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Caminaban dos jóvenes en las calles de Kioto, disfrutando de las vistas y aprendiendo de la historia de aquella ciudad, mientras eran guiados por sus compañeros de clase.
Después de aquella pelea furtiva contra el Rey Impuro, se merecían un buen descanso, sobre todo el hijo de Satan, Rin, quien con sus flamas, regresó la paz a los monjes y exorcistas y sobre todo, a todo Kioto, y posiblemente todo el mundo.
—Bebé, mírame por favor. —Pidió el protagonista a su novia, quien en respuesta hizo lo que dijo, sin esperarse el "click" de una cámara, cambiando su expresión a una ligeramente molesta y avergonzada. —Mmhmm, te viste bien princesa. —Sonrió ampliamente.
—¡Okumura, ya te eh dicho que no me tomes fotos así! —Dijo la joven con vergüenza.
—Jeje, lo lamento, se que ya lo dijiste, pero no puedo hacerlo... — Dijo mientras miraba aquella cámara. —Es como si me dijeras que dejara de leer manga, es imposible. —La joven se acercó observando la foto junto con el. —No importa cuántas fotos te tomé, ninguna se acerca ni un poco a tu belleza.
—Entonces deja de tomarme fotos. —Este hizo un puchero.
—¿¡Ehhh!? ¿¡Que dices!? ¿Como esperas a que me contenga cuando te extraño mucho cuando no te veo? —Hizo una mueca infantil ganándose la risa de la femenina.
—¡Oigan tortolos, apurense o los dejamos solos! —Grito Bon, burlándose de ellos con una sonrisa ladina.
Ambos se apresuraron y continuaron con su viaje.
Rin tenía una expresión de niño curioso a cada rincón que veía, tomándose fotos y riendo ampliamente. Si bien todo en aquel lugar era increíble, había un monumento que Rin deseaba ver, la Torre de Kioto.
Según decía que se veía elegante.
La joven también estaba feliz, no estaba emocionada como el, pero definitivamente la animaba ver a su amado feliz.
«Si supiera aquel semidemonio cuanto lo amaba...»
—Princesa ¿Tienes hambre? —Preguntó Rin a (___)
—Un poco.
—Perdona, de haber sabido que íbamos a tardar te habría hecho un bento. —Dijo el mayor. —Cuando regresemos me aseguraré de mantenerte llenita. —Río entre dientes.
—Ey, no demasiado, no quiero seguir subiendo de peso.
—Ay, pero me sentiría bien si veo que subes de peso... Eso quiere decir que seré un buen esposo.
—¡Shh! No digas eso... —La chica se sonroja.
—Jajaja ¿Que dices? ¿Me aceptas? —La joven sonrie ante el comentario de su pareja, beandolo en la mejilla. —Por cierto... Te iba a decir, que Yukio y yo vamos a hablar después de esto.
