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Dulce desencanto.

Cuánto ha cambiado, escribo sospechando que aun en contra de mi voluntad será la ultima vez.

Cuánto tiempo he despilfarrado, cuánto inútilmente creyéndole mi destino, mientras estaba sumida en el peor de sus vicios, entre mentiras y tanto desperdicio. Nostalgia siento de haberle creído todo, de haber sentido tanto, y hasta patético me resulta haber soñado con rescatarle de un mundo tan contaminado.

Y es que yo no le recuerdo así, pero hoy le escucho y no puedo hacer más que sentirme menos que una simple conocida. No obstante, sabrán que tengo un alma idealista, romántica, poética, nostálgica, como para andar creyendo que el amor es esto que hasta me da lástima.

Ya no sueño con su ángel de la guarda, ya no me pide cuidarle, pienso que en el fondo sabe que para poder salvarle llegué a su vida demasiado tarde.

Realmente cambió mucho, hasta su voz me es ajena, ya mis ganas están en calma, mi impulso ha madurado y si accedí a mencionarle fue porqué se me pidió a gritos, en un simple y básico escrito:

Gracias por la inspiración de todo este tiempo, por las noches, los escritos, los placeres, los detalles y por enseñarme tu alma, esa que ahora me escondes tras esa coraza de no sentir nada.

A estas alturas ya deben saber que soy una mujer de convicción, pues viví, le amé, me equivoqué, pero sigo sin remordimiento porqué quien no se atreve a sentir, en efecto... está muerto.

Lo que fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora