La vaca Chuuya

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Shipps: Ehhh, no quiero spoilear. Solo diré que son los típicos.
Motivo: Por culpa de la escena "deberías tomar más leche".
Mi cabeza hizo pop y me imaginé a Chuuya promocionando una marca de leches y luego se transformó todo a Chuuya en una botarga de vaca bailando cual Doctor Simi.

Advertencia: exceso de pendejez escrito todo durante la madrugada, porque tal parece que es cuando me llega la inspiración.


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Había que ganarse el dinero para vivir, eso lo había aprendido Nakahara Chūya a la mala.

También había aprendido que la vergüenza no tenía sentido si nadie sabía quién eras.

Por eso cuando su hermana le habló de un trabajo de medio tiempo relativamente sencillo no dudó ni dos segundos en aceptar, sin imaginarse que su trabajo consistía en...

Como lo mueve esa muchachona, metiéndole al dembow es que se bota.

Chūya no era ninguna muchachona, pero sí una vaquita demasiado feliz que bailaba para atraer clientes.

Así que, ahí estaba Nakahara Chūya perreando como todo un profesional en una botarga de vaca.

O al menos todo lo profesional que podía un chico con buena elasticidad y condición física guiado por un tutorial en YouTube y lo que la experiencia le iba enseñando.

Movía la cabeza al ritmo de su trasero, suave al inicio y de repente rápido para sorprender a la clientela.

Chūya no tenía ni la más remota idea de qué decía la canción, a él solamente le dieron una USB con música y le dijeron "báilala".

Cuando Kōyō le comentó sobre el trabajo de medio tiempo en la tienda donde trabaja una amiga y la implicación de una botarga, se imaginó que sería lo normal: ser tierno, interactuar con la gente y hacerlos sonreír.

Se equivocó.

Los dueños eran un matrimonio nipón-mexicano, y como realmente la tienda la manejaba la esposa (quien era la mexicana), Chūya se había visto arrastrado a toda su locura latina. En la cual las botargas hacían muchísimas más cosas que ser tiernos y saludar.

Dos días le bastó al pelirrojo para devorar todos los vídeos de botargas latinas, haciéndolo reír a carcajadas y sorprenderse de las locuras que hacían.

Súbele mambo pa' que mi gata prenda los motores, súbele mambo pa' que mi gata prenda los motores...

Chūya puso las manos al frente cruzándolas por las muñecas, abrió las piernas, alzó el trasero y empezó a moverlo de un lado a otro con ayuda de sus pies.

Como siempre, montones de gente estaban alrededor de él viéndolo sorprendidas y divertidas, algunos atreviéndose a grabarlo.

Que importaba, nadie sabía quién era la persona dentro de la botarga.

—... que se prepararen que lo que viene es pa' que le den... ¡duro!

El pelirrojo se recargó en su pierna derecha y dejó la izquierda alzada por la punta del pie mientras hacía un círculo con su cadera, luego cambió de pie y repitió el proceso, cada movimiento con toda la sensualidad que podía.

Los primeros días moría de vergüenza y bailaba guango, a palabras de la patrona. Pero pronto se dio cuenta que no importaba lo que hiciera porque nadie sabía que Nakahara Chūya estaba dentro, y empezó a soltarse al bailar, a gozar, a inventarse.

Teniendo un mes trabajando ahí, era todo una popularidad.

Pancha, la vaca, era aclamada por el público y siempre terminaba tomándose fotos con las personas, grabando un TikTok o un vídeo aventando besos.

Pedorros one-shots de Bungou Stray DogsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora