La visita

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Hoy me mandó una foto. Se pintó la uñas de color rojo y se puso una sandalias de piso. Sólo pude pensar en lo rico que sería quitarle las sandalias y masajear esos pies durante mucho tiempo. —Quiero que los chupes, —me puso en el mensaje y sentí mi pene erguirse en un instante. Ya quería hacerlo.

Fui al trabajo y mi día transcurrió normal. Comí, regresé a la oficina y a las 6 me fui a casa. Llegué y en la puerta de mi casa había una nota:

—Te espero adentro

No esperaba a nadie ese día, y no recordaba que nadie tuviera llaves de mi departamento. Abrí la puerta y ahí estaba ella sentada en el sillón esperándome. Llevaba un short que dejaba ver todas sus piernas y una blusa ajustada que deja ver por encima la forma de sus pechos y que no llevaba brasier, ya estaba descalzada.

—¿Cuánto tiempo tienes esperando, Fátima?
—no mucho, Santi. Use la llave que me diste aquella vez que te fuiste de viaje, si te lo preguntas
—aah, con razón
—ven, ¿qué esperas? —me dijo y obedecí.

Me senté del lado donde tenía su pies descalzos. Se veían divinos con esas uñas rojas. No perdí el tiempo y empecé a masajear. Primero los dedos, luego los arcos, y de nuevo. Ella volvió a notar mi erección al masajearla. De nuevo utilizó su pie libre para frotar mi pene. Me estaba poniendo durísimo con cada roce. Me quitó el pie de las manos, y lo puso en mi boca:

—¿Qué esperas? ¡Chúpalo!

Su pie sintió como mi miembro reaccionó a eso, tomé su pie y empecé a lamer, desde el tobillo a los dedos, y los espacios y el empeine. Pude ver su mirada perversa disfrutando y su pezones erectos tras su blusa.

Yo seguí lamiendo esas suelas y chupando esos dedos, y sin dejarlo de hacer, una de mis manos recorrió su pierna hasta llegar a su sexo. Sentí su calidez y humedad a través del short y empecé a frotarla.

—Aaahh... ya me tocaba

Me dijo después de gemir. Abrí sus piernas y empecé a recorrer con mi lengua esas delgadas y firmes piernas. Pase por su vulva y llegué al botón de su short. Lo desabroché y lo quité del camino. Ahí estaba su vulva, húmeda y cálida esperando. Me agaché y empecé a lamer. De arriba a abajo llenándome la boca de sus fluidos.

—Aaah aahhh... lame, lame...

Escuchaba de su boca órdenes y gemidos mientras sus manos me apretaban contra su sexo. Yo estaba bebiéndome todo, no había gota de ella que no se llevara mi lengua. Con un gesto me detuvo y se puso en cuatro:

—Continúa... y ve sacando tu herramienta
—que delicioso es verte así... —le dije mientras me bajaba el pantalón

Utilicé mis manos para separar sus nalgas y volver a la humedad de su vulva. Ahora también la penetraba con mi lengua.

—Aaah aaaah... sí... mete esa lengua

Seguía lamiendo esa jugosa vulva y de vez en cuando estimulada con mi lengua ese culito a la vista.

—Sabes ri...

Me interrumpió empujando mi cabeza de nuevo hacia su sexo.

—No te he dado permiso de hablaaaaa... aah

Tome sus pies, y los puse alrededor de mi miembro. Ella empezó a masturbarme. Sus plantas estaban frescas en contraste con lo caliente que me sentía yo. Adoro sentir mi pene latir entre sus arcos.

—Aaah... es hora

Dijo, mientras me empujaba a sentarme. Puso saliva en su mano y llenó mi miembro de ella. Siguió masturbándome.

—Sé que la quieres meter, Santi. Lo siento en tu dureza...
—sí... sí quiero metértela... —dije entre gemidos.
—pídemelo por favor...
—¿puedo metértela, Fátima?
—claro que sí, Santi —dijo juguetona.

Se acomodó sobre su espalda en el sillón, abrió sus piernas y con un gesto me dijo "ven". Yo me acerqué, me puse un condón. Con una mano me sostuve del respaldo y con la otra me introduje en ella.

—Despacio... quie... quiero sentirla toda
—¡como ordenes!

Y así hice, me introduje despacio en ella. Su vagina estaba estrecha y mojada. Nomas entrando me sentí llegar de lo apretado y excitado que estaba.

—ohhh diooos... estás apretadísima... que rico...
—aah aaah... cógeme, Santi, ¡ahora! —me ordenó.

Me acomodé en el sillón. Puse sus piernas en mis hombros y la tomé de la cadera. Empecé a moverme dentro y fuera de ella. Con cada salida de mi miembro, sus fluidos también salían de ella. Puse uno de sus pies en mi boca y seguí arremetiendo contra ella:

—Eesoo... chúpalo... chúpalo y cógeme, me dijo entre gemidos y disfrutando de mandarme.

Yo seguía chupando los dedos de su pies, con esas uñas rojas mientras la penetrada al ritmo que me pedía. Sus pies sabían delicioso, entre ese sabor y textura y su apretado sexo, yo esta a punto de explotar.

 —Voo... voo... a acaabar, Fátima —le dije entre cortado.
—no, no, no... no vas a acabar así, no te he dado permiso
—pero...
—pero nada, Santi, aca... acabarás cuando yo diga —me dijo muy seria y determinada.

Yo obedecí y seguí penetrándola, empecé a apretar sus piernas para aguantarme la corrida. Empecé a lamer más sus dedos y morderlos un poco.

—Eso, Santi, cógeme y muerde eso... esooos... dedos que te encaaaaahh...

Empezó a gemir y a gemir. Yo tenía mi boca llena de sus dedos y mi miembro de sus fluidos.

—Ya no... ya... ya no aguanto... —le dije.
—¡Espera! Sigue, sigue... ¡cógeme y hazme venir! —me ordenó.

Abrí sus piernas, me abrazó con ellas, la tomé del cuello y arremetí contra ella con fuerza. De atrás hacia adelante, sus fluidos desbordaban de ella.

—Sí, sí, sí... noo... noo... noaaaaaah aaah aahh aaahhhhh

Y sentí su orgasmo. Su vagina apretando y sus fluidos empapando mi miembro. Fue divino. Seguí arremetiendo contra ella mientras ella apretaba sus piernas contra mí y yo apretaba su cuello y su pelvis se movía de arriba a abajo.

—Aaah aaah aaaaaaah aaaahhhh

Esos gritos fueron el clímax y en un instante su pelvis se detuvo y su respiración entrecortada trataba se recuperarse. Yo bajé el ritmo, y me salí de ella.

—Que... que obediente eres, Santi... te ganaste tu premio

Me sentó en el sillón, abrió mis piernas y con sus pies envolvió mi miembro y empezó a moverse de arriba a abajo. Que delicia. Como aquella primera vez. Sus plantas me abrazaban firme y apresaban los latidos de mi pene. Estaba listo.

vVoo... vooy a venirme...
—hazlo... ¡córrete en mis pies!
—sí... sí... voy a ahh ahh ¡ahhhhhhh!

Y lo solté. Me vine en sus pies. Mi semen salió con fuerza de mi y llenó esos hermosos dedos de uñas rojas. Yo estaba casi a desmayar. Ella se levantó. Y cuando creía que iba a limpiarse, con su lengua repasó mi miembro y lo limpió.

—Yo no desperdicio... —me dijo riendo.

Y se fue al baño. Yo me vestí, y cuando regresó le pasé su short y bragas. Se vistió y volvió a sentarse. Volvió a poner uno de sus pies en mi boca.

—Estuviste tremendo, Santi. Creo que esto me gustará.

Yo sólo lamí de nuevo de sus dedos, aceptando el trato. Me dejo su pie en la boca unos minutos. Después se sentó, se puso sus sandalias. Y se dispuso a irse. Antes de irse volteó:

—Nos vemos luego, Santi
—Claro que nos veremos, Fátima

Salió y cerró la puerta. Yo me quedé un rato en el sillón y luego me levanté a tomar algo. Sonó mi teléfono: era una foto de sus pies antes de limpiarlos. Que buena tarde la de hoy.

Pies en el sillónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora