Capitulo 5 "Una cama para uno, con arañas incluidas"

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En más de una ocasión, había fantaseado con tener a Dylan en mi cama. Y más cuando había entrado de lleno en la pubertad. A decir verdad, había sucedido como una explosión de sensaciones y hormonas por todos lados. Había conocido el arte de la masturbación, el famoso contenido para adultos y  a los maravillosos señores orgasmos a los dieciseis. Siempre imaginando como sería él. Si se había convertido en uno de esos chicos de las novelas que destrozaban las bragas y explotaban en pasión. El hecho de imaginarme a nosotros durmiendo juntos, al menos en la misma casa, hizo que una gran sensación apareciera desde mi espalda baja hasta la nuca. Y aún más teniéndolo pegado de lleno a mi espalda.

Estábamos en la puerta principal, con Mario y Dylan en una lucha de miradas conmigo en medio. La sensación de tenerlo a él detrás de mi, hizo que casi olvidara que tenía a mis dos machos frente a frente.

Casi.

La última frase de Dylan aún colgaba en el aire. El aire se había congelado por lo que había dicho y Mario ahora me veía en busca de respuestas.

Cariño, yo también necesito respuestas.
Dime, ¿La pasaste bien en tu orgía?

— ¿Me podías explicar que está pasando? ¿Quién es él, A...

— ¡Está bien, bebé! —Lo interrumpí antes de que pudiera decir mi nombre
—. ¿Qué te parece si hablamos en privado y te explico?
Me giré para ver a mi madre observándome con una mueca divertida en el rostro. Me alegro que lo disfrutes, porque eres la única que lo hace, madre.

— Mamá... Regreso en un momento, ¿Sí?

— Con cuidado cariño, ya es tarde. —Dijo con una sonrisa.

Dándole una última mirada a Dylan, tomé la mano de Mario para arrastrarlo unos metros de la entrada. Al girarme, noté que él seguía en el mismo lugar.

—¡¿Qué haces aquí?! —Pregunté a Mario en voz baja.

—Estaba preocupado por ti...

—¡Te dije que estaba bien! —Lo interrumpí.

— Amor, creí que te había sucedido algo.

—¿En mi propia casa?

—Bueno, con tu madre nunca se sabe, tal vez estaba obligándote a ingerir algo de lo que había preparado, además, ¿Quién diablos es él? ¿Qué hace en tu casa?

—Es un amigo de la familia, y no digas que estabas preocupado cuando pasó más de una hora para que llamaras desde que salí de ese lugar.

—Creí que al final habías cambiado de opinión y estabas conociendo a los invitados, de hecho, me reencontré con un par de amigos que...

—¡Basta! —Lo interrumpí de nuevo —. No me interesa con quién te reencontraste.

—Arantza... Nena, de verdad, si le das una oportunidad verás que no es tan malo como parece.

—Ah, ¿Sí? ¿Y como sugieres que lo haga? ¿Que vaya y me abra de piernas en medio de la sala esperando a que cualquier desconocido me la meta?

—Bueno, no... —Levanté la mano para hacer callar, antes de que dijera más estupideces.

—Mario, en verdad, ahorita estoy muy molesta, yo... Necesito algo de tiempo, necesito calmarme un poco y pensar con la cabeza fría. Yo te llamo, ¿de acuerdo?

—¿De verdad? ¿Me llamarás? —Dijo mirándome con la cabeza gacha. En verdad se veía arrepentido, no me sorprendió sentir un pequeño tirón en el corazón. Al principio, me había atraído físicamente, y luego me sorprendió como conectamos sexualmente. A pesar de su apariencia ruda e insensible, era divertido y protector conmigo, pero no me había hecho volar la cabeza y el corazón como lo había hecho Dylan a tan temprana edad. Aunque sólo se tratara de una ilusión de niña. No pude evitar sentirme culpable, por idear un plan para enamorar a Dylan, cuando yo ya no estaba sola, cuando ya tenía a alguien que me amaba.
Dando un paso adelante, coloqué mi mano en su mejilla sintiendo su creciente barba.

Pequeña MentirosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora