Mis tatarabuelos, Demetria y Ferreol Harold, eran una de las familias más ricas de aquellos tiempos, y sobre todo más respetada por algunos y temida por otros. Estamos hablando de hace unos dos o tres siglos atrás.
Demetria era morena con ojos amarronados, de contextura media; según las historias, ella era muy cascarrabias y demasiado exigente con sus empleados, cabe aclarar, que, en ese entonces, la esclavitud era muy requerida – por así decirlo –. En cuanto a Ferreol, él era un rubio alemán de ojos celestes intensos, alto y de buen porte. Si su mujer era exigente, Ferreol era mucho peor y además de ser ostentoso con sus cosas, trataba de ser o era el mandamás de todo. Era raro para sus tiempos, que una pareja tenga una notable distinción en su raza, pero a ellos no les importó, sino que impusieron que, en su pueblo, el color de piel no era un impedimento para unir a dos familias, pero si lo era la clase social.
La casa o el terreno fue adquirida cuando tomaron el pueblo y lo hicieron suyo, vaya a saber como lo hicieron, no hay teoría ni mito que lo describa con exactitud. Gracias a eso, su capital ascendió con creces, y pudieron construirla. En ella, tuvieron cinco hijos, Feliciano Ferreol, el primogénito, primer heredero de la mansión y sus hermanos, Gregorio, Hipólito, Jacobo y Nemecio.
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Adjunto foto de la primera generación en vivir en la Mansión Harold.
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