— ¿Entonces te vas?— me pregunta mi hermana pequeña tras observar como cierro mi última maleta antes de dejarla en el suelo.
— Me temo que si, enana.— suspiro y me siento a su lado, en mi cama. Alazne hace un puchero y rodeo sus hombros con mi brazo.— Pero no te pongas triste, en cuanto menos te lo esperes estaremos juntas de nuevo.
Parece mentira que sea yo la que tenga que animar a nadie cuando la peor parte de la película me la llevo yo. Resulta que mis padres están a semanas de divorciarse y han pensado que lo mejor para sus hijas es que cada una se vaya a una punta del país. Mi hermana se quedará aquí en Bilbao, conviviendo con mis tíos y los primos que tenemos de su edad para que juegue y no sé dé cuenta de lo que va a pasar. Es pequeña, solo tiene cuatro años, lo más probable es que no sé de cuenta de nada. Yo en cambio estoy a punto de subirme al autobús que me llevará hasta mi próximo destino: Málaga. ¿No podían haber buscado un campamento que estuviese más cerca? Pues no, mis padres insisten en que a mí me vendrá mejor que cambie de aires y no sabéis el miedo que me transmite todo esto. Yo creo que no es buena idea que alguien tan borde y tan poco social como voy vaya a pasar el verano en un campamento, rodeada de adolescentes que probablemente muchos de ellos me caerán mal. Qué conste que tengo amigos, que no soy un bicho raro como parece que ha sonado, solo que si me separan de la gente con la que estoy acostumbrada a estar y tengo la presión de conocer gente nueva solo por no pasar sola una temporada me pone muy nerviosa. Me gusta conocer gente nueva, pero me resulta más fácil hacer amigos si tengo a alguien de mi cuadrilla o algún familiar a mi lado. No sé por qué me temo que este verano será diferente y me costará muchísimo más que otras veces abrirme a otras personas. Lo que si sé perfectamente es que como a alguien se le ocurra tocarme los cojones desde el primer momento van a volar cabezas, eso es algo que no tolero desde muy pequeña.
Sangre vasca, supongo.
— Pero es que con Izei no puedo jugar a las muñecas, Ona... ¡Es un chico!— sonrío, afortunadamente en estos instantes la única preocupación que tiene Alazne es no tener a su primo dispuesto a jugar con ella. Toco con los dedos una de sus perfectas trenzas hechas por mi y sonrío.
— Eso no tiene nada que ver, ¿lo recuerdas?— me mira y sonríe.— Las niñas y los niños pueden jugar a cualquier cosas. Lo único importante es que...
Baja de un salto de mi cama y levanta a lo alto la muñeca eufórica. Sonrío enseñando los dientes.
— ¡... qué nos lo pasemos bien!— termina mi frase y asiento.— Ya, pero igualmente me gusta más jugar contigo...
Yo también voy a echar de menos jugar con mi hermana a sus muñecas con la puerta de su habitación cerrada para no escuchar los gritos de mis padres. Era la única opción que tenía para que Alazne no tuviese que escuchar las barbaridades que mis padres se decían el uno al otro en sus momentos de calentón. También voy a echar de menos ver a mis amigos constantemente y salir de fiesta hasta la mañana siguiente con ellos y, por supuesto, también voy a extrañar muchísimo ir a casa de los abuelos todos los domingos para comer en familia. Hago una mueca lo más disimuladamente posible y me levanto de la cama para arrodillarme delante de mi hermana pequeña, cojo sus pequeñas manos y la miro fijamente a los ojos antes de exclamar lo siguiente:
— Cuando volvamos a estar juntas jugaremos a todo lo que quieras.
Ladea la cabeza y suelta una de mis manos.
— ¿Me lo prometes?— pregunta con esa vocecita tan mona que tiene. Le asiento rápidamente y se lanza a abrazarme.— ¡Bien!
Nos reímos y le paso la mochila para que me ayude a bajar el equipaje. Sale por la puerta dando saltitos y relamo mis labios antes de girarme y agacharme a coger mis dos maletas. Voy a echar tanto de menos esto que aún no me creo que vaya a estar a más de novecientos kilómetros, lejos de mis amigos y familia. Observo mi habitación con nostalgia y la estudio sin soltar mi equipaje: las paredes son grises, puedo recordar perfectamente ese momento tan divertido. Llamé a Elene y Gadea para que viniesen a ayudarme a pintarla un día en vacaciones de Navidad. Terminamos de pintura gris hasta las cejas pero quedó bastante bien. Gran parte de la pared que tengo vacía está decorada por fotos que he sacado de Pinterest y tengo un corcho al lado de la ventana con mis mejores fotos con mis amigos. Es una de mis zonas favoritas de mi habitación, pero sin duda lo que más me gusta de todo el cuarto el la estantería llena de libros ordenados por colores. Habrán unos treinta libros, todos leídos: La saga After, Hush hush, A través de mi ventana, Kiss me... Probablemente tengo los libros que cualquier adolescente amante de la lectura le gustaría tener. También tengo una guirnalda de luces y un Ukelele rosa colgado en la pared que llevo años sin tocar. Los muebles son blancos, la colcha de mi edredón nórdico tiene un estampado bastante juvenil y mi escritorio está ocupado por el ordenador y unos cuadernos que he tenido que utilizar para estudiar para los exámenes de selectividad.
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Todas las noches.
Teen FictionTras un final de curso estresante, Ona es obligada en ir a un campamento inspirado en aventuras durante todo un verano. Lo que no se imagina es que, gracias a ciertas personas que conocerá allí, no será capaz de volver a casa al final del campamento...