Era un día medio nublado, pero con un calor persistente (para mí, lo normal de julio). Aunque no suponía ningún problema, ya que un buen chapuzón en el agua lo podría solucionar. El sol, iba y venía astuto, pero aun así podías terminar con los hombros rojos. El agua del mar tenía la temperatura ideal: ni demasiado fría, ni demasiado caliente. Eso sí, corrientes de agua fría iban y venían, como el sol. Quizá estuviesen más relacionados de lo que yo pensaba.
Por donde quiera que pisaba, había niños (mencionar que esos niños resultaban ser mis primos). Los había desde los quince años (mi edad), hasta los dos años. Aquel día, fue un día de playa en familia.
¿Sabéis que va de la mano de los niños? El ruido. Pero claro, no solo de los que compartían mi sangre, sino de todos los demás niños de diferentes familias que estaban pasando allí el día. Toda esa concentración acústica se había acomodado en mis oídos, impidiéndome apenas pensar. Pero por suerte, alguien empezó a trepar por mi pierna, alguien pequeño, frío y húmedo. Miré hacia abajo, y resultó ser una de mis múltiples primas que acababa de verme llegar, y ella de salir del agua, por eso estaba fría y mojada. Yo la cogí en brazos, y la abracé, la verdad es que es una de las pocas que me caen bien (tiene 5 años, pero bueno, los hay más molestos).
Pasó un rato hasta que decidí irme al agua, pero obviamente no me fui sola. Mis dos primos, yo diría que los dos más pesados que tengo, se vinieron atrás mía. Y mira que intenté ir lejos y profundo para que no me persiguieran, pero encima sabían nadar lo suficientemente bien para no ahogarse. De ellos no me pude deshacer.
Por la tarde, después de un almuerzo caótico en el que solo había viento que volaba la comida y ruido de todos hablando como locos, volvimos a bajar a la playa. Fue entonces, cuando intenté escaparme yo sola un rato al agua. Decidí como antes, nadar un poco profundo, lo suficiente como para yo poder llegar al suelo de puntillas sin que las olas me hundiesen demasiado.
Empiezo a dejarme llevar por el agua, "tumbándome" sobre ella. Noto como el agua hace un contorno con mi cuerpo, bordeando cada centímetro, cada extremidad. Bordeándome los dedos de las manos, siento una sensación muy relajante, puedo jugar con el agua así. También noto como las olas me acarician la cabeza, masajeándome el cabello. Es una sensación extraña pero a la vez muy... ¿agradable? Como si te empezases a fusionar lentamente con el agua, y el agua a su vez te abraza, acunándote a su ritmo. Un balanceo, que hace que relajes todo el cuerpo, que hace que te quieras quedar allí para siempre, para que el agua te mueva a su antojo.
Pero llegó un momento, en el que empecé a sentir, como el agua, las olas y el sol, empiezan a hacer su efecto, haciendo que esté muy a gusto. Demasiado a gusto. Tanto, que de repente, noto como mi alma y mi cuerpo, comienzan a separarse lentamente. El cuerpo, queda balanceado en el agua, la mente, sigue activa, pero observa sin poder hacer nada, como el alma abandona el cuerpo. Va lentamente subiendo, y el cuerpo, asustado, ve desde el subconsciente, que del cielo algo nublado, se abre un rayo de luz que hace que el alma suba por él, como si fuera un imán con poca fuerza.
Y entonces, lo pude ver. Vi como empezaba a salir de mi propio cuerpo, que se quedaba pálido y quieto, mientras que el agua seguía balanceándolo. Intento llegar a él, pero siento como si algo o alguien me tirase hacia el cielo. Mi familia, a la cual logro ver desde la orilla, se da cuenta de que llevo bastante tiempo quieta sobre la parte más superficial del agua. Empiezan a llamarme, pero al ver que no reacciono, empiezan a gritar e intentar nadar hacia mí. Un silbato desde la orilla, supongo que la socorrista, a la cual no alcanzaba a ver por el rayo de luz que me arrastraba, daba una señal de aviso. Pero nadie llegó a tiempo. Una ola, la más grande de los últimos años, comienza a surgir desde las más profundas aguas, y empieza a acercarse peligrosamente hacia mi cuerpo. A cada segundo, crece más y más, y mi cuerpo inerte, no la puede esquivar. Así fue, como una ola hundió mi cuerpo, que aún no se sabe donde pudo quedar, pues el día empeoró y una gran tormenta comenzó, haciendo que las aguas se movieran bruscamente. Fue imposible hacer algo, ya que ni siquiera los barcos lo encontraron. Mi familia, que hizo lo imposible por encontrarme, se quedó destrozada, al ver como una ola me arrastraba hacia lo más profundo del océano y ellos no pudieron hacer nada.
Fue algo más extraño de lo que parece, pues ya estaba muerta antes de que la ola se abalanzase sobre mí. Tengo la teoría de que fue algo de lo que comí, o simplemente una parada cardíaca, ya que mi mente seguía activa y por lo tanto no pudo ser una muerte cerebral. Aún nadie sabe donde estará ahora mi cuerpo, o más bien lo que quede de él, pues de esta historia hace ya unos cuantos de cientos de años. Creo que soy de las únicas personas que estarán contentas con su muerte. De un modo u otro, siempre pensé que el mar era algo a lo que pertenecía. Cada vez que estaba en contacto del mar, me sentía bien, me sentía yo misma al cien por cien. Y parece ser, que el mar lo captó de otra manera.