Capítulo I

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Eran las vísperas de Navidad. Al día siguiente Michael aprovecharía para ver a sus amigos, Edgar y Luis. Ellos comparten muchísimas cosas en común, algunas de ellas son que les gusta el deporte (aunque Edgar no tiene el cuerpo más atlético del mundo), les fascina leer, y sobre todo, les encanta lo paranormal.

Ese día los padres de Edgar no estarían en casa, ellos llegarían hasta el día siguiente, así que sería un día común para el grupo de amigos. Ir a jugar futbol para después ir a casa de Edgar y ver películas de terror. Les encantaba ver esas películas hasta dormir.

Michael se preparaba para dormir, antes de eso les pidió permiso a sus padres para poder dormir en casa de Edgar la noche siguiente. Le costó un poco pero los convenció de ceder. Él se acuesta en su cama, y como había sido un día pesado, duerme casi instantáneamente.

Abre los ojos y ya no está en su cama, mucho menos en su cuarto. Se encuentra acostado sobre el pasto en una plaza. Es de noche y lo único que alumbra todo son las lámparas viejas que están colocadas dentro de esta, cerca de las fuentes y los árboles. Una plaza que tiene un kiosko en medio y no se percibe ninguna persona en ella. Él se levanta del pasto y camina no más de 10 pasos y se percata que hay una persona en una banca. Michael se acerca a este con miedo, pero él sabía que era la única persona a la que podía preguntarle donde estaba. Mientras se va acercando a esta silueta, observa que es un hombre anciano que pareciera que lo está esperando. Mientras se va acercando al hombre, se percata que las luces se van apagando, como si estuvieran a punto de fundirse. Por fin llega a la banca de donde estaba el anciano.

- Buenas noches señor ¿Me podría decir dónde estoy?

- (El anciano no dice nada)

- Señor, por favor dígame donde estoy, mis padres estarán preocupados si no llego a casa.

- (El anciano sigue sin hacer nada, solo lo mira)

- Le suplico que me diga donde estoy, ¡se lo suplico!

El anciano señala lentamente con el dedo índice hacia la oscuridad

- ..S..A...(no podía entender lo demás) solo esas dos letras.

Michael gira la cabeza hacia la completa oscuridad y escucha como si alguien estuviera corriendo

Voltea y se percata que el anciano ha desaparecido y las luces se van apagando poco a poco, la poca iluminación que otorgaban estaba por terminarse, a medida que se escucha el grito espeluznante de una mujer, un grito que a cualquiera le pondría los pelos de punta, un grito desgarrador, y no era de tristeza, era de odio. El voltea hacia la oscuridad en busca del origen de esos gritos y ve una silueta vestida de color blanco.

Parecía un vestido de bodas pero estaba un poco lejos para definir eso, mientras escuchaba sus gritos, Michael estaba aterrado. La silueta se acercaba como si estuviera levitando y el corría sin cesar hacia el kiosco que era un lugar un poco iluminado y en el que podía esconderse, ya que tenía una pequeña puerta que se usaba como una pequeña bodega a los pies de las escaleras de este. Su subconsciente pareciera que sabia el camino correcto para huir de esa silueta aterradora, Michael logra entrar y antes de cerrar la puerta se da cuenta que todas las luces de la plaza estaban apagadas, y la mujer estaba acercándose cada vez más. Este logra cerrar la puerta aterrado, y dentro de este pequeño espacio había una vela encendida, con la imagen de un señor de no más de 60 años, posando en un rancho acompañado de una niña pequeña con una pequeña cicatriz y una mujer de cabello largo y sonriente. La imagen era vieja y no se podía distinguir mucho más de esta. Detrás de esta venia algo escrito que él no podía leer, ya que la tinta era muy antigua y se había deformado todo, solo alcanzo a distinguir "David". En ese momento la vela se apagó y los gritos se escuchaban más fuertes. Para el momento en que volteó hacia la puerta, esta estaba abierta, y se escuchaban risas, risas de un tono que no podían provenir de alguien que en algún momento haya estado físicamente en el mundo de los vivos, esos que te dejarían un hueco en el pecho.

La mujer cada vez estaba más cerca, se escucha como golpean la pequeña puerta del kiosko con tanta fuerza que incluso el vaso donde estaba la vela se cayó, y se rompió. Michael se puso las manos en los oídos por que los golpes y las carcajadas demoniacas no cesaban, hasta que la puerta cedió, y él pudo verla, pero solo la parte de abajo, y antes de que los gritos traspasaran el cuerpo de él, observo que la silueta no tenia piernas, en cuestión de segundos, sintió como la mujer estaba frente a él, percibió el ambiente helado, y él estaba con los ojos cerrados. Hasta que la mujer gritó en su cara, Michael abrió los ojos.

Pesadilla (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora