Mis abuelos, Sotero y Clotilde Harold empezaron a vivir en la mansión, diez años más tarde de que mis bisabuelos fallecieran, una vez ya casados y con sus cuatro hijos, Silvia Elena, primera mujer en heredar la casa, Sotero David, Sergio Daniel, y Silvio Damián. Ellos vivieron en los primeros tiempos en la ciudad de Sídney, Australia, donde vivía Clotilde, luego decidieron mudarse, ya que carecían de espacio y el mejor lugar era la gran vivienda que yacía deshabitada.
Sotero era muy apuesto, con una sonrisa muy preciosa y ojos color café, de contextura alta y de buen porte, él era un excelente abogado que defendía con todo lo que tenía el derecho de los trabajadores y sobre todo era un buen marido y padre. Se casó con Clotilde que era la persona más noble y honesta que pude conocer, era la mejor enfermera que cualquiera pudo haber tenido, amada por todos. Ella era de contextura baja, un poco rellenita, de tez trigueña y de ojos verdes.
Se puede decir, que ellos fueron la primera generación de los Harold en ser honestos y buenos con los suyos, los primeros en tratar a sus empleados con respeto. Fueron la segunda familia en gobernar el pueblo, por ende, se ganaron la veneración y el cariño de los ciudadanos. Mi abuelo decidió abrir un hospital, el primer centro médico del lugar, el más conocido hasta hoy en día "El Hospital Harold" e hicieron crecer al pueblo convirtiéndolo en una ciudad irreconocible con muchos lugares turísticos.
Como toda prole siempre había uno que otro conflicto, claramente no era la familia perfecta que todos decían. Llegaron hasta el punto de que uno de los niños, que por cierto eran muy traviesos, se cayera del balcón de la casa, pero para su suerte no le pasó nada – no sé si la palabra "suerte" queda corta –, pero a su padre, a Sotero, se le cruzó por la cabeza la vez que su hermano pequeño había decido quitarse la vida. Según las anécdotas, era exactamente en el mismo lugar y en la misma fecha de la noche de Torcuato. Si bien esa historia quedó estancada, las noches del 16 de octubre iban a ser inolvidables.
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Adjunto foto de la tercera generación en vivir en la Mansión Harold.
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