—Está es la última carta ¿verdad?—susurro Honey a Kerberos, quien fielmente se mantenía a su lado. Solo que esta vez, sería la última de las capturas.
Y ambos lo sabían.
—Sí, es la última.—confirmó sin mayor rodeo. No hacía falta más.
—Una vez que le escriba mi nombre... todo, todo esto...—La cara de preocupación y angustia fue todo lo que el guardián necesito para entender.
—Escucha Honey—el león se quedó de frente a la niña que lo miraba entre el miedo y la súplica.—Yo confió en ti. Has luchado muy fuerte, tú me has enseñado más a mí de lo que yo he podido enseñarte a ti, y me ha quedado claro que si hay alguien que puedo superar esto, eres tú. No tengas miedo, ni dudas porque lo has hecho bien, mucho mejor de lo que hubiera creído en un principio y estoy orgulloso de ti—
—Pero aun si yo...—se interrumpió a sí misma, inhalo y exhalo para poner en orden todo lo que quería decir.—Kerberos... Si no lo consigo, si fallo en, en esto... solo quiero que sepas que tú eres mi mejor amigo, mi familia. Y si yo no te recuerdo y las cartas me olvidaran, creo que aun así nada ni nadie podrá ocupar nunca ese espacio en mi corazón de nuevo—sin querer evitarlo me le abalance a su cuello para abrazarlo, pude hundir mi cara una vez más en ese pelaje cálido dorado y suave como los rayos del sol en primavera.
Desde que lo conocí ese era mi lugar seguro, a donde iba si tenía miedo o sentía tristeza. Kerberos se hizo mi sol. Uno radiante y alegre que cuidaba mis pasos y velaba mis noches cuando tenía pesadillas.
—Te prometo que lucharé con todas mis fuerzas— le susurre aun estando pegada a su pelaje, sentí a Kerberos devolverme el abrazo.
Con un final abrazo me separe cuidadosamente. Mire hacia la luna que resplandecía con fuerza en aquel claro. Casi parecía un rostro que ansiaba presenciar el inminente juicio. Y no sabía si eso era bueno o malo.
Saque de mi bolsillo la pequeña pluma con la que había marcado a todas las cartas, coloque la última de ellas en frente de mí sintiendo también la ansiedad de la criatura a la que acababa de capturar. Con la misma letra pulcra con la que marque a las demás, escribí cuidadosamente mi nombre. No estando segura si lo hacía bastante más lento o no, solo sabía que fui más consciente de lo normal en cada línea que dibujaba de mi corto nombre.
Enseguida de terminar de escribir sobre la carta ocurrió una serie de eventos que anunciaban la llegada del juez. Note enseguida una nueva presencia, el viento que hasta ese momento había soplado con parsimonia se hizo ventarrón levantando las hojas caídas de los árboles, y arrancando unas cuantas más; el viento levantó también la tierra suelta de aquel claro dejando ver como se formaba un pequeño tornado nada peligroso, pero si era de tener en cuenta por la presencia a la que anunciaba. La luz de la luna me llego a parecer aún más blanca de lo que por sí sola ya me había parecido, era casi como un reflector sobre el espacio vacío de los árboles. A los pocos segundos de haber empezado el ventarrón apareció frente a mí el libro de las cartas mostrando en su contraportada el símbolo del guardián de la luna.
En el suelo comenzó a formarse el círculo mágico que ya conocía bien, el libro brillo de la misma forma en la que había conocido a Kerberos. No tardó en aparecer el ya mencionado guardián de la luna.
Era la misma persona que la carta del sueño me había mostrado en repetidas ocasiones en las que se colaba en mis sueños. Un joven alto, pelo blanco muy largo, ropas blancas elegantes con bordes de azul oscuro, en su pecho una especie de joya azul bastante grande muy similar a la de Kerberos. Lo que más resaltaba en su persona eran esas enormes alas blancas que se extendían con orgullo y poder.
Me intimidaba. Y lo más seguro es que no fuera un secreto para los ahí presentes.
Yue abrió sus parpados, nos miró a Kerberos a mí y pude ver que no le complacía nada el estar en esa situación, pese a que mantenía una cara libre de cualquier indicador de su estado de ánimo.
—Cuanto tiempo sin vernos, Kerberos—Su gélida voz me hizo dudar de si sería capaz de vencerlo.
—Un largo tiempo, Yue. Desde la última vez.—Resultaba casi hilarante que luego de tanto tiempo de no verse las caras se dijeran exactamente los mismos diálogos de aquel juicio doble donde solo Sakura pudo salir vencedora. Aunque la actual portadora del báculo no supiese este detalle.
Con la elegancia orgullo y porte que caracterizaba al guardián de la luna éste flotó hasta quedar de pie frente a la niña, inclinado apenas lo suficiente su espalda para tener su cara a pocos centímetros del de Honey mientras sujetaba ceremoniosamente con dos de sus albinos dedos el mentón de la pelirroja.
—En cambio para ti es la primera vez que me ves de esta forma. Tú fuiste la elegida por Kerberos para recolectar todas las cartas Clow— No era necesario conocer de toda la vida a este personaje como para no darse cuenta del desprecio en sus palabras. Menos aún para Honey, que, sin saberlo poseía el don de la magia empata.
—Es una candidata digna. Ha demostrado gran fuerza y nobleza para el dominio de las cartas.—Anunció Kerberos, con gran orgullo por la pequeña pelirroja a la que básicamente había estado criando desde que la conoció.
Hablo en mi defensa el inmenso felino, recordándome de paso que ante Yue, al menos en el juicio (pensando que pudiera pasarlo) no debía demostrar tantas debilidades. Si no más bien que debía parecer aunque fuera un poco segura. Eso y que las cartas me habían hablado de él esporádicamente, claro que a petición mía. Tome algo de valor de donde no sabía que tenía y le dirigí la palabra.
—Así que tú eres el famoso Yue ¿no? Bien. Y es cierto, soy yo la elegida por Kerberos.—aunque habló con tranquilidad, analizó en su mente al juez. Ya planeaba cual estrategia utilizaría para vencer a tan exigente, y a su parecer rencoroso árbitro en el que sería su juicio.
En cambio, a Yue no le parecían verdaderas las maravillosas cualidades que alegaba el guardián solar, era poseedora su actual candidata. Con su típica mirada fría observó a su "hermano" y soltó a Honey para de nuevo elevarse flotando a algunos pocos metros del suelo.
—Pareces estar muy segura de ti misma. Más valdría que tú arrogancia no te juegue en contra, pequeña.—Yue frunció el entrecejo en clara molestia. Tal parece, entiende lo que le da la gana.
—No es arrogancia, de eso puedes estar muy seguro. Yo confió en Honey, ella ha luchado muy fuerte. Más de lo que te imaginas.—el tono de Kerberos era serio. Muy serio.
Esa declaración por parte de mi mejor amigo ayudó mucho a la confianza que había estado perdiendo desde que apareció el juez. Hasta me alegro.
—Sigues siendo flexible e indulgente con los demás—le recrimino el juez.
—Y tú, como siempre, sigues teniendo ese pésimo carácter—más desagrado no podía ser expresado por el león alado.
Con todo descaro, vi como Yue ignoraba completamente a Kerberos para mirarme muy fijamente. Era como si me estuviera evaluando. Por mi parte me mantuve firme.
—Puedo ver que has capturado todas las cartas, aunque eso no te será suficiente si no sabes cómo usarlas—me dijo con un tono que no supe descifrar. Y vi en sus ojos azules como el hielo a sus felinas pupilas contraerse en un gesto que me pareció de desprecio.
Eso me molesto.
—Algo podré hacer—le regrese el mismo tono que había usado conmigo: algo de desprecio disfrazado y una fuerte necesidad de vencerlo porque me había desdeñado.
Me pare firme y repetí nuevamente el conjuro para llamar a mi llave, como ninguno de los dos me interrumpió supuse que sería lo apropiado llamar a el báculo, lista para el enfrentamiento.
—Ya lo veremos ¡con el juicio final!—
Enseguida se elevó por encima de las copas de los árboles, yo llame a la carta Salto y subí hasta la vieja y solitaria torre de vigilancia del campamento saltando de un árbol a otro. Me coloque en posición con el báculo firmemente tomado entre mis manos y espere.
—Yo soy el juez Yue, y llevaré a cabo el juicio final. Quiero que utilices todas las cartas que tienes, e intenta derrotarme—
Honey se mantuvo a la expectativa, con el báculo en alto en espera de la señal para iniciar con los ataques. Algo que ignora Yue era la previa preparación y entrenamiento al que la pelirroja se sometió a sí misma. Honey sabía que Yue no tendría piedad por lo que dudar era un lujo que no se podía dar.
—Oh mago todopoderoso, aquí tened a la persona humilde que desea ser el dueño de vuestras cartas. Tú eres la joven que fue elegida por la bestia Kerberos, tu nombre es Honey—
Al pronunciar Yue esas palabras el báculo comenzó a brillar con gran fuerza hasta el punto de tener que voltear la cara para no quedar totalmente deslumbrada.
—Puedo ver que posees grandes poderes, pero aun así no será suficiente como para derrotarme—aseguro con voz irritada pero airosa, digna de su porte.
—Es cierto. Cantidad no lo es todo. Hace falta estrategia—una fina sonrisa ladina de coló por la comisura derecha de su labio. Un cambio muy sutil que habría pasado desapercibido si no fuera por la intensa mirada de azul hielo que no se despegaba de su persona.
Tal alarde de confianza no fue otra cosa que una muy clara muestra de prepotencia y arrogancia tomada a muy mala manera por Yue, para finalmente empezar con la batalla.
—Ya veremos qué tan buena es tu estrategia—sin más arremetió con agujas de hielo.
Con la agilidad que se vio obligada a desarrollar desde que aprendió a caminar Honey esquivo efectivamente todas las agujas que le mandó el juez. Lo mismo hizo cuando este la atacó con una larga flecha de lo que parecía ser energía.
Las cartas no esperaron mayor señal y salieron del bolsillo de la pelirroja para comenzar a moverse alrededor de la niña en un círculo perfecto.
De una, El Trueno se posiciono para ser utilizado con el báculo.
—Si tú quieres ayudarme primero, bienvenido seas amigo.—musitó en voz baja para activar con el báculo a la agresiva carta.
—Ya sabes que hacer ¡Trueno!—y el lobo plateado arremetió contra el juez con toda la velocidad de un rayo.
—Pequeña tonta. El Trueno es uno de los atributos de la luna.—
Yue intentó controlar esa carta, confiado en que no le lastimaría debido a que pertenecía a un atributo de la luna. La carta se detuvo a medio centímetro de camino antes de llegar a Yue y este, al creerse con el control demandó al trueno regresar hacia la niña.
Grave error.
El mundo se tornó de diversos colores y su cuerpo fue dolorosamente electrocutado cuando El Trueno decidió que mejor obedecía a una mocosa antes que a su guardián. No pudo evitar el grito de dolor que salió de su garganta con la misma fuerza que el embiste eléctrico del que era víctima, razón por la que terminó semi arrodillado en la tierra sujetándose la cabeza y el torso por el dolor.
—Esto aún no acaba—declaró entre jadeos doloridos para intentar recuperarse lo más pronto posible.
—Cuanta razón tienes.—le concedió Honey, preparando su siguiente ataque.
Invoco a la carta sombra para que se ocultara en espera de ser usada como escudo y posteriormente como lianas. En un susurro Honey le indicó que esperará a la carta fuego para actuar.
—Carta que eres vida, carta que desde la tierra naces para alcanzar el cielo, te lo pido con toda mi alma. Te pido que me ayudes.—recito en voz baja a una carta en particular que sostenía contra sus labios y con los ojos cerrados.
—¿Qué estás haciendo?—preguntó el juez al ver como la niña cerraba los ojos y le hablaba a una sola carta.
La niña no le contesto, estaba más atenta a la respuesta de la Card quien le respondió que haría igual a su compañero Trueno. La gentil carta seguiría las órdenes de su ahora amiga y no la de su guardián lunar. En un susurro Honey le respondió con algo que dejaría sorprendido a todo el mazo:
—"Gracias por elegirme"—
Las cartas ya no tuvieron ninguna duda.
Sin esperárselo, el báculo comenzó a brillar casi tanto como el sol de mediodía en verano cegando tanto al juez como a Honey, las cartas salieron disparadas del bolsillo de la niña para girar de forma casi frenética a su alrededor, pero Honey nunca se hubiera esperado que todo el mazo comenzará a darle una sola indicación con sus voces a un solo coro...
—"Ahora Honey, rompe el sello"— Solo eso le bastó para entender a que se referían sus preciadas cartas.
Tomó el báculo con firmeza en ambas manos y lo elevó por encima de su cabeza guiando a su magia para abrir la cerradura invisible en el mango.
—¡¡Libérate!!— Fue solo en un momento, cuando la luz dejo de cegarla y fue reabsorbida a su nuevo báculo. Había cambiado de forma.
Ahora era bastante más largo, casi la completa altura de la niña. El metal había cambiado completamente de color; en vez de ser rosa pálido había cambiado a un rojo intenso tirando a tinto. En la punta de este ya no estaba la joya roja en forma de pico de ave, sino que todo el símbolo fue reemplazado con un enorme sol delgado con afiladas puntas doradas rojas y azules que oscilaban entre estar rectas y onduladas dando a entender que era sol y estrella, en el círculo interior, marcado en plata, se hallaba una luna menguante ocupando gran parte del sol, y, en el centro se quedó una hermosa y gran joya del rubí rodeada estratégicamente por pequeños y medianos puntos de piedra de jade, las alas se movieron al inicio del mango del báculo cambiando también su forma y posición.
—Wow...—susurró admirando la nueva y sin duda elegante forma del báculo. De hecho, hasta se veía con bastante más poder.
—"Ahora todas te serviremos"—
De nuevo las cartas se aseguraron de que Honey estuviese enterada del sentir de cada una de ellas. Porque ya habían hecho su elección.
Con el reciente conocimiento de que sin importar qué carta activará ellas le obedecerían un nuevo sentimiento de seguridad y decisión lleno el joven cuerpo de la pequeña pelirroja. Y no lo desaprovecharía.
—Mengua las fuerzas de mi oponente y lléname de tu calor... ¡Fuego!—con energía recito el conjuro para llamar a la fiera carta del Fuego quien acudió acorde a los pensamientos de la joven hechicera en un terrorífico tornado en forma de serpiente.
—No puede ser—El juez nunca se lo hubiera esperado. Y lo dejó claro por la forma casi desesperada en la que volaba tratando de esquivar las letales lenguas de fuego que buscaban tragárselo enterito.
—¿Cómo es posible tanto poder?—pensó al borde de la histeria muy apenas librando un mordisco de la criatura de fuego. Por su orgullo nunca lo diría, pero esa mocosa bien podría no solo derrotarlo ¡sino hasta liquidarlo!
¡¿Qué demonios había enseñado Kerberos esta vez?!
Apenas si tuvo el tiempo de levantar un escudo mágico para salvarse... ¡Para salvarse! Pero no se quedaba ahí, porque en lugar de desintegrarse contra el escudo esta serpiente volvió a reformarse a sí misma con las llamas que salieron en todas direcciones por la colisión.
—Maldita sea—juro por lo bajo cuando noto que no se libró por completo del fuego. Algunas de sus ropas se habían oscurecido un poco, los pies también fueron alcanzados pero no hubo daños y el resto del cuerpo tenía un sofocante calor que comenzaba a debilitarlo... oh... oh no. ¡Eso era lo que hacía!
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La tercera dueña
FantasyLos años han pasado y es tiempo de un nuevo dueño para las cartas. Es tiempo de un tercer dueño. - Honey no es como Sakura, ni Clow o Eriol, y gracias al cielo no es para nada como el mocoso de Hong Kong o su prima. Honey, ella... ella nos necesita...