Los cristales cayeron por todos lados, mi cuerpo se congelo cuando algunos de ellos rozaron con mis pies descalzos.
Ahí estaba frente a mí, la persona que probablemente haya sido el culpable de mi miedo y ansiedad de todas estas noches.
¿Qué quería de mí?
Con voz tranquila pero amenazante volvió a repetir.
—Escapar no es una opción.
Mi cuerpo estaba inmóvil, mi mente estaba en blanco y para colmo no podía gritar para pedir ayuda.
Tranquilamente suspiró, se agacho fácilmente hasta el suelo y con cuidado comenzó a recoger los pequeños pedazos de vidrio que yacían en el suelo mezclados con lo que parecía comida.
Lo hizo rápido, pero con precaución estaba por terminar cuando volteo a ver mi pie inmóvil.
No dijo nada, su única acción fue dejar a un lado lo que estaba haciendo y tomarme la de cintura para después cargarme hasta la cama de la habitación.
Su acción fue muy repentina y ante el shock que aún no se iba solo pude mirarlo con sorpresa. Acercó de a poco su mano a mi pierna y no pude más, grité.
—¡No me toques!
Detuvo su mano.
—No... sólo trato de...
—¡No lo hagas!
Me miró realmente confundido, sus ojos se volvieron pesados y tristes, pero no deje que eso me confundiera más.
—No... no sé qué hago aquí, pero ¡tienes que saber que esto es secuestro!
Su mirada de confusión ahora se tornó divertida.
—¿Crees que te secuestre? —preguntó—, si quisiera hacerlo, lo habría hecho desde hace mucho.
Mi cuerpo se congelo más.
¿Qué? ¿Por qué?
Sus palabras no cuadraban en sus acciones, ha sido amable unas cuantas veces, pero la gran mayoría se ha portado como un patán o simplemente me ignora cuando me ve. Realmente no podía imaginar por qué quería hacer algo así.
—No te preocupes, no te haré daño.
—En... —tragué—, entonces ¿qué hago aquí?
Parecía que no entendía la situación, estaba demasiado tranquilo para mi gusto, pero, ¿acaso los secuestradores, una vez que tiene a su presta no lo están?
Lo único que hacía era verme, hasta que se acercó a la repisa de libros, busco algo y no lo encontró hasta que viajó su mirada hasta mi mano.
—Oh, encontraste tu celular, ¿puedes prestármelo por un momento?
—¿Por qué? —contesté a la defensiva.
Esto no sonaba bien, y tampoco era tan estúpida.
—Solo... préstamelo un momento.
—Lo necesito
—¿Para qué? —preguntó de vuelta.
—Tengo que hablar con Shownu.
Parece que esa era la palabra mágica, pues su mirada cambió totalmente, era desubicada, triste y enojada.
—No veo el por qué.
Volteó para otro lado, clavo su mirada en la ventana y se puso pensativo. Supuse que era mi oportunidad de escapar. Con él aquí y a una distancia considerable podría salir sin problemas, ¿verdad?