Creer en el amor era algo que desvariaba en mí; era un círculo en el que solía correr de la misma manera. Caía en manos de un amor en donde creía por completo en los finales felices, para después ir en picada hacia la desilusión y en una agonía en que aborrecía al amor y todo lo que lo rodeara.
Así que el haber visto mi celular, a escondidas en el baño, el día en que se casó Spencer, fue una tortura. Veía a todos los que podía, preparándose, siendo tan felices. Yo también lo era, me alegraba por Spen, pero al mismo tiempo dolía. Más de lo que creía; no sólo no me había invitado a su boda, sino que ni siquiera me haya considerado un padrino de boda. Tal vez ya no éramos amigos, lo entendía, o al menos quería hacerlo. Debía acostumbrarme a que así sucede en la vida y que muchos cambiamos de amistades. Ahora yo debía asumir que Brendon era su nuevo mejor amigo.
Toc toc, alguien tocó la puerta.
-¿Ryan? -llamó por mi nombre.
-Un momento -dije y bajé la cadena. Seguido a eso abrí la puerta y vi frente a mí a Dan, quien me miraba con incógnitas.
-¿Te estabas masturbando? -preguntó de golpe.
-Oye ¿qué? No, sólo estaba en el baño.
-Ajá -soltó una carcajada -. Sabes, Ryan, somos amigos. Si necesitas liberar tensiones, sólo dímelo y yo...
-¿Me ayudarás? -enarqué una ceja y me crucé de brazos, una mirada incrédula se formaba en mi rostro y una sonrisa irónica se asomaba por mis labios.
Con un silencio tan extraño, ninguno reía, pero tampoco éramos capaces de afirmar de manera concreta. Sólo nos mirábamos ¿a caso Dan estaba insinuandose de manera concreta o sólo bromeaba? Finalmente reí, más por nerviosismo que por otra cosa y pasé a un lado de él, ignorando por completo aquella conversación.
Sin embargo, para ser sincero, aquello había despejado ese sentimiento agrio que había florecido en mí por la boda que se estaba por efectuarse esa misma tarde. Ese tema no había vuelto a tocarse el resto del día, ni Dan había vuelto a hacer comentarios al respecto. No al menos hasta una semana y media después, un día antes del cumpleaños de Z.
Aquel día, la rubia se encargó de llamar a todos sus amigos y de arrastrarme a mí a un karaoke. Vaya. A veces, bueno, no a veces, siempre, que Z estaba involucrada en cantar, había algo en mí que se ponía nervioso. La quería y admiraba como artista, pero eso mismo me llevaba a que me intimidaba; me sentía igual que hace años, incapaz de cantar en un escenario, cediendo las letras al pelinegro.
Así que cuando estuvimos en aquel bar, no me atreví a levantarme de mi asiento, hasta que los vasos se vieron acumulados en nuestra mesa y vi a todos. Aunque para ser sinceros, Dan influyó en esa toma de valentía.
-¿No piensas cantarme algo? -susurró a mi oído, con la mano posándose sobre el muslo.
Mi cuerpo se congeló, estaba petrificado y reteniendo la respiración. La respiración del rubio chocaba contra mi cuello y podía escuchar el tragar de su saliva. Demonios. No entendía cómo, por qué, pero tenerle de ese modo me hacían querer comerle la boca sobre la mesa sin importarme los demás.
-¿Entonces? -insistió y apretó mi pierna ¿estás jodiéndome, Dan Keyes?
-Sabes que yo... yo no canto -respondí como me fue posible.
-Sí cantas, a mí me has cantado muchas veces. Sólo imagina que estamos tú y yo solos -acarició mi cabello y se alejó un poco de mí -. Iré al baño, cuando regrese, quiero mi canción.
Su cuerpo se vio desaparecer por entre las mesas y finalmente pude respirar con calma. Las manos me sudaban y la espalda se me había tensado. Intenté regular, a duras penas, mi respiración y pensar en qué canción cantaría. En algún instante sentía la mirada fija de alguien, tan pesado que asustaba. Comencé a dirigir mi vista de mesa en mesa, tratando de ver cada rostro y pensar en las posibilidades de por qué exactamente ellos me miraría con tanta inquietud; sin embargo, por más que mirase a todas direcciones, no encontraba los ojos que me ponían los pelos de punta. Aquello no me dejó conforme y sólo podía sentir la ansiedad apoderándose de mí.
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Dangerous blues ; ryden [parte 2/2]
Fanfiction(Secuela de Things have changed) Lo estaba olvidando, sí, eso era. Sólo a veces, pero extraña vez, se colaba en mis sueños, en pensamientos fugaces. Sin embargo, aquello ya no dolía, ni quemaba en lágrimas como anteriormente lo hacía. Mírame ahora B...