3: El primo

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Despierto a medianoche con la frente empapada de sudor y el corazón acelerado. Me siento en la cama y respiro con dificultad. Trato de calmarme, pero las imágenes del sueño que acabo de tener, me lo impiden.

Soñé con Alan, el primo de Diego y David. Lo conocí cuando yo tenía 15 años. Él se hospedó en la mansión Ross por algunos meses debido a un programa de intercambio. Estar con él era diferente a estar con cualquier otro miembro de esa familia. No me veía obligada a hablarle si no quería, ni a sonreírle, ni a cocinarle. La primera vez que hablamos, él me preguntó si sabía donde se encontraba su habitación, debido a que la casa es muy grande, me sonrío y fue amable, pero más importante aún, no me miró con perversión. Desde que llegué a este lugar, hace 7 años, noté como Diego observaba mis senos y mis nalgas al estar cerca de él, y esa actitud aumentó cuando mis atributos de mujer comenzaron a crecer. Algunos días, él acariciaba mi cuerpo sobre la ropa, lo cual me incomodaba demasiado, pero yo no podía decir nada, pues no quería que la Sra. Ross me golpeara. David, por otro lado, no me miraba de esa manera, pero igual me repugnaba su presencia por ser el hermano de Diego, además, cuando llegó Jasmine aquí, supe que su destino era el mismo que el mío, solo que con David. Por lo que, para mí, Alan era el primer hombre decente que había conocido, el primero que no me veía como una persona inferior a él, sino como una que estaba a su misma altura.

Una noche él me pidió que fuera a su cuarto, yo pensé que quería manosearme, pero en realidad sólo me pidió que juzgara sus escrituras, pues Alan era un intelectual de la literatura, y cuando volvió a Estados Unidos, comenzó a estudiar la carrera para ser escritor. Mi opinión era mediocre, yo apenas había terminado la educación básica en el orfanato, pero a él le importaba, y por primera vez, pude tener una conversación que no girara entorno a la otra persona, podía expresar lo que sentía y lo que pensaba, incluso si no concordaba con él. El hecho de que Alan me escuchara me hacía sentir libre, y leer sus escritos me hacía sentir apasionada. Él compartía esa pasión conmigo, pero por escribir, así que nuestras conversaciones fluían como agua en un río. Con el paso de las semanas, nuestros encuentros eran más frecuentes. Al principio solo nos dedicábamos a leer, pero en ocasiones también a conocernos, con él no pretendía, sino que realmente era yo. Después de algunos meses, descubrimos que nos habíamos enamorado, pero él no podía quedarse aquí, no podía rescatarme. Sabíamos que pronto se tendría que ir, y yo cegada por el amor, decidí regalarle lo único que una chica como yo, sin dinero, ni posesiones, podría regalar: mi virginidad.

En realidad fue una noche muy hermosa, él me besó apasionadamente y me tocó con cariño, siempre me preguntó si estaba bien, y no me forzó a hacer nada que no quisiera. Cuando introdujo su miembro dolió, pero llegué a disfrutarlo, porque compartí un momento tan íntimo con una persona que amaba.

Pensé que nunca me llegaría a arrepentir de tener esa bella experiencia con esa persona, pero estaba equivocada. Cuando él se fue, me partió el alma, lloré toda la noche, porque sabía que nuestra relación solo había sido una fantasía. Sabía que en unos años me tendría que casar con Diego, y ser su esposa por el resto de mi vida. Lo peor es que, cuando procreáramos, estaríamos oficialmente unidos por un lazo de sangre, y yo no me atrevería a dejarlo, porque no querría alejarme de mis hijos, por lo que estaría atrapada con él, el resto de mi vida. En ese entonces yo era una pobre chica con el corazón roto, y pensaba que eso era lo peor que podría pasarme, pero estaba equivocada, eso no es lo peor que podría pasarme, finalmente ese es mi destino.

Lo peor que podría pasarme, en realidad, es que después de casarnos, por la noche, cuando intentemos tener relaciones, él se de cuenta de que no soy virgen. La Sra. Ross, me ha dejado bien claro, que la pureza de mi vientre, es lo más importante de mi existencia ahí, porque mi cuerpo debe pertenecer completamente a su hijo, ningún hombre más que él puede estar dentro de mí. Así que dentro de dos días, cuando él introduzca su miembro, y mi vagina no sangre, mi vida estará acabada. Le tengo demasiado miedo a esa familia, y no tengo idea de lo que serían capaces de hacer conmigo. Es por eso que tengo tanto miedo.

Cada día es más difícil disimular, y la ansiedad se apodera de mi cuerpo cada vez que puede. Podría escapar pero a dónde iría, qué haría. Soy huérfana, no tengo amigos ni familia. Tampoco terminé mi educación, no podría ir a la universidad. Además, no podría dejar a Jasmine sola aquí, yo le enseño a evitar los castigos, sin mí, ella sufriría mucho. Cuando conocí a Alan, Jasmine no había llegado aquí todavía. De haber estado ella en mi vida, no habría tomado esa estúpida decisión, porque ahora esa decisión podría alejarme de ella. No me importa si tengo que casarme con ese idiota, mientras pueda estar ahí para protegerla.

La Novia HuérfanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora