Viviré para hacerte feliz

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Manu
 
Cuando mi hermana  me rodeó la cintura con sus piernas, creí que me corría en ese mismo instante. Su boca buscaba con ansia la mía, como si todo el tiempo que llevábamos jugando con fuego nos hubiera servido de afrodisíaco. Nuestras lenguas luchaban dentro de nuestras bocas mientras los movimientos de las caderas de mi hermana hacían que mi polla se frotara contra su tanga.

-                          No besas nada mal, hermanito…- dijo retirando su boca de la mía y esbozando una preciosa sonrisa.

-                          Llevo años soñando con esto, así me lo he imaginado mil veces hasta que saliera perfecto.

Sandra me hizo rodar sobre su cama para quedar encima de mí; incorporándose para poner las manos sobre mi pecho; comenzó a mover su culo, como si me estuviera follando. Mis manos subieron para agarrar sus tetas por fuera del sujetador.

-                          ¿Quieres verlas?- sonrió mi hermana subida sobre mí.

Esa soberbia suya me había enardecido y, de un fuerte tirón, rompí el sujetador por la parte central, dejando sus tetazas al aire. No eran tan grandes como las de Carmen, pero estaban mucho más tiesas y duras.

-                          ¡Eres un bestia!- me dijo tapándose con las manos como si, de repente, le hubiera dado vergüenza.

Me levanté sobre mis codos y, con suavidad, retiré las manos de sus pechos para comenzar a besarlos con mucho cuidado. Ella gimió profundamente al notar mis labios sobre sus erectos pezones y comenzó a acariciar mi pelo, aferrándome contra su pecho.

-                          Así cariño… Trátame bien.- susurraba sin dejar de frotarse contra mí.- Chupalas, así…Ummm… Por esta noche son tuyas.

Por supuesto que escuché la frase, pero una vez conseguido lo que más quería en este mundo no iba a dejar escaparlo por nada del mundo. Pero ya me ocuparía más tarde, ahora sólo quería disfrutar de una noche maravillosa con mi hermana. Me levanté más aún haciendo que mi hermana cayera de espaldas sobre la cama.

-                          ¡Hey! ¿Qué haces?- dijo ella algo asustada al ver que, de nuevo, yo controlaba la situación.

-                          Déjame jugar un poco a mí, ¿vale?- contesté estando otra vez sobre ella.

Comencé a besar su cuello, bajando hacía sus tetas, mientras mis manos sobaban sus piernas y su culo; quizás presintiendo mis intenciones, mi hermanita levantó su trasero, dejando que mis manos entraran bajo el elástico de su tanguita, para comenzar a bajarlo y sacarlas por sus tobillos. Besé sus pies, haciéndola reír por las cosquillas, y volví a bajar por sus piernas hasta llegar al interior de sus muslos; abrió sus piernas enseñándome el mayor de sus tesoros: un coñito totalmente depilado a excepción de una pequeña línea de vello sobre su monte de Venus.

Bajé de la cama, para ponerme de rodillas a los pies de la cama y arrastrando a mi hermana de las piernas hasta situar su coñito justo al borde… Entonces bajé besando desde el ombligo, hasta que mi lengua entró en contacto con su delicioso coñito.

-                          Ummm, asíiiii. ¡Que bueno!- gimió mi hermana arqueando su espalda y echando la cabeza hacía atrás.

-                          Me lo comería durante horas…- susurré y volví a posar mi lengua buscando su clítoris.

-                          Pues no te cortes, cariño… Es tuyo…- seguía diciendo sin parar de gemir.

Pequeño hermano mioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora