Luna de Tinieblas |DEPREDADORES #2|

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Es más de medianoche. Es la hora perfecta, según los cuentos de hadas, para que todas las criaturas mágicas salgan de sus hogares en el interior de la ciudad y cacen, socialicen, practiquen y se diviertan. Es la hora en la que la noche cubre con un manto oscuro sus huellas mágicas y pueden ser plenamente ellos sin temor a los humanos. Por desgracia, está claro que los cuentos no previeron este tipo de sociedad, cuyos ojos siempre están atentos, tanto por el día como por la noche.

No obstante, aunque hubieran tenido la oportunidad de correr bajo la Luna por las calles de la ciudad, no son esos los planes de la manada de esta historia. Todos sus miembros se encuentran en el refugio: algunos en el interior de sus cabañas y otros dando vueltas por el territorio. La patrulla nocturna controla el perímetro por si alguien decidiera tratar de darles alguna sorpresa no muy agradable. Por esta noche ya han tenido suficiente.

Cetria se encuentra en su cabaña, concretamente en la sala que tiene habilitada como médica. Tanto aquí como en su apartamento dispone siempre del material necesario para poder controlar una situación en caso de emergencia. Por eso mismo, Ilion, el beta de la manada, se encuentra tumbado en una camilla con varios cables sobre su cuerpo que conectan con un monitor de última tecnología: gentileza del fondo económico de la manada. Se preocupan por los suyos. Por eso mismo Damián se puso en contacto hace unos años con los pocos médicos cambiaformas que existen en el mundo, con el fin de que Cetria pudiera aprender de ellos. Uno incluso aceptó la invitación de ocupar uno de los apartamentos libres de la manada en la ciudad para enseñar a la joven de forma más práctica.

—No hago ninguna falta aquí —Katia se vuelve hacia Damián—. Me marcho a mi casa. Allí podré seguir trabajando para conseguir un antídoto que saque ese maldito veneno de su cuerpo.

Damián sabe que ella se está culpando por lo que ha pasado. Después de todo, ella fue quien descubrió la toxina y quien trabajó en ella. Y sabe que tendrá que hablar con la loba al respecto para que entienda que el estado de Ilion no recae sobre sus hombros. Por el momento, coloca una mano en su cuello a modo de consuelo.

—Tristán irá allí en breves —Katia se dispone a abrir la boca para discutir eso, pero Damián se le adelanta—. No pienso hacerte otra oferta mejor. Mandaría a Ilion, pero las circunstancias no lo permiten. Además, creo que tener a un miembro de la manada en tu casa no es algo que te apetezca en estos instantes. Es nuestra mejor opción.

De base, Katia no acepta a extraños en su hogar. Ni siquiera Damián ha tenido el placer de hacerle alguna visita porque sabe lo mucho que le cuesta. Igual que sabe que tendrá que enfrentarse a ello tarde o temprano. Que sea tan introvertida para algunas cosas la convierte en un miembro misterioso e inestable de la manada. Y eso a Damián le causa dolor. Ni siquiera su hermana Cetria había podido sobrepasar los muros que había erigido en torno a su persona. Y comienza a tener serias dudas de que alguien lo haga.

—¿Y crees que un zorro podrá ayudarme en caso de que envíen a un equipo a silenciarme? —alza una de sus perfectas cejas negras.

—Katia Hills —sonríe—, ¿estás menospreciando a un cambiante?

Eso no es nada normal en ella. Por lo general, Katia acepta a todas las especies transformistas por igual.

—Solo digo que sé defenderme sola y que quizás ese cachorro acabe de mala manera conviviendo conmigo —su expresión es seria, pero Damián puede atisbar un toque de diversión en su voz—. ¿Cuánto tiempo tiene que quedarse?

—Eso depende —Damián se cruza de brazos y esboza una ladina sonrisa—. ¿Cuánto tardarás en crear el antídoto?

Un gruñido sale de la boca humana de Katia, lo que hace reír a Damián. Siempre fue una loba feroz, incluso cuando eran pequeños. Su hermana Cetria, por el contrario, era radiante como el sol, transmitía felicidad pura. Katia sigue transmitiendo, a día de hoy, lo mismo: letalidad y seguridad.