El pasado de Yumeno

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¿Qué tan importante era la muñeca para Yumeno?

Sabía que mucho, pues su habilidad dependía de ella. Pero, ¿qué había hecho que Yumeno creara semejante lazo con el juguete?

Esas preguntas no dejaban dormir por las noches a Chūya. Ni lo dejaban pensar con claridad cuando le tocaba ir a visitar al pequeño Yumeno a su celda.

¿Cómo llegaste aquí?

Cuando Chūya entró a la Port Mafia era un adolescente hecho y derecho, pero Q no era más que un niño. Uno bastante pequeño para su gusto.

Siempre que lo visitaba inevitablemente su mirada se perdía en los ojos del menor, tan particulares, tan exóticos, tan... muertos.

Y abundaban los sentimientos en la mirada de Yumeno. Pero; odio, ira, malicia, frustración, perversidad, enojo, rabia, resignación, melancolía, no eran sentimientos de un ser vivo.

Q le devolvía la mirada, siempre cansada, rendida, y era entonces cuando Chūya huía de las mazmorras.

Su corazón era demasiado blando y su mente tan moral.

Siempre se retenía, se quitaba los pensamientos de encima antes de siquiera pensarlos. Siempre se contenía. Siempre. No cambiaría eso ahora, trabajaba para la mafia, una sin piedad.

Sin embargo, ¿cuánto se retenían otros para dar el talle que pedía tan cruel organización?

¿Cuánto se había retenido Q?

    
    

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Realmente deseó que no se haya notado su manzana subir y bajar al son de como pasaba saliva.

Y es que ver al niño de los ojos raros de la Port Mafia siempre lo ponía así, inquieto.
Como tantas otras veces tocaba dejarle comida.

¿Por qué un líder de la mafia le llevaba comida al miembro más inestable? Fácil, culpa.

Chūya se sentaba ahí con él y lo esperaba hasta que terminaba, luego se paraba, tomaba la bandeja donde ponía todos los trastes y basura, y se iba. Todo en completo silencio.

Yumeno no había intentado hablar con él nunca, y no sabía si eso era bueno o malo.

—Yo...

El cejo del niño se frunció mientras miraba su comida, la cuchara quedó a centímetros de su boca. Chūya tragó saliva de nuevo.

—... soy Chūya—terminó de decir al tener la mirada de Yumeno.

Lo miró en silencio por unos largos segundos, según la percepción del pelirrojo.

—Lo sé—contestó, volviendo su vista a su plato con el mínimo interés.

—¿Lo sabes?—se preguntó sorprendido en voz alta Chūya, puesto que no recordaba ni una sola vez en la que haya interactuando bien con él. Jamás los habían enviado juntos a ninguna misión, era impensable.

Yumeno asintió con tranquilidad.

—Me lo dijo ese tonto—aclaró el niño—, Dazai.

Chūya salió de su asombro para sonreír.

Con que odiaba a Dazai.

Era cierto, Dazai pasaba mucho tiempo con Q cuando seguía en la mafia. Dazai había ordenado encerrar a Q y jamás lo trató precisamente bien.

—¿Solo eso sabes decir? Idiota le pega más—comentó inclinándose ligeramente hacia el frente.

Yumeno sonrió y volvió a alzar la vista.

Pedorros one-shots de Bungou Stray DogsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora