Gyohwal

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Ese había sido el viaje más corto en la vida de Hoseok, y también el más emocionante considerando que era la primera vez que viajaba por arriba de las nubes. Cualquiera hubiera dicho que la cara del castaño era como la de un niño pequeño, pero no lo pueden culpar, simplemente estaba maravillado con todo lo que vio, allá arriba en el cielo.

Los dos animales alados comenzaron a descender lentamente, alertando a todos los trabajadores y habitantes del palacio que se encontraban en el exterior. Desde el lomo de la criatura, aún a varios metros sobre el suelo, el humano no podía evitar comparar a todos esos hombres y mujeres del palacio con hormigas, que se movía presurosos hacia el interior de su refugio ante la sensación de amenaza.

Finalmente tocaron suelo, siendo Kihyun el primero en bajar del pegaso, siendo seguido de cerca por su esposo. El castaño se sentía un poco atemorizado por las expresiones tan frías y severas de la pareja, pero las entendía completamente porque él se sentía igual de furioso, solo que era su preocupación por Hyungwon la que predominaba en su expresión.

Caminó rápido tras los mayores, sintiéndose pequeño al notar lo imponentes que lucían y como todo mundo parecía intimidado solo con su presencia.

Se abrieron paso por el jardín del –a ojos de Hoseok- gran palacio, sin nadie que se atreviera a detenerlos, es más, un sirviente les abrió la puerta en cuanto los vio acercarse a ella, dejándolos pasar e indicándoles donde estaba su amo.

Ambos avanzaban a paso firme con un temeroso Hoseok a sus espaldas hasta que lograron llegar a la sala principal. Ahí vieron a un hombre un tanto mayor, de piel morena y musculoso que desprendía un aura que incomodaba a Kihyun. Los tres se fijaron en la mano derecha del hombre, que estaba vendada junto en la zona del pulgar.

— Vaya, así que mis vasallos no mentían cuando dijeron que vieron a los dioses bajar del cielo. –dijo con un tono casi bromista mientras se levantaba de su trono para acercarse a ello.

Eso era raro, esa aptitud nada temerosa y hasta despreocupada. Era rara considerando la posición de cada uno, ellos unos dioses con suficiente poder como para destruir ciudades enteras si lo quisieran, él solo un señor feudal.

— ¿Qué los trae por aquí? –preguntó mientras mostraba una sonrisa un tanto extraña, demasiado forzada.

— Sabes perfectamente porqué estamos aquí. –Kihyun no dudó ni un segundo en encarar al hombre y encararlo, sus ojos furiosos y su mueca de molestia harían temblar a cualquiera, pero... ese hombre permanecía sin expresión distinta — ¿Dónde está mi hijo? –cuestionó, casi en un gruñido.

— No tengo ni la más mínima idea de lo que me está hablando. –se desentendió de la situación, elevando el coraje de los padres.

— Estamos aquí porque nuestro hijo fue secuestrado por uno de tus hombres, exigimos que lo liberes de inmediato. –Hyunwoo se acercó imponente, sus dos manos cerradas en puños listos para lo que fuera.

Hoseok se sentía muy inútil dentro de esa conversación. Aunque sus intenciones fueran las mismas que las de los padres de Hyungwon, la diferencia entre él y esa pareja era astral, sin punto de comparación, y eso lo hacía sentir como un completo inútil. Examinó la habitación en la que estaban mientras que la confrontación verbal seguía en pie, analizando las decoraciones, los espacios, las entradas y salidas y, sobre todo, las expresiones y rostros de la servidumbre que ahí se encontraba. Fue entonces cuando lo notó y su mente lo reconoció al instante, aquella cabellera púrpura y esos ojos negros.

— Les repito, mis señores, que su hijo no se encuentra aquí. –hablaba como si les tuviera que explicar algo a unos niños pequeños. — Debe tratarse de un terrible malentendido.

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