El argentino tuvo que detener su hablar, las lágrimas ya estaban casi a flote y es que dolía recordar a Andrés. Le dolía recordar a aquel hombre con el que compartió tantos años de su vida. Los mejores.

—...para el trabajo sucio, lo tenias a él. A tu hermano.

—En un golpe así siempre hay contingencias.

—¿contingencias? Voy a ser muy claro. Vos no entraste y se murió un tercio de tu banda, hijo de puta.—Martín avanzo a un mas a Sergio casi hasta su rostro— Se murió un tercio de tu banda y no hiciste nada, la concha de tu madre.

Cuando Martín dice tanta palabrotas juntas es porque esta molesto y Sergio lo sabe. Sabe ese dato por Andrés.

—Lo siento tanto como tú...

Y lo perdió, Martín tiro el vaso de leche contra la pared y retrocedió tirando todos los papeles del escritorio, estaba devastado .

—¿Que carajo sentís, cocho? ¿ Que mierda sentís, cocho, hijo de puta?!—grito furioso. —¡A mí, Andrés no se me muere!—se detuvo frente a Sergio colérico. —¡Yo entro y lo saco de los pelos! ¡Hago lo que carajo hace falta! ¡Tengo que volar el edificio a la mierda, lo vuelo a la mierda! Pero a mi no se me muere. Lo dejaste morir.

Sergio seguía en silencio esperando que se tranquilizara, no podía lidiar con un Martin eufórico, furioso.

—¿y con quien carajo crees que estas hablando, con uno de los boluditos de tu banda? Yo te conozco Sergio. Yo se la clase de persona que sos. Él era mi amigo.—avanzo dos pasos al de gafas con las cejas fruncidas y el dolor en el pecho— Era imprescindible para mí. Era mi otra mitad. Mírame a los ojos —pide, el de gafas obedece.— Decidme que no pensaste en eso, que, llegado el momento, él se dejaría matar. Que cuando calculaste tu plan, hijo de puta, decidme que no consideraste la muerte de tu hermano. ¿Mm?

El de gafas tenía las lagrimas por salir y Martín no tenía reparo, quería la verdad, quería un culpable a quien matar.

—Yo no considere la muerte mi hermano, ni una sola vez.

Y fue que Martín no lo soporto, abrazo a Sergio entre llantos y lamentos. Sergio le devolvió el abrazo con fuerza, el argentino necesitaba a alguien en ese momento.

—Era imprescindible para mí...

Sergio llora, porque el dolor de Martín es el suyo. Siente su dolor y sufre con él.

El argentino retoma su puesto, sorbe la nariz y pasa saliva.

—Perdóname, vos no tenes la culpa tampoco, ¿sabes? No fue tu culpa ¿si?

—Si—sergio asiente y pregunta— ¿Como estas?

—Estoy bien— dice con el rostro empapado.

Sergio sabe que no es cierto, por más que luego el argentino haga algunas bromas.

—¿Has estado aquí encerrado todo este tiempo escuchando música?—pregunta el de gafas ligeramente sorprendido

Martín pone una música en el toca disco, una canción que escuchaba en Argentina, en uno de los clubes.

—Pongo la música de mi adolescencia y viajo allá. Al boliche más rasposo de Buenos Aires. —dice mientras hace unos movimientos de baile acercándose al de gafasBailo y me muevo como entonces... cuando no había dolor. Baila conmigo, dale.—dice sonriendo.

Sergio ríe bajito

—Dale, no seas maricón.—dice

Ambos se ríen y bailan. Martín molesta a Sergio un poco y luego sigue.

—¿a que has venido acá?

—a pedirte permiso—pide Sergio con seriedad

Martín se carcajea

— Voy a robar el oro.

Martín vuelve a carcajearse pero más fuerte, mientra sigue caminando de un lado a otro como si marchara

— Te podría decir que es un homenaje a mi hermano pero...la verdad...—el argentino se detiene a ver a Sergio, quiere saber—Necesito hacerlo. Y no lo voy a hacer sin ti.

Martín lo mira, Sergio luce tan serio como Andrés. Sabe que lo dice de verdad y no puede evitar sentir felicidad, emoción y abraza a Sergio con una sonrisa mientras le hace bailar. Martín necesita un reemplazo para Andrés o morirá y Sergio puede serlo.

Solo un observadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora