Esa noche no pude dormir. Se venían continuamente imágenes de mi padre, de mi hermano, también, empecé a recordarme una de las últimas palabras que le había dicho a mi madre: Mamá, si voy a estar con Jace ¿Qué podría salir mal?.
¿Qué podría salir mal?, esa frase; esas malditas palabras no se iban de mi mente.
Y sin dudar empecé a concordar con mi papá sobre ponerse paranoico o ponerse en alerta, sobre esos días, sobre esas semanas catastróficas para los herederos de la Mansión Harold. Desde esa noche, empecé a aceptar que las primeras quincenas de octubre, sea del año que fuere, pasaría algo extraño.
Millones de teorías conspirativas empezaron a rondar por mi cabeza hasta que un estruendoso ruido hizo que me despeje por un instante. Salté agitada y desorientada de la cama, me fijé la hora en mi reloj, eran recién las dos de la mañana.
Me levanté y empecé a llamarle a mi hermano desde mi habitación: Jace Jace, no recibí respuestas algunas; volví a gritar: Jace ¿escuchaste ese ruido?, el silencio se había apoderado nuevamente. Decidí gritar su nombre dos veces más y nada. Comencé a imaginarme cosas horrendas, como la vieja anécdota de la noche de Torcuato, o el día en que uno de los hermanos de mi madre se cayó del balcón, moví mi cabeza de un lado al otro, tratando de sacar esos catastróficos pensamientos. Abrí la puerta de mi cuarto para dirigirme hacia al de Jace, pero de repente, aparece él, parado frente a ella, con su típica cara de bromista, sonriendo de oreja a oreja, como si nada hubiese pasado.
-¿Qué pasa hermanita? – Dijo riéndose a carcajadas.
-Yo yo escu-cu-che – le respondí tartamudeando. – Un ruido y-y-y luego te llamé y no respondiste – estaba absorta pensando en cómo podía él disimular tanto, como podía hacer bromas con todo lo que estaba pasando.
-Ay hermanita era solo yo. Se me cayó algo en mi cuarto y nada más. No te preocupes, está todo bien ¿Sí? Seguí durmiendo.
Antes de darme vuelta y adentrarme nuevamente a mi cuarto, veo que en el fondo de su mirada aparecía algo frío, tenue, algo que él estaría pensando hacer pero que lo ocultaba con su sutil rostro burlesco, pero no le di articulo a esa suposición.
Los pensamientos, nuevamente me empezaron a atormentar haciendo que la noche se haga extensa.
Miré mi reloj, eran las siete de la mañana. Di un vistazo a la ventana, había un clima húmedo con una ligera llovizna.
A las nueve teníamos que ir a hacer el reconocimiento, que claramente, fue mi hermano quien lo hizo, porque yo no podía, no me podía hacer una idea de ver a parte de mi familia muerta.
Mi hermano volvió un poco raro de la morgue, cosa que era entendible porque nadie en esta vida desearía pasar por esta situación.
***
El día fue incómodamente silencioso, ninguno de los dos emitió un sonido, cada uno se fue para su habitación sin decir una sola palabra, solo nos dimos un abrazo y eso fue todo.
La tarde pasó volando. Decidí irme a dormir temprano, y obviamente las pesadillas invadieron mi mente.
Nuevamente me desperté con un ruido extraño, esta vez eran las once de la noche, le llamé a mi hermano: Jace Jace no recibí respuestas algunas. – ustedes pensarán ¿lo vuelve a repetir? Pues sí, es que pasó exactamente lo mismo que en esa madruga solo que lo que más temía se hizo realidad – ante mis ojos estaba él; vi a mi hermano, muerto.
Era una escena tan espantosa y escalofriante que solté un grito ensordecedor y me encerré de un portazo en mi habitación, agarré mi teléfono y marqué a la policía.
Ver a mi hermano así, colgado en lo más alto, frente a mi puerta, con sus ojos apagados, llenos de tristeza, mirando hacia mi dirección. Era como si estuviera viendo a otro Jace, no al que conocía, no se parecía al chico de ojos marrones claros, cabello castaño, de mirada alegre y traviesa y de sonrisa resplandeciente, era exactamente otra persona.
De algo me di cuenta: esa noche recién comenzaba.
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Ajunto foto de Jace Harold, segundo hijo de la cuarta generación.
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