De mi, para ti.

Mi gran error.

Cuando aprendamos amar sin idealizar, sin prometer y sin esperar nada, entenderemos que las cosas jamás nos defraudan, lo hacen nuestras expectativas.

Los últimos meses no estaba nada bien, llevaba mucho tiempo intentando sanar esa herida, intentando cerrar ese ciclo que quizás en alguno de los momentos fue una de las mejores cosas que había podido vivir pero al igual que todo, la vida seguía, se había terminado este capítulo de mi vida, pero no se termino la historia, y es que la verdad nuestra ruptura me causó mucho dolor, pero una vez que eso se transforma en un enorme sufrimiento, y lo más probable es que no fue por la ruptura, sino por el derrumbe de todas mis expectativas, como la mayoría de las personas, perder a alguien que amas siempre será una situación complicada, una situación muy difícil.
Sentía un dolor desgarrador, un dolor que paraliza, pero la realidad es que la fase del sufrimiento no es un amor desmedido, pero no... lo que realmente dolía eran las expectativas.
En algún momento llegue a sentir que te entregue mi corazón y que lo dañaste, lo destrozaste y lo rompiste en mil pedazos. Pero realmente no, ese dolor me lo causaba yo misma, porque el amor no desgarra, el amor no destruye ni quisiera cuando termina.
El amor llega a destrozar porque cuando amas a alguien de una manera tan genuina, de una forma sana  y pura, el sufrimiento es diferente porque ya estás libre de dependencias y no dejas tu felicidad a cargo de alguien más.
Siempre tuve expectativas, esperaba que me brindaras respeto, apoyo y felicidad, pero no. Y es que el amor maduro comprendía que la única responsable era yo de mi propio bienestar. Y esa responsabilidad incluía saber alejarme de quien no me proporciona una buen trato adecuado. Era yo quien me hacía daño permaneciendo aún en ella. En esa relación que tanto daño causaba.