Guillermo no tenía ni la más mínima idea de por qué estaba tan molesto. Irritado, quizás algo celoso. Era ciertamente incomodo notar como más de una muchacha le hacía ojitos bonitos a su pareja mientras caminaban tranquilamente, con Cloe, por un parque que quedaba a solo unas cinco cuadras de casa. No eran celos, absolutamente no. Él no era celoso, o al menos siempre había intentado no demostrarlo demasiado. Aunque esta vez la molestia le estaba ganando.
En un momento de rabia incluso llegó a mirar a una de esas chicas como sí le deseara la muerte. Y realmente, si las miradas mataran ella ya no estaría con vida. Cinco metros bajo tierra, así la deseaba Willy. Estaba tan concentrado en lo que le rodeaba que ni atención le prestaba al pobre Samuel que hablaba como si de una lora parlanchina se tratara. Seguramente hablaba por segunda vez en el día de aquella loca película que se había quedado viendo en el computador después de haber dormido a la menor, después de tanto esfuerzo, la noche anterior. Ah sí, cómo no recordarlo.
— Chiqui, ¿me estas escuchando? —preguntó Samuel, haciendo al menor apartar la mirada de una castaña coqueta que había osado mirar demasiado de quien caminaba a su lado.
— Perfectamente —aseguró fingiendo inocencia, sonriendo de una forma que ni él creía verdadera. Samuel rodo los ojos, acomodando a Cloe en sus brazos— Que sí, que te estoy escuchando...
— No tienes ni la más mínima idea de lo que estaba hablando, Willy —hablo tras un suspiro, desanimado. Esta era una de esas cosas que tanto le molestaba de Guillermo; la falta de atención.
— Perdona... —aunque, al mismo tiempo, le ira imposible enojarse con esa carita bonita de niño inocente que usaba cuando intentaba estar molesto. El mayor simplemente suspiro.
En un acto de simple cariño, y celos, Guillermo tomo la mano del mayor con la suya para seguir su camino así. La pequeña niña iba sentada en el brazo de su otra mano, semirecostada observando lo que sería el camino que acababan de pisar. Willy tenía que admitir que de alguna u otra manera esto se le hacía demasiado bonito. Y no era por el hecho de que las mujeres ya no se concentraban en su pareja como antes, era ese recelo que sentía de algunas.
Pero mientras el menor iba con sus pensamientos egoístas, Samuel se encontraba más que feliz pensando. Se preguntaba si acaso lucían como una familia bonita, como si Cloe fuera su hija, como si ellos en verdad pudieran ser padres. Pensamientos algo masoquistas, ciertamente. Comenzando con que ellos ni siquiera podían adoptar, y terminando con que a Guillermo no le interesaba la idea de tener una familia ahora. Quizás estas eran las desventajas de su diferencia de edades. A sus veinte y punta de años —porque no quería hablar de su edad— ya tenía el deseo de formar una familia mientras el menor seguía feliz por la vida con sus cosas aparte.
— ¿Iremos a comer algo por acá? —preguntó Samuel mientras miraba al menor de reojo, notando nuevamente como este se encontraba distraído— ¡Guille!
— ¡Sí!
12:30 pm.
Tal y como lo habían discutido una hora antes, estaban en un restaurante cercano a casa para la hora del almuerzo. Sería la primera vez que saldrían con Cloe a comer fuera; a comer principalmente. Esa era la principal razón por la cual ninguno de los dos había hecho un pedido hasta el momento. Mientras Samuel entretenía a la niña, Guille se encontraba enviándole mensajes a Lana como si su vida dependiera de ello. Al final, después de tanto insistir, la rubia no le contesto ni uno solo. Terminaron optando por sus comidas típicas, más una sopa de pastas a recomendación de una agradable mesera que les notó más que desesperados por la niña.
— Es difícil tener un hijo.
Las palabras de la pelirroja no habían dejado de sonar ni un solo segundo por la cabeza de Samuel mientras repasaba una y otra vez el crayón por el lugar de siempre. Estaba de más destacar que la misma chica había traído una hoja y unos crayones para la pequeña. Miles de bendiciones a esa chica, pensó Guillermo. Mientras la pequeñita rayaba la hoja con una sonrisa, Samuel intentaba seguir el margen del dibujo en ella como para no tocar ningún tema con Willy. No quería hablar; de alguna manera de resultaba incomodo después del comentario de la muchacha. Cuantas veces ya no habían hablado de cosas así y el mayor seguía matándose la cabeza. Guillermo Díaz no quería una familia en esos momentos, fin de asunto.
— ¿En qué piensas? —se atrevió a preguntar Guillermo al notar el estado del mayor, dejando el celular a un lado para prestarle atención.
Ah, ahora cuando no quería atención si se la daba.
— En nada, solo coloreo —respondió. En contados segundo escuchó la risa de su pareja, y al observarlo le encontró nuevamente en el celular. Al menos se había librado del tema.
Misión número dos; Situaciones desesperadas.
Con la comida ya en la mesa se libró una conversación normal, sin problemas. Temas simples, cosas sin sentido e incluso un par de risas siempre que la pequeña se rehusaba a comer algo que Samuel le ofrecía. Sin duda alguna la chiquilla no estaba lejos de ser igual a sus dos padres, y eso llegaba a pensarlo Guillermo por el comportamiento caprichoso de la misma. Es decir, era igual o peor que Lanita. En un momento de descuido, bastante torpe por cierto, la niña había logrado darle vuelta al bol de sopa logrando ensuciar casi toda la mesa. Pero más que la mesa, la camisa del mayor de los dos muchachos que le cuidaban.
— ¡Tío...! —pero antes de que Samuel pudiera terminar su frase, se reprendió mentalmente. Con una niña presente las groserías no estaban permitidas.
— Ya, fue un accidente —como si ahora un cambió de roles hubiera ocurrido Guille corrió a limpiar a la pequeña que reía divertida; con ojitos pequeños.
— Iré a limpiarme al baño —informó Samuel con cara de pocos amigos, notablemente molesto. Y es que, si algo odiaba él, era estar desarreglado o similares.
— Ve, gruñón.
Así fue como el mayor de los dos abandonó la mesa en una risa. Un accidente, después de todo eso había sido. No tenía ni el más mínimo derecho de molestarse por una tontería como tal. Solo iría al baño, limpiaría un poco su camisa y ya.
En solo unos minutos, el cumplir tal orden fue sumamente sencillo. Y aunque su camisa no estaba del todo limpia, al menos no conservaba el olor de la sopa de pastas. Solo seis minutos había tomado Samuel para ir al baño y arreglarse. Ni un minuto más, ni uno menos. Cuando cruzó la puerta de salida, se encamino nuevamente a la mesa donde estaba su pareja y la hija de sus dos mejores amigos. Entonces notó algo que simplemente acabó con él internamente, en el buen sentido.
No era más que la hermosa sonrisa de su novio mientras le hacía caritas a la pequeña niña, y esta última reía divertida estirando sus pequeñas manitas para tomar la cara del chico en sus manos. Algo así era sumamente adorable. Qué sumamente, jodidamente adorable. Ni siquiera tenía una cualidad para describirlo, no tenía nada. Tenía ternura, y un par de mariposas en el estomago que le recordaban porqué estaba enamorado del joven chico.
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Es cortito, lo sé. Pero el año que viene habrá más y más, ¡quizás hasta pase de los cinco capítulos! Todo eso depende de qué tanto os guste ;;. Espero que hayan disfrutado la lectura... y ojalá no los haya decepcionado. Os quiero mucho, un besote.<3 #MenosLikesMásComentarios
