Epílogo

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Diez años se habían cumplido desde aquel trascendental día que quedó plasmado en la historia de Corea como uno de los más importantes. Diez años desde que se había terminado aquella pesadilla. Y si bien había quedado sobrevivientes de la familia Black, con el transcurso del tiempo algunos fueron atrapados por los agentes... Y otros simplemente se esfumaron.

Cada aniversario de aquel día Taehyung asistía al cementerio a visitar a una gran amiga que había sido asesinada en esa misma fecha. Se había hecho una tradición para muchos agentes ir todos los 28 de octubre al cementerio a llevarle rosas a Jisoo.

La corporación entera la recordaba como una gran heroína, puesto que gracias a su valentía y atrevimiento Taehyung y Jungkook fueron capaces de ingresar junto a ella a la guarida. Por lo que, gracias a Jisoo, Taehyung tuvo una razón por la cual entrar. En conclusión, todo se lo debían a ella.

Y aquel 28 de octubre, como cada año, el chico de ojos azules marcó presencia en el cementerio, y por primera vez, llevó consigo a su hijo.

─¿Quieres entregarle las flores tú? ─ preguntó Taehyung con dulzura, estando de cuclillas para alcanzar la altura de su pequeño de cinco años.

El niño de resplandecientes ojos marrones asintió despacio con la cabeza, y tomando entre sus manos el bellísimo ramo de rosas, comenzó a acercarse con cuidado hasta depositar las flores sobre la lápida.

Taehyung sonrió, orgulloso de él. Por mucho tiempo le había hablado a su hijo sobre Jisoo y la inmensa relevancia que había tenido en su vida. Por lo que aquel era un momento muy especial para él, y estaba realmente feliz de poder compartirlo con su pequeño.

─¿Y papá YoonGi? ─ preguntó el adorable nene al volver junto a Taehyung, notando la ausencia de una de sus dos personas favoritas en el mundo.

El castaño con su mirada buscó entre el tumulto de gente a su esposo, pero no lo encontró. No parecía haber señales de él por ningún lado. Y Taehyung, ante aquella situación sólo podía suponer una cosa.

─Debe estar con sus padres ─ dijo mirando hacia los alrededores ─. ¿Vamos a buscarlo, ángel?

Y conocía tan bien a su compañero de vida, que había acertado. En el otro extremo del cementerio, YoonGi se encontrada frente a las lápidas de sus progenitores, la cuales estaban juntas, tal y como él lo había querido.

Adoraba ir a visitarlos. A diferencia de Taehyung, él asistía al cementerio bastante seguido con el único y bonito propósito de pasar un rato con sus padres. Siempre se quedaba un largo rato hablándoles sobre su vida, contándole las novedades que había, narrándoles las nuevas aventuras que él vivía. Le gustaba mantenerlos al tanto, y aunque no obtenía respuesta alguna, YoonGi sentía que ellos estaban allí, escuchándolo.

─... Sigo sin creer que ya han pasado diez años. Es increíble como el mundo cambió en una década. ¡Y la revolución sigue! Cada vez veo más gente que se anima a ser diferente sin miedo. ¡Me encanta eso! ─ expresó YoonGi con entusiasmo y alegría, dejando expuesta una enorme sonrisa ─. ¡Oh, y me olvidé de contarles! Me he hecho un nuevo tatuaje, y sí a juego con uno de Taehyung ─ dijo riendo ─. Ya he perdido la cuenta de cuántos tatuajes relacionados nos hicimos. Se los enseñaría, pero debería quitarme el saco y la camisa. Es un ojo, el mío de color azul y el de Taehyung marrón. Técnicamente nos tatuamos el ojo del otro. Hacía mucho queríamos hacerlo, ¡y quedó perfecto!

La sonrisa que llevaba plasmada en el rostro comenzó a deformarse, deshaciéndose por completo. YoonGi suspiró con tristeza, mientras la gélida brisa le otorgaba caricias en la piel. Elevó su mirada al cielo. Nublado y grisáceo. Y sin embargo, podía vislumbrar más allá de las nubes algunos ligeros rayos del sol siendo opacados por estas.

Y de alguna manera, él sintió que aquellos débiles rayos eran sus padres, tratando de darle un poco de brillo y color a su día apagado y triste.

─No tienen idea de cómo los extraño a los dos. Desearía tanto que estuvieran aquí conmigo, que conocieran a Taehyung y a nuestro hijo. Ya sé que ya lo había dicho antes, pero sé que ustedes serían los abuelos más cariñosos del mundo ─ mencionó él con una sonrisa de amargura ─... A veces me imagino cómo sería pasar una navidad junto a ellos y a ustedes, y es que siempre pasamos la navidad con la familia de Taehyung, y no es que me queje, adoro a su familia... pero cuando los veo tan unidos, abrazándose entre todos, no puedo evitar sentirme solo... Los necesito tanto...

Sin darse cuenta, las lágrimas ya habían dejado un recorrido en sus mejillas. Hacía mucho que no lloraba por ellos, pero él sabía que cada tanto estaba bien hacerlo.

─Ya están por venir ─ dijo limpiándose las lágrimas ─, y no quiero que me vean llorando, así que dejaré de imaginarme las miles de situaciones en la que me gustaría que estuviesen conmigo. Y sé que lo están. Lo amo, volveré pronto.

Miró a su alrededor, notando a lo lejos la figura de Taehyung que caminaba de la mano con su pequeño. Sonrió con ternura al ver que el niño se soltó de pronto y corrió hacia él velozmente. Pero su sonrisa volvió a desvanecerse. Su hijo se había tropezado en el camino, cayéndose al suelo. YoonGi y Taehyung corrieron alarmados hasta alcanzarlo.

─Ay, ten más cuidado, pequeño ─ dijo el castaño, levantándolo con cuidado para luego cargarlo entre sus brazos.

Y el niño lloraba como si su vida dependiera de ello.

─¿Cómo está? ¿Se lastimó? ─ fue lo primero que alcanzó a decir YoonGi al llegar a ellos.

El pequeño de ojos marrones apenas escuchó aquella tan conocida voz se estiró en dirección a su otro papá, pretendiendo que este lo cargara. Y tal como lo quiso, lo consiguió. Taehyung se lo pasó a YoonGi, quien lo sostuvo con la mayor delicadeza posible.

─Me d-duele ─ musito su angelito en medio de un sollozo, aferrándose a él.

─Oh, cariño, ¿dónde te duele? ─ preguntó con dulzura YoonGi, preocupado.

─La rodilla ─ informó sorbiéndose los mocos.

Taehyung le señaló a su esposo una banca que había cerca, a la cual no tardaron en ir. YoonGi depositó a su pequeño sobre esta, para después sentarse a un lado de él.

El ojiazul, al contrario, se colocó de cuclillas frente a su niño, y le preguntó cuál era la pierna lastimada. El pequeño le señaló la derecha, y entonces su padre de cabello castaño comenzó a subirle con cuidado la manga del pantalón hasta llegar a la rodilla. Allí no había más que un leve raspón con un poquito de sangre.

─Dime que aún tienes alguna bandita, amor ─ le dijo Taehyung a su hombre.

─Sí, creo que aún me quedan ─ contestó el aludido, buscando en los bolsillos internos de su saco.

Al encontrarla se la tendió a su bonito esposo, el cual luego de agarrarla se dispuso a colocarle la misma sobre la pequeña herida de su hijo. A continuación, depositó con dulzura un pequeño beso sobre la dicha bandita, porque el ojiazul sabía que con amor las heridas sanan más rápido.

YoonGi sonrió, sonrojándose ligeramente, puesto que Taehyung le había enviado una mirada cómplice. Aquella escena los había trasladado a ambos once años en el pasado, llevándolos a revivir esa noche en la que se conocieron. YoonGi se había lastimado la rodilla, y Taehyung, después de curarle, había hecho exactamente lo mismo.

Aún recordaba el modo en el que se había estremecido luego de recibir aquel tierno beso de aquel extremadamente hermoso chico que apenas había conocido. Y darse cuenta de cuánto tiempo había pasado de ello y cuánto habían crecido, le generó nostalgia y orgullos. Sí, estaba orgulloso de saber que su relación perduró a través de los años y de saber que se habían convertido en padres de un maravilloso hijo.

Y estaba seguro de que su relación duraría muchísimo años más, muchísimas décadas más. No titubeaba al decir que su amor duraría tanto como durarían sus vidas. Porque una vez que uno encuentra a aquella persona que lo complementa es demasiado difícil romper la conexión que los une.

No fue por casualidad que el azul se encontrara con el marrón, no fue por casualidad que ambos se enamoraran. Taehyung y YoonGi estaban destinados a serlo. Y sí múltiples asesinos en serie no pudieron separarlos, nada lo hará.

   
fin.

peligro de extinción ━ taegiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora