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Si existía un tema con el que ambos eran estúpidamente sensibles, ese era la música.

—Merengue.

—Jíbara.

—Merengue, dije.

—Que no.

—Que si.

—No.

Podían durar horas y horas peleándose por cual género es mejor. Aunque ambos sabían obviamente quien ganaba de entre los dos, se negaban a ceder por cuestión de aburrimiento, o orgullo de vez en cuando; todo dependía de cual era la canción con la que empezaba el lío. En este caso, había empezado por un remix entre el Electro Swing y el merengue que el de rayas había empezado a tararear de la nada hacía rato.

Soltó un suspiro, sabiendo que aquella disputa podía durar mucho tiempo más si seguían así. No era algo que le molestara realmente, pero la irritación por no estar donde se supone debería estar (en su casa, cuidando del jardín, durmiendo, hablando con sus hijos, trabajando o probando a cocinar alguna receta que encontrara en youtube) le estaba cobrando caro con su temperamento.

Se puso de píe luego de haber estado tanto tiempo tirado en el mueble de la sala con PR, ignorando al dueño de la casa y sus preguntas de a dónde iba. Había cierto hecho en su vida que siempre servía en situaciones como esa, y más ganas de ello tenía cuando rememoraba el recuerdo tan ameno que le causaba el ambiente luego de la fiesta de España; que recordaba como algo muy lejano ahora, pese a que no había pasado tantos meses de ello. Se dirigió a la cocina del boricua con la esperanza de evocar esa emoción, tal vez pudiera cocinar algo como habichuela con dulce, unos buñuelos, arroz con leche, la cena, quizá algo de bandera...

La realidad le golpeó con fuerza al abrir la nevera.

—¡Recuérdame para qué estoy acá si no tienes nananina en la cocina!

—Últimamente te enojas muy fácil —murmuró el puertorriqueño, corriendo con la suerte de que el otro no lo escuchó bien. Se apresuró a asomarse por el marco que conectaba sala y cocina, siendo testigo de la cara de confusión del tricolor—. Dime qué necesitas y voy a comprarlo. Los otros van a venir mañana, así que también necesito saber qué cantidad de cosas habrán que usar.

—¿Tu pagarás todo? —una sonrisa de maldad se curvó en los labios del tricolor.

El otro asintió, aun sabiendo que con eso se iba a quedar en banca rota.

—Dame una hoja de maquinilla y un lápiz —exigió, sin borrar su sonrisa con aires de solemnidad—. Y prepárate para andar un largo rato por ahí, que la lista está larga.

Si iba a estar obligado a cocinar por lo menos debía de cocinar cuanto le diera la gana, ¿no?

Tal vez de paso se las ingeniaba para hacer que alguno de los países explotara y muriera. O todos reventaran de golpe. O quizá los envenenaba con un cóctel. Cualquiera que fuera el resultado estaría satisfecho consigo mismo.

Puerto Rico solo acató sus órdenes sin saber lo que le esperaba. Al cabo de un rato ya había sido echado de su propia casa.

En ese instante de incuestionable soledad, en aquella casa que conocía ya como la palma de su propia mano; el dominicano pensó seriamente en que podría escapar, tomar otro viaje y llegar a su territorio como si nada hubiera pasado. Luego podría haberle contado lo que sucedió a ONU y exigir una orden de alejamiento hacia todos los que le habían metido en ese lío solo por el hecho de que la vida como países era simplemente aburrida...

¿Pero era eso lo que él quería en realidad?

Con un suspiro se dirigió al sillón, tirándose y tomando un cojín entre sus brazos para quedarse viendo el techo.

Las razones por las que estaba allí no eran las convencionales, estaban muy distantes de serlo en verdad; pero en cierta forma agradecía que fuera justo allí (la cómoda casa de aquel que se empeñaba en llamar mejor amigo siempre pese a que la situación había tornado en rareza) y no en algún punto de Asia con los mafiosos jugando a la ruleta rusa a su lado. Y podía sonar como algo extraño, pero se comprendían también los motivos. La vida en donde solo te ven como un pedazo de tierra es inmensamente triste y en ocasiones solitaria, no quería recordar tampoco el tiempo donde fue colonia española y vivía recluido en casa de otro país que también era visto solo como tal por su propia gente; y odiaba a España por esos tiempos, por supuesto que si, pero no podía sentir más que pena y vergüenza por el solitario en que se volvió el viejo. Pues aunque su trato fue horrible en aquella época podía recordar claramente las tantas noches en que le veía demacrado en algún lugar de la casa, dividido entre su deseo propio de tomar a aquellos niños y tratarlos dignamente por el haber nacido en su condición, y la necesidad planteada por su gente de seguir aprovechándose de ellos y sus riquezas mundanas, dándoles solo lo justo y necesario para que siguieran vivos.

Aquellas memorias crueles le hicieron apretar los labios y negar firmemente. España había sido una horrible persona, ¡de por Dios! Era demasiado tarde para reflexionar acerca de las condiciones de hace años. Estaba divagando en ello demasiado, esas cosas habían pasado hace mucho tiempo y tal vez su mente débil de momento le jugaba una pasada, si quería seguir cuerdo debía parar.

En ese momento, donde era más simple el comunicarse con otros, le dolía su yo de hace poco tiempo. Ese él mismo que estaba siendo marginado pero se esforzaba en disimular solo había desaparecido para dar paso a un él que ya de plano era objeto del aburrimiento de quienes en teoría querían ser más humanos.

Tal vez solo lo estaba intentando ver de manera positiva. 

Quizá en verdad estaban secuestrándolo con malas intenciones y debía escapar.

¿Y si llegaba a un acuerdo con PR y ambos exponían a ONU de una vez lo que estaba cociéndose a sus espaldas?

Entre la bruma de sentimientos encontrados que habían atosigado su mente de forma repentina por culpa de la confusión que cargaba desde la mañana, se quedó dormido.

🔸🔹🔸

Horas después, ya todo se encontraba en la meseta.

Puerto Rico se había derrumbado nada más volver a la casa, quedando en el mismísimo suelo de la sala, sin ganas de levantarse, para descansar los brazos y pies por todo lo que tuvo que caminar y cargar solo para cumplir con llevar lo que el dominicano había anotado en la hoja de maquinilla. Hoja a la que había llenado de ambos lados. Se le veía tan cansado, que parecía que en cualquier momento se iba a morir por culpa del dolor en sus pies.

Pero le dolían más los bolsillos. Iba a sobrevivir.

Luego de un rato había encontrado ya fuerzas para ponerse en píe nuevamente; el crepúsculo caía ya lejos de su vista, pero sabía que dentro de poco iba a anochecer. Y estaba enojado, ya estaba arrancado por cumplir con lo que el dominicano quería, aunque nadie le había obligado y solo podía recriminarse a si mismo por no cuestionarle nada. Saber que era cosa suya no aminoraba su enojo, solo lo hacía auto-despreciarse un poco más.

No dudó en cuestionarse a si mismo cuanto tiempo había pasado afuera, tal vez había sido demasiado tiempo pero no pudo cerciorarse de ello antes de que algo (alguien) llamara su completa y absoluta atención en ese momento.

Ver al tricolor durmiendo tranquilamente le había hecho olvidar por completo su molestia.

Quisqueya's Feelings {E D I T A N D O}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora