Advertencia: Antes de que comiences a leer, me gustaría recordarte que lo que vas a leer no es acto para todo público, contiene actos +18. Recomiendo discreción. Si no eres mayor o eres sensible, está bajo tu responsabilidad el leer esta narración.
"La gente tiene muchos gustos, y da la casualidad que a mí me gustan los cadáveres".
—Anónimo
El frío se siente presente en este lugar, eso sin mencionar el curioso aroma que lo identifica. La luz tenue de las bombillas a penas es visible, ¿por qué las morgues son tan oscuras? No puedo evitar sentir un ligero escalofrío al estar aquí.
—Este es el último, al parecer. —Me informa el doctor forense a mi lado. Un hombre como de cincuenta, cabello muy canoso, ni se distingue si alguna vez fue negro, lentes de lectura y una larga bata blanca como la que llevo puesta.
—Es trágica la forma en como éstas personas han muerto. —Digo con algo de pena.
—No te sientas mal por eso, Thomas. Son cosas que pasan. Recoge tus cosas ya debemos irnos a casa.
—Si. —Obedezco y busco mis pertenencias.
El ligero sonido de las puertas abriéndose me alarma y de inmediato giro a ver de quién se trata. Permanecer mucho en este lugar me pone muy nervioso, suelo pensar que cualquiera de estos cadáveres puede levantarse e intentar morderme, es algo estúpido lo sé, creo que debería dejar de ver tantas películas de zombies.
Suspiro aliviado al ver quién es. Es un compañero de trabajo quien trae consigo una camilla con un cuerpo cubierto por una sábana blanca.
—Aquí les dejo este, fue el último que se encontró. No tiene casi heridas, solo unos leves golpes. En resumen su cuerpo está perfecto. —Informa para después dejar la camilla ahí y marcharse.
Yo que pensaba que ya me iría. Que triste, me perderé mi programa favorito pero bueno, trabajo es trabajo. Además, si el cuerpo no está tan lastimado como dijo mi compañero, no tardaremos mucho aquí con él.
—Bueno, parece que aún no. —La voz del doctor me saca de mis pensamientos —No podré llegar a casa para cenar, le informaré a mi esposa. Si quieres, puedes irte tú, yo me quedaré y me encargaré de este.
Agradecido con el de arriba por esas palabras, pero... no puedo hacerlo, no sería justo para él que yo lo dejara aquí solo. Se supone que estamos trabajando no haciendo favores.
—Lo siento, Doctor, pero no puedo dejarlo. Es más, si quiere puede irse usted, yo me encargo.
Él ríe —No seas tonto niño, vete a casa. Ya es muy tarde. —Volvió a ofrecerme, pero yo vuelvo a negarme.
—Doctor, usted tiene una esposa que lo está esperando en casa para cenar. Yo por otro lado, solo me espera un departamento vacío en el que yo soy quien va a preparar la cena. Usted puede irse tranquilo, yo me encargo de este último.
—Pero...
—Nada de peros, ya podrá compensarlo después.
—Gracias. —Camina, coge sus cosas y cruza la puerta.
Y ahora... soy yo quien está solo en este lugar. Es sombrío, pero si hago esto rápido podré irme sin problemas. Camino a una mesa metálica en la que están mis utensilios, me coloco mis guantes y mi tapaboca y camino hasta la camilla. Procedo a quitar la sábana del cuerpo.
Es una chica rubia, es muy joven, debe tener unos veintitrés años o algo, se compara casi a mi edad. Pero, ¿Es eso lo que importa? Dios que cuerpo, es una pena que haya muerto, tiene unos pechos muy grandes.
Tomo la pequeña linterna y examino sus ojos, en realidad no hay mucho que revisar, todo está bien, pero aun así debo entregar un informe del cuerpo completo.
Luego de un rato termino de examinar el cuerpo y no puedo evitar de ver los grandes senos. Muerdo mi labio inferior observando muy fijamente los bultos sobresalientes de su pecho. Por un momento pensé en que pasaría si...
No hay que pensarlo, hay que hacerlo, después de todo estoy solo.
Camino de forma rápida pero muy silenciosa hasta la puerta y reviso para ver que no venga nadie. Después de confirmar mi absoluta soledad, cierra la puerta. Volteo a ver el alrededor y no veo nada que se le haya olvidado al doctor, así que estaré solo por un largo tiempo.
Perfecto
Camino de nuevo hasta donde está la chica. Quito ferozmente la sábana para tirarla al suelo y veo mejor su figura. No lo sé, pero la palidez en su piel, la hacía más atractiva.
Me quito ambos guantes y toco suavemente su piel, comienzo con un simple roce por sus brazos. Su piel está fría y suave. Guío ligeramente mi mano por todo su brazo derecho y lo llevo hasta su seno para apretarlo con suavidad.
Agarro su bata y la desabrocho para quitársela por completo. Su cuerpo queda completamente descubierto y puedo ver más detallada su figura altamente femenina, en la que su intimidad queda totalmente expuesta. Coloco mi mano nuevamente en su seno y jugueteo con su pezón. Acerco mi boca al mismo y lo succiono, lamiendo la humedad hecha por mi saliva.
No tengo prisa, así que me daré mi tiempo. Acaricio su pálido rostro sintiendo el frío que emana del mismo. Siento como mi miembro se endurece en mi entrepierna y eso me incita a jugar un poco más con su pezón llevando mi mano al otro para succionarlo igualmente. La humedad en mi boca se vuelve fría y cálida al mismo tiempo, las temperaturas se ligan excitándome haciendo una erección muy notable en mi pantalón.
Me alejo un poco para quitarme la bata y con lentitud remover la hebilla de mi cinturón presionándola contra el mismo para después desabrochar mi pantalón haciendo que mi masculinidad salga firmemente, aún siendo detenido por mi bóxer. Tomo la mano de... no lo sé, el decirle chica desagrada el momento, debo pensar en un nombre.
—Voy a llamarte, Erika.
Tomo su mano y la llevo hasta mi pene y al frío tacto me eriza haciéndome reír un poco. No puedo más, necesito hacerlo. Camino hasta sus piernas para separarlas lo suficiente como hacerme entrada. Me monto sobre la camilla y dirijo mi pene hasta su entrepierna y me introduzco suavemente dentro de ella para conocer mejor el lugar, siento la frialdad de sus paredes vaginales y gimo ante la sensación.
Comienzo a moverme en un movimiento rutinario, adelante y atrás, muy suavemente, para hacer el momento más duradero, aunque debo admitir que tardar tanto me da mucha impaciencia.
Beso sus fríos labios, lamo con desesperación los mismos. Me desespero más, penetrándola con más rapidez. Las patas de la camilla rechinan contra el suelo haciendo un leve eco en el lugar. Gimo por cada envestida que hago contra su vagina. Siento un ligero escalofrío recorrer mi cuerpo pero me retengo un poco más, no quiero terminar tan rápido.
—Te gusta... Erika. —río para mi recordando que así la he nombrado.
Con mis manos jugueteo con los helados pezones y una que otra vez agarro fuerte sus pechos. Entre gemidos, jadeos y palabras sin sentido que salen de mi boca estoy a punto de venirme.
Nunca pensé que la sensación fría en mi pene fuera tan alucinante, ni mucho menos pensar que lo haría de esta manera. El pensar en todo esto me excita aun más. La penetro más fuerte y es cuando...
—¡Thomas!
[...]
Nota de autor: Ustedes qué dicen, ¿debería ir a terapia? XD