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Luego de escribir en su diario de vida había caído en un adormecimiento. Sus sentidos estaban cegados por el sopor y no notó cuando el cuerpo de Kim Taehyung ya no estaba a su lado. Se había ido.

Guardó el diario bajo el colchón y se abrigó con una manta sobre sus hombros, dirigiéndose con sus escuálidos pies a la ventana, esperando ver al chico de regreso en el tejado. No lo vio y salió de ahí, decidido a buscarlo por el jardín. No sabía porqué lo buscaba, pero sí tenía claro que se metería en problemas por merodear de madrugada. Había rebuscado por lo árboles y tampoco hubo pista de él, ni en los baños. 

Ya viéndose desorientado, quiso volver a su cama. Pero escuchó un bullicio por la primera planta. Posiblemente se trataba del pecoso, sin embargo ignoró su curiosidad y evitó lanzarse a los leones. Siempre tuvo una suerte detestable. 

Andando por los pasillos, oyó algo distinto. Venía de una habitación conocida, y no deseó nunca haber visto entreabierta aquella puerta. 

En su interior se ocultaba un secreto oscuro, y un castigo. Allí dormía Yoona sin percatarse de las acciones de su mejor amiga, quien se torturaba a sí misma haciendo incesantes abdominales en el duro y frío suelo de la habitación. Su rostro era un desastre en carmín y su frente sudaba. Y comprendió sus razones al presenciarla: se alteraba menos de día porque se encargaba de sus demonios por las noches. 

Cerró los ojos, afanado en olvidar lo que acababa de ver como testigo, cerró cauteloso la puerta aquella y huyó. Se hundió entre sus sábanas y no quiso esperar por Taehyung.

No quiso seguir insomne contra las ponzoñosas tinieblas. 

●      ●      ●

Al desayuno Sandara había tomado asiento junto a Taehyung, mirando cada detalle de su rostro mientras este se incomodaba bajo su mirar, intentando tragar lo que tenía en la boca. Jungkook había de acomodarse, entonces, al lado de Dahyun. Ella siempre le recibía con una sonrisa y un abrazo. A Jungkook no le disgustaba ese contacto, pero le ponía los pelos de punta. Cuando sentía su cuerpo contra el suyo y posaba sus palmas contra la espalda de esta, podía sentir cuan sobresaliente era la columna de la pelinegra. Algunas veces la anhelaba en sus brazos, frente a una fogata abrasadora y protegida por una lanuda manta tejida por Yoona. Imaginaba a la delgada pelinegra en su mente como a un recién nacido, pidiendo refugio con sus cristalinos ojos como mares profundos. 

Sin percatarse de las ensoñaciones del castaño, Taehyung no le quitaba la vista de encima. Conservaba su impávido e inexpresivo rostro, pero sus cejas pintaban el enfado muy dentro de sí, ardiendo. 

Por las tardes, como Jeon sabía de la ya predecible situación de su compañero de cuarto, no se apartaba de Dahyun. Habían decidido ganarse más puntos para algún día conseguir una salida fuera de aquel techo que los arrestaba las veinticuatro horas del día, por lo que originaron una misión de limpieza por cada rincón del centro. Estuvieron horas trapeando, barriendo, fregando y lavando entre risas. Los enfermeros estaban atónitos y conmovidos. Sucumbieron al sentimiento en sus corazones que gritaba darles una merecida recompensa, y les consintieron. Solo porque de ellos trataba tal acto. Se terminaron ganando generosos puntos y un pequeña paleta de fresa cada uno. 

Después de la cena, Taehyung se fue directo a la habitación sin decir ni pío. Jungkook lo había visto desde su asiento, e intrigado por su ida, le encontró en el tejado. Estaba sentado y admirando la majestuosidad del cielo como era de costumbre. Como precepto sagrado e irrompible.  

Jungkook se le unió. 

—Hola.

Taehyung se giró a mirarle en cuestión de segundos.

—Hola... —respondió como un suspiro. 

De su bolsillo raído y desgastado, Jungkook sacó dos pequeñas paletas de fresa. Una recompensa.

—Ten —le acercó una y con duda la aceptó el pecoso, escrutando a fondo y desenvolviendo el plástico envoltorio que le cubría—. Nos las ganamos Dahyun y yo esta tarde por ayudar con el aseo de la casa. Ella no quiso la suya, así que me la dio —se explicó regalándole una sonrisa—, y yo te la doy a ti.

—Gracias...

Jungkook presintió una inquietud alrededor de Taehyung, pues estaba muy callado. O eso pensó hasta que le llegaron sus palabras a las puertas de su atención, y su voz llegó a un sosiego. 

—Me gusta tu cara —confesó de repente—, por eso te pinto. Es bonita —Jungkook se había congelado frente a él. Estaba respondiendo a su pregunta de la mañana— Generalmente, pinto cosas que me gustan.

Ambos se miraron, pero el impacto y el desconcierto en el rostro de Jungkook fue todo un poema. Fue una exclamación y una estupefacción en su mayor punto. Mantenía su endeble sonrisa, ahora incrédula, y no dejaba de parpadear. Pero ello no fue impedimento para encontrar la chispa de farra y reír hasta asfixiar. Sus carcajadas fueron histéricas bajo los astros y sus vientres crepitaban. 

—Vale, entiendo —el castaño trató poner sus pies en la Tierra—. Te gusto —repitió—. Claro que no de esa manera —especuló acomodándose mejor en ese duro tejado—. Si no sería muy extraño —rascó su oído colorado por su sofoco, por lo embarazoso que esa escena parecía, y vio la cara de Taehyung; igual de roja que el vino, decorado por sus pecas, desconcertado en su propio universo, muy ido. Le causaba gracia y supo que deseaba ver más ese simpático rostro. Quería verlo todos los días que pasasen juntos—. Tae.

—Tae... —este repitió su propio apodo, repitiendo en su cabeza el tono del menor.

—Sabes... No quiero interpretar la típica parte donde yo digo algo y luego tú dices algo. Me dices que lo sientes y yo te ruego por tener de vuelta nuestra amistad. Yo... Tú... —trató de todas maneras evitar que la sangre corriera en maratón a sus mejillas— Entonces... ¿Qué tal si...?

—¿Hacemos las pases? —le cortó.

—Exacto.

—Bien —aceptó sin más. Sin embargo, fue cuestión de pocos segundos para que un instinto de necesidad domara sus delgados brazos y acudieran al castaño a su lado, rogando por un abrazo—. Todo bien.

—Todo bien... —repitió con su voz hecha un desastroso murmuró casi inaudible, admirando el vaho que esta dejaba en el gélido aire de su noche— Todo bien...

Jungkook olvidó escribir en su diario esa vez. Jungkook durmió embelesado en templanza esa vez. 

analítico, libro 1 • taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora