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"Cuando el lobo de fuego y el mestizo se encuentren, las penas caerán sobre la gente"



Jeon Jungkook solía ser un muchacho con sueños y esperanzas, las cuales se fueron opacando con el paso del tiempo, al igual que su sonrisa.

Él era un omega y la vida fue difícil para él a pesar de ser parte de la realeza. Tuvo que aprender por la fuerza a valerse por su propia cuenta, aunque ello le trajera severas consecuencias. Por eso, en la oscuridad del establo, Jungkook reflexionaba acerca de su situación actual.

Había sangre debajo de sus uñas. Él se preguntaba a quién había dañado esta vez. Usualmente, cuando perdía el control sobre su lobo no recordaba las cosas que hacía. Metió las manos en un barril junto a los establos. El agua helada le mordió la piel, pero la sangre no salió, parecía adherirse aún más. Jungkook odiaba todo esto. El no poder controlar a su lobo. La sangre. Las pesadillas recurrentes.

Los cascos resuenan contra los adoquines en algún lugar detrás de él, seguidos por el tintineo de las riendas de un caballo.

No necesita mirar. Los pasos cortos pero apresurados de Park Jimin siempre lo siguen a una distancia segura hasta que se completa la transición.

Jungkook se sacude el agua de las manos y se da la vuelta. Jimin está a unos metros de distancia, sosteniendo las riendas de un caballo. El animal sopla con fuerza, su pecho y flancos están húmedos de sudor a pesar del frío de la madrugada. Le tenía miedo, Jimin también, aunque no lo dijera.

Durante todo el tiempo que ambos compartieron juntos, la apariencia de Jimin es de alguna manera una sorpresa continua. Se ve tan joven como el primer día en que lo conoció, su cabello rubio ligeramente descuidado, su rostro imberbe. El atuendo de príncipe le sentaba bien, Jungkook siempre se lo dijo, cada hebilla y correa perfectamente arreglada, cada arma brillando en la oscuridad cercana.

Siempre tuvo ese destello de entusiasmo en sus ojos, una chispa de aventura. Para desafiar. Jamás ha logrado oscurecerse con el paso del tiempo, porque a pesar de tener veintiún años, Park Jimin seguía siendo el mismo adolescente que él alguna vez conoció.

Jungkook se preguntaba si su apariencia inalterada también lo asustaba.

—¿Qué tan mal?

—Nadie esta vez, todos están bien.

Esta vez.

¿Debería sentirse aliviado? La verdad es que no. Cada vez le cuesta más poder controlar a su lobo. Por alguna razón, cuando estaba fuera de sí, su lobo ni siquiera reaccionaba a la voz de mando de un alfa.

—¿Y mi guardia?

—Desapareció.

Una presión estruja su caja toráxica cuando mira la sangre que mancha sus manos. Con rapidez, vuelve hacia el barril y entierra las manos en el agua. Estaba tan helada que casi le roba el aliento.

—Estoy cubierto de sangre, Jimin. —Una repentina ira recorrió su pecho—. Maté a alguien.

Como si sintiera el peligro, el caballo pisa fuerte y baila al final de las riendas. Jimin extendió una mano para calmar al animal.

—Anoche seguíamos un rastro de sangre en el camino que salía del bosque —dijo, indiferente a la ira de Jungkook. Estaba acostumbrado a eso—. Caíste sobre ella y tu lobo tomó el poder porque pensó que estábamos en peligro. No lastimaste a nadie.

Eso explicaba la condición del caballo. Ellos viajaron lejos de noche.

—Oh, de acuerdo —dijo por lo bajo, no del todo seguro de que lo él le dijo fuera verdad. Jimin era su mejor amigo y él siempre lo protegía, por eso, a veces Jungkook sentía que no podía creerle, al menos no del todo—. Escucha, yo-

Empires |Taekook OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora