Último capítulo

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A veces callar es la mejor solución.

Creo que hasta ahora logro entender las decisiones de Susan, hasta ahora comprendo todo lo que obliga a una persona a guardar silencio y fingir estar bien.

Ni Isaac o mis padres deben enterarse de cómo estoy, no pueden saber que poco a poco las cosas se quiebran más en mi interior, la poca ilusión que quedaba dentro de mí fue vilmente pisoteada y escupida por mí mismo.

Ellos no deben cargar con mis culpas.

Entro a la nueva habitación de Isaac con un plato humeante de sopa entre mis manos. Él se encuentra en la misma posición donde lo había dejado, su respiración es pausada, pero eso no significa su mejoría.

Coloco el plato sobre la mesita de noche, creo que ese alimento debe estar más simple que sus dulces, pero al menos no está quemada o cruda, creo.

Me acerco a él tocando su frente despacio, aún está ardiendo en fiebre, pero no es tanta como hace unas horas atrás. Se remueve un poco ante mi tacto sin abrir los ojos.

―Despierta, ya está la comida ―volteo a ver el plato de sopa de mala manera― iba a pedir algo por internet, pero no es conveniente, estamos contagiados, sería negligencia supongo ―abre los ojos mientras asiente despacio.

―Debo admitir que no tengo hambre ―lo ayudo a sentarse y recostarse contra la pared― pero debo hacerlo ―hace una mueca mientras agarra su cabeza― el dolor me está matando ¿no debería estar mejorando ya?

Coloco una almohada sobre sus piernas para colocar la comida― No lo sé, tal vez llevar días sin comer afectó tu mejoría ―suspiro intentando calmar el nudo de mi garganta― ¿puedes comer solo?

Asiente mientras toma la cuchara entre sus dedos― Fernando... ―lo miro con seriedad. Siempre usa ese tono de voz cuando va a inquirir en mi vida― ¿estás bien? Sabes, en parte estamos así por mi culpa y no sabes cuánto lamento lo de Susan ―sus ojos se cristalizan al decir ese nombre― ella era muy joven aún, no puedo creer que esto esté pasando.

Un pinchazo aparece en mi estómago seguido de una fuerte presión en el pecho y garganta. Él me mira inquieto mientras yo aparto la mirada.

―No fue tu culpa ―le doy la espalda― voy a limpiar tu habitación ―salgo de allí antes de que siga hablando.

Camino hacia su habitación a pasos lentos. Todo se ve tan oscuro a mi alrededor, una oscuridad tenebrosa, espesa, creo que hasta podría palparla si intento tocarla.

Entro a la dichosa habitación y empiezo a tirar toda su ropa dentro de un cesto. Debo lavar todo eso. Camino hacia su cama quitándole la sábana, cobertor y todo lo que se encuentre encima de ella. Lo hago lo más rápido que puedo sin analizar lo que haya encima de ella.

Tiro todo al suelo y camino hacia la cocina en busca de una bolsa plástica. Al llegar allí me encuentro con un plato aún humeante con sopa, me lo serví con la intención de acompañar a Isaac, pero... ¿podré comer? Si lo veo desde la perspectiva de salud es lo más razonable, pero como esa perspectiva no me interesa en estos momentos no haré ni el mínimo intento.

Busco un vaso y lo sirvo con agua, sin darme cuenta la bebo en menos de cinco segundos. Vuelvo a llenar el vaso y repito el proceso, hago lo mismo dos veces más hasta que me siento satisfecho.

Isaac no ha tomado agua.

Busco otro vaso y me encamino a llevárselo, mi mamá decía que para una fiebre nada mejor que tomar mucha agua.

Entro a la habitación encontrándolo comiendo aún, al verme me regala una mirada triste, llena de preocupación. Volteo los ojos y me acerco a él― Tómalo todo ―me giro dispuesto a irme, pero habla.

Mi Amor En Tiempos De Cuarentena [Terminada 🧠] [Editada🧠]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora