El fornido joven caminaba sin prisa alguna por el basto mercado del pueblo, en busca de algunos sencillos víveres. Una botella de vino, unas cuantas frutas y algo de pan era todo lo que se encontraba en su lista, nada muy fabuloso, pero tampoco algo que decepcionara.
Encontró lo que buscaba en el puesto de una amable viejecita, quien le sonrió y le deseó un feliz día luego de que este realizara sus compras.
Caminó en silencio largos minutos más, dando la vuelta por el mercado y viendo la mercancía de los puesteros hasta que calculó que era la hora de volver a su hogar.
Caminó entre las tranquilas calles de esa ciudad hasta llegar a casa, una modesta vivienda de dos pisos en el centro de la ciudad; pequeña, con una cocina y sala genéricos en el primer piso, sencillos sin muchos lujos. Lo que en verdad resaltaba de su hogar era la segunda planta.
Al subir por las escaleras llegó al segundo piso, un espacio de trabajo permanente, estudio y dormitorio juntos, funcionando como uno mismo y sin límites específicos. Las paredes del lugar estaban llenas de hojas de papel con diversidad de dibujos y bocetos, algunos con anotaciones sobre el color, la forma y las medidas y otro con simples garabatos.
En medio de todo ese caos de hojas, colores y dibujos resaltaban tres elementos claves; una simple mesa de madera llena de más material de dibujo, lugar donde colocó sus compras recién adquirida; una butaca de un bonito color turquesa, con el asiento alargado y el reposabrazos alto y un caballete con un lienzo cubierto por una tela.
El joven tomó aire y sonrió entusiasmado en medio del desorden, dispuesto a recoger algunos papeles y a preparar sus materiales de pintura.
Preparó la paleta, los pinceles y los colores, todo ordenado en un banquillo al lado del lienzo. Sirvió dos copas de vino y acomodó la fruta y el pan en un plato, buscando la manera de que esta luciera lo más apetecible que se pudiera.
Ya tenía todo para iniciar su trabajo, o bueno, casi todo, faltaba lo más importante. El modelo.
Como si pudiera leer sus pensamientos, unas traviesas manos cubrieron los ojos del ahora artista. La risita juguetona a sus espaldas era inconfundible, ya sabía perfectamente de quien se trataba, pero aun así seguiría el juego.
— Adivina quién soy. –canturreó a sus espaldas, alargando tiernamente la "o".
— Umm, es difícil de saber, aunque por el tono de voz, pienso que es un pajarito.
— No seas tonto. –Hyungwon golpeó juguetonamente el hombro de Hoseok, riéndose ambos por el juego.
Los dos se miraron sonrientes, sin decir nada, hablando con sus gestos y sintiéndose en su pequeña burbuja. Era la manera en que se decían "te extrañé" antes de abrazarse con fuerza, como si fuera la última y la primera vez que lo hacían.
— ¿Continuamos donde lo dejamos la última vez? –preguntó Hyungwon luego de separarse del abrazo, tomando una fresa del platón de frutas para comenzar a comerla.
— Sí, por favor. –respondió el pintor mientras tomaba sus cosas, observando a Hyungwon tomar posición sobre el sofá y estirar las piernas, apoyado su mandíbula sobre su puño y relajando el rostro.
Hoseok daba suaves pinceladas sobre el lienzo, intentando captar toda la belleza del chico frente a sus ojos en aquella pintura, aunque él mismo sabía que eso era imposible y que los retratos jamás le harían justicia a tan hermoso y etéreo ser.
En cada pincelada que daba iba recordando los momentos que lo habían llevado hasta ese punto en su vida; desde la triste y conmovedora despedida de ambos cuando este regresó al Reino Celestial; pasando por el recuerdo del repentino valor que, en medio de su soledad y tristeza por verse sin Hyungwon, decidió ir y buscar algunos maestros en el arte de la pintura y el dibujo para ensañarles sus obras.
Aún recordaba como más de uno se había quedado maravillado por los paisajes que había dibujado del Reino Celestial, de los cielos de su mundo, pero, sobre todo, de los dibujos de Hyungwon. Porque más de uno había quedado sin aliento al ver los retratos a lápiz.
También vino a su mente el primer cuadro que vendió, para un terrateniente de buena posición y amplios terrenos, quien se mostró feliz y encantado con el cuadro hecho por el joven artista.
Así se mantuvo en una rutina de pintar lo que recordaba, venderlo y luego comprar mejor material con ese dinero. Todo se mantuvo así hasta que Hyungwon regresó, y llenó ese vacío que tanto sentía en su pecho luego de su partida.
Ahí comenzó una nueva rutina para ambos, una donde Hyungwon bajaba a visitarlo tres veces a la semana. Ambos comían, bebían, jugaban y conversaban un rato, luego Hyungwon se acomodaba en alguna pose específica para que Hoseok pudiera pintarlo.
Luego de terminar el cuadro se lo mostraba a Hyungwon y conversaban largo rato más hasta que cayera la puesta de sol y el mayor tuviera que volver a casa. Era así siempre, una despedida y un abrazo y adiós. Era así, aunque ambos supieran que necesitaban más que eso.
— Está listo. –el pintor dejó su material sobre el pequeño banquillo antes de tomar un paño y quitarse el sudor y las manchas de pintura de la cara, sonriendo satisfecho ante su obra.
— ¡Déjame ver! –el modelo se puso de pie tan pronto como escuchó esas palabras, corriendo al lado del menor para contemplar el cuadro. — Wow –dijo con genuino asombro y los ojos brillantes de emoción — En verdad que tus pinturas son hermosas.
— Lo son porque tú eres el que está ahí pintado. –soltó de pronto el castaño, mirando completamente hechizado al chico al lado suyo.
Hyungwon rio nerviosamente, queriendo ocultar su sonrojo con una risa que muy apenas se formó por lo apenado que estaba. No podía dejar de sonreír cada que Hoseok le decía ese tipo de cosas que hacían a su corazón latir de prisa.
— No digas esas cosas. –su sonrisa se ensanchó mientras bajaba la mirada, desviándola del menor,
— Lo digo porque es cierto.
Hyungwon giró su rostro hacia Hoseok, que lo miraba a él y solo a él, completamente perdido en sus ojos y en cada tierno gesto que hacia el menor. Esas risas, esos sonrojos, sus ojitos brillando; todo lo hacía perderse más y más en la existencia de aquel bello ser frente a él.
Sin darse cuenta ambos se fueron acercando, sus cuerpos siendo atraídos como imanes. Ambos se miraron fijamente, perdidos en el contrario, ambirándose mutuamente, enajenados, enamorados.
Sus anatomías cada vez más juntas, el calor corporal compartiéndose, el cosquilleo en el estómago intensificándose y las ansias por tocarse incrementando.
Hoseok fue el primero en ceder ante sus deseos, tomando suavemente la cintura del rubio con sus manos, palpando con sus dedos la cálida zona. Hyungwon reaccionó ante el tacto encogiendo su cuerpo y llevando sus manos hacia el pecho del castaño, donde pudo sentir perfectamente los latidos acelerados de su corazón.
La vista viajó de los ojos a la boca y de regreso. Los cuerpos tan cerca que parecían fundirse y el calor tan agradable de esa cercanía, tan reconfortante y abrigador.
Acercaron sus rostros, cerraron sus ojos de poco en poco y finalmente sucedió, el beso que ambos habían esperado por lo que parecían ser siglos completos.
La satisfactoria de la piel con la piel que les causaba escalofríos, el agradable calor que emanaba del acto, el rítmico movimiento, las ganas de permanecer así por siempre, el dulce sabor de las frutas y el vino consumidos hace poco. Todo eso se juntaba para que ambos amantes tuvieran el deseo de más, de nunca separarse.
Porque en ese momento, en ese momento donde ambos se sostenían como si fueran a caer en cualquier instante, en ese momento donde sus cuerpos parecían rebosar de gusto, en ese preciso momento no había nada más.
No había ni Tierra ni Reino Celestial, no había dioses ni humanos. Tan solo eran ellos dos en su burbuja, ellos dos en el pequeño universo que habían nacido en el instante en que juntaron sus labios y descubrieron que encajaban perfectamente. Tan solo ellos dos, juntos.
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Etéreo
RomanceHyungwon es hijo de los dioses Kihyun y Hyunwoo, y tiene la habilidad de convertirse en animal. Hoseok es un simple cazador que un día en el bosque se encuentra con un majestuoso cisne. 🌹 Segunda parte de Celestial 🌹 Contenido homosexual 🌹 2won p...