¿Sabes a quién más le gustan los tacos?

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Me llevé la mano al rostro tratando de cubrirme del sol, mientras Dan y Z Berg se acercaban a mí tratando de que despertara a desayunar. Aquella intervención había preocupado tanto a todos, que ahora se disponían a vigilarme constantemente, sin dejarme un segundo solo y rastreando aquello que veía en internet. Demasiado radical, a mi parecer.

Sin embargo, de todos, Dan era quien había estado aquí todos los días; dormía en el sofá y jugaba videojuegos conmigo tratando de despejar mi mente. Me tomaba en brazos cuando sólo quería estar tirado en cama y me llevaba a correr junto a Dottie.

El rubio me sonrió y tendió la mano. Lo quería, tal vez no de la manera en que quieres a alguna chica o chico, pero sí de una manera especial. Años de conocerlo, de tener sus palabras y su hombro para llorar. Dios, sólo los astros eran testigos de todo aquello que habíamos pasado ambos. Y vaya que sí lo quería.

-Hoy saldremos. Ponte algo lindo -dijo con la voz ronca y baja, colocando su mano en mi mejilla y dando pequeñas palmadas a esta.

Arrastré los pies hasta la cocina y abrí el refrigerador, notando que este se encontraba limpio de alcohol. Vaya. Realmente todos creían que podía caer de nuevo en el alcoholismo. Tal vez tenían razón, no estaba preparado para comprobarlo. Así que fingí no percatarme de ello y cerré de nuevo el refrigerador, olvidando por completo lo que iba a tomar de él.

Tomé asiento junto a Dan, y Z Berg me entregó lo que parecía un desayuno continental. Aquello me pareció una odisea, con la panza a reventar; sintiendo la mirada de la rubia, vigilando que terminara mi plato.

-Z, no tienes que observarme en todo momento. Estoy bien -sonreí tratando de suavizar mis palabras.

Era verdad que mis hábitos alimenticios estaban tan arraigados a mis emociones, que la decadencia de estos, llevaba a que mi apetito desapareciera por completo. Por lo que comprendía por completo la preocupación de la chica. Aunque eso no minimiza la incomodidad de sentir sus ojos sobre mí.

-Sólo... me preocupo. Ya sabes cómo soy -bajó la mirada avergonzada.

Apenas iba a pronunciar palabra, cuando Dan me puso la mano en el hombro y dijo algo como un es hora de irnos y se levantó de su silla. Yo le seguí hasta mi habitación, viendo cómo rebuscaba entre mi ropa y sacaba una camisa negra, unos jeans y unas botas del mismo color.

-Esto dice Ryan Ross en todo su esplendor -me tendió las cosas y yo proseguí a quitarme la playera de la pijama -. Yo... em... te dejaré solo para que puedas... ya sabes -y se fue sin mirarme a los ojos.

Reí ante aquella situación, sin embargo, no le presté atención y me dispuse a vestirme. Viéndome al espejo en el intervalo donde me encontraba desnudo; las costillas marcadas contra la piel y las rodillas huesudas. Aparté la mirada y un sentimiento extraño me recorrió el cuerpo. Diablos. Me miré las muñecas. Thin as a dime y al instante traté de despejar mi mente de esa recriminación interna.

-¿Listo? -preguntó Dan y yo salí a los segundos.

El chico me sonrió y vio de arriba a abajo, orgulloso de su elección de ropa. ¿A quién rayos se le ocurría salir de negro en medio mayo? Al rubio solamente. Y yo solamente rogaba por no morir de deshidratación.

Nos despedimos con un gesto de Z y jugué con las llaves de mi auto entre mis dedos. Tarareando una canción, tratando de descifrar a dónde es que nos dirigíamos. Traté de cuestionar al rubio sobre ello, pero aparentemente no quería decirlo y buscaba que sólo me hiciera sentir mejor. Posiblemente cuidando sus acciones y sus palabras para evitar que recordara al pelinegro.

-¿Vamos a evadir el tema toda la vida? -pregunté cuando nos detuvimos en una luz roja -. Sería mentira si te dijera que no me duele, que no quisiera correr con él y abrazarlo. Pero yo decidí dejarlo, fui yo. Finalmente entendí que él no me ama, o bueno, no como yo lo quisiera. Es algo que tengo que aceptar -me encogí de hombros -. No es fácil, me duele más de lo que parece, pero ¿qué puedo hacer? No es la primera vez que me rompen el corazón. Lo superaré -concluí y Dan guardó silencio, tal vez atónito o sin saber qué decir.

Dangerous blues ; ryden [parte 2/2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora