ATARAXIA

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Lleva dos horas en el trabajo, en ese tiempo calcula que habrá mirado el reloj unas 50 veces, el tiempo parece que no pasa, las agujas parecen congeladas y ella no puede aguantar ni medio segundo más sentada en ese sillón rodeada de informes y pasando consulta.

Entre que no ha descansado lo suficiente, se ha despertado varías veces en las escasas 3 horas que se podía permitir dormir y que se está empezando a preocupar por Bruno, el día no podía ir a peor.

Pero sí, sí que puede ir a peor, llaman a la puerta y abren sin ni siquiera esperar a que ella le de paso.

Aitana pone su sonrisa más falsa, se imaginaba quién podía ser.

— Adelante Vicent, entra.— Éste hace lo que le dice y sin pedirle permiso se sienta en uno de los sillones delante de su mesa.

— Buenas, he visto esta mañana cuando has llegado que no tenías muy buena cara, así que vengo a invitarte a un café.

En otras circunstancias Aitana hubiese aceptado encantada, Vicent le parece una persona encantadora y siempre está pendiente de que no le falte de nada en las horas de trabajo y para que mentir, en las horas libres también.

Fue por eso por lo que tuvo una bronca increíble con Bruno hace un par de semanas, cuando estuvieron con los compañeros de planta celebrando el cumpleaños de uno de ellos en un reservado, Vicent desde que llegó al hospital no hace más de un mes se mostró muy amable con ella, ella nunca noto que tuviese intenciones de nada más que una relación de amistad y compañerismo, pero esa noche estaba más pesado de lo normal, no paraba de insistirle en salir a bailar a la pista, ella no quería estaba muy agusto hablando con los demás.

No paraba de insistirle y por no llevarse la etiqueta de "la sosa" bailó con él, a cada canción se pegaba más, hubo un momento en el que creyó sentir su mano posada en la parte baja de su cintura, muy muy baja, pero no le dio importancia.

De un momento a otro sintió sus labios impactar sobre los suyos, no le dio tiempo a reaccionar , la mano de Bruno había sido más rápida.

Cuatro puntos en la mandíbula, así había acabado la noche, así y con Bruno durmiendo en el sofá de su casa después de gritarse y tirarse los trastos a la cabeza. Aitana está convencida que todos los vecinos del bloque se enteraron de la pelea.

— Muchas gracias Vicent, pero estoy bien, ya he desayunado en casa antes de venir. — Le sonríe ésta vez de verdad, pero no le apetece compartir nada que no sea trabajo con él, ya conoce sus intenciones y no va a permitir que un desliz acabe con su noviazgo con Bruno.

No le da tiempo a despedirlo cuando su teléfono empieza a sonar, es Bruno, al fin, que alivio, la sonrisa vuelve a su rostro.
El chico se da cuenta de que sobra en esas cuatro paredes y se despide en voz baja, cerrando sin hacer ruido.

— Lo siento cariño, era muy tarde ahí cuando llegue y no quise molestarte, estarías dormida.

— ¿Que tal el viaje? ¿Hace frío? Por cierto me quede con tu sudadera negra. — Hace un gesto de culpabilidad como si Bruno pudiese verla a través del teléfono.

— El viaje bien, un poco largo, ahora mismo hace un sol que flipas, ojalá estuvieses aquí, te echo tanto de menos...— Aitana puede jurar que lo está viendo poner morritos.— Podrías pillarte unos días por asuntos personales y venir.

— Claro, tú lo flipas. Oye tengo que dejarte, hay pacientes esperando, luego hablamos ¿vale? Te quiero.

— Vale mi vida, te quiero muchísimo.

Inesperada casualidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora