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Al momento de sacar unos cuantos marcos de su bolsillo tres de ellos cayeron rodando a un abandonado angostillo. Suspiró enfadado y caminó a donde vio que su dinero había ido. Refunfuñando maldiciones de molestia al cielo, inaudibles para los que pasaban a su lado.

—Al menos ustedes dejen de huir de mi— dijo para el mismo al encontrarlos, pero en el momento en que iba a tomarlos alzó su mirada y vio a un chico que le parecía bastante conocido, no recordaba dónde lo había visto, pero lo había visto de algún lado.

Caminó un poco más, encontrándose de frente con el cuerpo de Nathaniel inconsciente en el suelo, su rostro estaba pálido, y aunque hacía bastante frio su piel estaba empapada de sudor. Murmuró ociosidades y maldiciones aunque no le gustaba mucho hacerlo. Se acercó al chico con sus rodillas apoyadas en el suelo, y posicionó su oído en el pecho del chico para verificar que seguía respirando, y efectivamente, aun lo hacía.

En otros casos lo dejaría ahí, al fin y al cabo no era su problema ni su responsabilidad, pero cuando lo vio más detenidamente, con sus labios entreabiertos que botaban vapor por su cálida respiración, sus espesas pestañas acariciando sus mejillas, algo en él se removió, algo que nunca pensó que pudiera sentir; lastima por aquel joven.

Al ver que no respondía a los movimientos que ejercía en el cuerpo contrario y a todas las palabras que decía para que despertase optó por la única opción que le quedaba.

Lo tomó entre sus brazos, como aquellas novias que salían de la iglesia cuando acaban de contraer nupcias matrimoniales. Otra de sus cosas menos favoritas de ver.

Se asombró al sentir que aquel chico era increíblemente delgado y ligero, ya que por su altura pensó que pesaría más.

Sin importarle las miradas curiosas y muchas de ellas juzgonas que lo observaban mientras caminaba, llegó a la clínica de su médico familiar.

Nathaniel seguía respirando, su inflada y bonita mejilla estaba recostada en su pecho, cerca de lo que él pensaba, su inexistente corazón.

Tocó como pudo la campanilla de la puerta y sin demorar mucho tiempo un médico joven, vistiendo un gran abrigo la abrió.

—Buen día, Castiel ¿Qué te tra-

El joven calló cuando miró al pelirrojo cargando el cuerpo de un chico.

—Atiéndelo, parece que está bastante mal— el medico de nombre Adler asintió bastante confundido y se retiró dando paso para que Castiel penetrara la habitación.

El pelirrojo dejó el cuerpo del más bajo en la camilla cuando vio que Adler se acercaba al cuerpo dormido de Nathaniel.

—¿Qué le ocurrió?— preguntó sacando un estetoscopio para colocar aquellas olivas dentro del trago de sus orejas.

—No lo sé— suspiró colocándose al lado del doctor—. Es un trabajador de Antoine— al ver su rostro más de cerca había recordado, aquel camarero que lo había atendido el día de ayer, no podría olvidarlo, ya que nadie se había equivocado dos veces en servirle.

El médico frunció el ceño negando levemente su cabeza— ¿Y te importa si te pregunto por qué lo trajiste?

Castiel ignoró la pregunta de Adler; el joven casi siempre era bastante curioso.

— Solo atiéndelo, tengo que ir a trabajar.

—¿Y qué hago si despierta?

—Déjalo que descanse, yo vendré y te pagaré lo que cobres.

—De acuerdo.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2020 ⏰

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1950「casthaniel」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora