C A P Í T U L O 11

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❝Si mentir fuera un crimen todos estaríamos en prisión.❞

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[Más temprano ese día]

Alonso se movió hacia delante en su asiento mientras apretaba sus manos en un intento de calmarse a sí mismo, pero nada parecía funcionar para él en este momento. Lo único que quería hacer era agarrar por el cuello al hombre castaño que tenía frente a él y estrangularlo hasta la muerte, eso era cuán enojado estaba pero sabía que era mejor que eso. Las cosas no estaban yendo como esperaba, él tenía un plan y estaba yendo como quería, hasta ese día. Las noticias que recibió no eran buenas.

La piel del castaño palideció todavía más y él tragó una vez que notó la expresión furiosa de su jefe, sus ojos estaban ardiendo frente a él y su sangre hervía, él sabía que cosas malas sucederían si él decía algo mal.

"¿Puede repetir lo que dijo, Señor Canela?" Alonso le preguntó a él con su voz profunda, haciéndolo sudar. Jos arregló su traje azul y aclaró su garganta, intentando no demostrar cuán asustado estaba en ese momento.

"No pudimos encontrar la evidencia que usted buscaba. M-Mis hombres y yo buscamos por todas partes pero es imposible. Él se aseguró de esconderlo todo." Consiguió explicar, tartamudeando levemente y observó cómo inhalaba y golpeaba el escritorio con su puño, haciendo que los objetos sobre este se movieran de su lugar. Jos saltó de la sorpresa pero se aseguró de no mostrar su disconformidad.

"Entonces no han buscado lo suficientemente bien." Alonso declaró notablemente irritado por la excusa estúpida de su empleado. Una cosa que Alonso sabía era que no existía el crimen perfecto.

"Señor Villalpando, le juro por Dios-" El pobre hombre no pudo terminar su oración porque en un santiamén estaba de pie con las grandes manos de Alonso rodeando su cuello sin tanta fuerza como para estrangularlo, pero con la suficiente como para dejarlo con un moretón y hacerle entender que no estaba jugando. Su paciencia se estaba agotando, él había esperado a Jos para que viniese durante dos meses y ahora tenía las manos vacías.

"No te atreves a decirme eso. Fui perfectamente claro cuando te asigné el trabajo pero volviste sin nada. ¿Cómo debería tomar eso?" Le preguntó Alonso, sus ojos tornándose en un tono más oscuro de azul. El salón estaba en completo silencio, solo ellos dos estaban ahí y las ventanas oscuras aseguraban que ningún otro empleado pudiera ver desde afuera. Jos colocó sus manos en las caderas de Alonso, intentando que el aflojase su agarre un poco. Tenía miedo por su vida, él sabía cómo Alonso se podía convertir cuando estaba enojado y él aseguraba de que no quería vivir esa experiencia.

"Lo siento. De verdad." Se disculpó aterrado, con sus ojos grandes cafés abiertos ampliamente.

"Tus disculpas no pueden hacer nada." Alonso gritó, haciéndolo temblar.

"B-Buscaré devuelta. Más cuidadosamente esta vez." Dijo la voz temblorosa de Jos y el miedo en sus ojos hizo que Alonso se relajara un poco. Él se dio cuenta de que si seguía aplicando presión, mataría al otro hombre y no quería hacerlo, incluso aunque estaba extremadamente enojado con él. Él suspiró profundamente y sacó sus manos del cuello de Jos, acercándolas a su cuello para arreglar la corbata negra.

"¡Hazlo! Y la próxima vez, ven con evidencia." Alonso le dijo severamente y Jos asintió con su cabeza rápidamente mientras seguía jadeando por aire. Él intentó apoyarse contra la silla detrás suyo y empezó a acariciar el cuello para aliviar el dolor.

"Lo haré, Señor Villalpando." Él dijo con corta respiración. Alonso se sentó devuelta en su silla y empezó a escribir y a firmar algunos papeles de su escritorio, evitando el contacto visual con Jos, él tenía miedo de golpearlo si viera su rostro.

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