country roads

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El calor era insoportable, el cabello azabache del argentino le quemaba, llevaba un buen de tiempo cavando su propia tumba, llevaba un largo tiempo escuchando a su "prometido" cantar la misma canción una y otra vez, estando en un bucle infinito dónde era imposible salir.

—Estoy cansado.– su camisa estaba pegada a su espalda del sudor, los tirantes estaban sueltos y parte de él era tierra, su prometido le entregó su sonrisa característica, dejó de tocar el banjo y levantó el arma que lo estaba apuntando anteriormente.

—Me enamoré muy rápido.– se quejó agarrando la pala para seguir cavando, realmente no la pasaba mal, nunca tuvo muchas ganas de vivir hasta que apareció el castaño de piel canela y sonrisa eterna.

—Life is old there, older than the trees.– volvió a cantar siguiendo el ritmo del banjo.

—Younger than The mountains, growing like a breeze.– realmente le costaba un poco cantar y tocar a la vez, pero ya llevaba cinco horas practicando la canción junto al niño que cavaba su propia tumba.

—Country roads, take me home.– cantaron está vez juntos, el menor ya se la sabía de memoria este momento, igualmente a las primeras dos horas estaba desesperado por aproximada muerte.

—To the place, I belong~.– Vandal se sentía feliz, el menor sonreía como si disfrutara de cavar, bueno el castaño si estaba disfrutando esto, su práctica con el banjo estaba siendo efectiva.

—West Virginia, mountain mama. Take me home, country roads.– se miraron, Vandal tocaba el banjo, Spreen solo lo miraba un poco descompuesto. —All– fue interrumpido.

Un golpe en seco sonó, Vandal seguía tocando su banjo aunque tenía miedo de cantar, se levantó por fin a mirar como el delgado cuerpo del menor estaba derrumbado adentro del pozo, su cara ensuciada por la tierra, la camisa a rayas lo lastimaba aunque lo que más le lastimó ver cómo los ojos de Spreen apenas se abrían, sus pequeños ojos ya cansados.

—Te tengo que matar.– dijo apenado Vandal, Spreen sonrió un poco.

—Yo puedo morir en paz pero quiero escuchar otra canción que country roads.– Vandal sonrió a su pedido, se acercó al banjo pero en vez de agarrar el instrumento tomó el arma.

—Aquí se canta esas canciones, por algo estás metido en un pozo.– Spreen negó.

—Esa canción es campirana, estamos en el lejano oeste.– se quejó el argentino, Vandal se sacó su sombrero en señal en respeto.

—Lastima que mueras tan joven.– se sentó en el borde del pozo, viendo al cuerpo de Spreen temblar.

—Vandal, ¿podes dispararme pero sonriendo?.– le preguntó, este asintió —Puedo hacer muchas cosas sonriendo.– un suspiro aliviado salió del menor.

—Me alegro, morir viendo la sonrisa más hermosa del mundo.– esa fue la gota que derramó el vaso, Spreen apenas veía, tenía sed, hambre y dolor, demasiado dolor.

Apenas podía abrir los ojos eso le molestaba por qué las cosas que le estaba diciendo a Vandal eran en serio, el español tragó saliva se adentró al pozo, le sonrió y le apuntó con el arma.

Su brazo temblaba y cuando menos se lo esperaba ya estaba llorando, ¿Tanto le afectaba la irrelevante muerte de un niñato? Digamos que sí, le molestaba que Spreen solo pidiera su alegría, se sentía egoísta.

Se agachó en frente de él, Spreen estiró su mano, su deseo del contacto físico también estaba ahí aunque no era muy relevante, Vandal tomó de su cuerpo y lo sentó.

Tan inestable, terminó cayendo encima de Vandal, se sentía tan cómodo en los brazos del mayor como de un bebé koala se tratase.

—Lo siento.– le dijo al oído al menor, Spreen sintió las lágrimas del mayor mojando su hombro.

—No, Take me home, country roads.– cantó el menor, lo más molesto para Vandal era que a él le dolía más.

Esas palabras, su cuerpo pesado encima de él y la relajación de Spreen. Lo odiaba; levantó su mano apuntando con el arma al estómago del menor.

—Vandal hacelo, llévame a casa.– la sangre de Spreen escupida por el golpe, manchando toda la espalda y aún estando vivo, Spreen tomó el arma, se separó de Vandal la metió en su garganta y apretó el gatillo.

Vandal rió, sus ojos estaban levemente enrojecidas caminó un poco para agarrar el alma, las ganas de llorar amenazaban con su respiración exaltada, su nariz picaba un poco.

—Quiero irme contigo Spreen.– dijo emocionado, abrió el tambor del arma esperando que hubieran un par de balas.

—No te vas a ningún lado.– escuchó el caballo galopar, se dió vuelta y era Rangu, Vandal rió un poco.

Intentó salir del pozo pero su mente estaba nublada, quería quedarse ahí con él.

—Se ha ido.– le mencionó su compañero en el caballo —Ahora hay que cobrar el oro.– Vandal se sentía sucio.

—Lo sé, pero quiero.–...

Mil Y Tantos One-ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora