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"Muchas veces cometemos el error de dejar entrar al enemigo a nuestra casa"



Había ocasiones, aunque no muchas, en las que Yeonjun se alegraba de ser parte del Clan Jeon. Aquella noche, mientras se llenaba una vez más la copa de vino de la jarra de un mozo que pasaba junto a él, pensó que esa era una de ellas.

Volvió a ocupar su lugar en el banco, entre los escuderos jóvenes, y bebió. El sabor dulce y afrutado del vino le impregnó la boca y dibujó una sonrisa en sus labios.

La sala principal estaba llena de humo y el aire cargado del olor a carne asada y a pan recién hecho. Los estandartes cubrían los muros de piedra gris. Alguien tocaba el arpa al tiempo que recitaba una balada, pero en aquel rincón de la sala apenas se lo escuchaba por encima del crepitar de las llamas, el estrépito de los platos y las copas, y el murmullo de cientos de conversaciones ebrias.

Hace dos horas la cena había empezado. Jungkook ocupaba el sitio donde el rey se sentaba dado que, en ausencia de su padre, él estaba a cargo. Yeonjun estaba más que seguro que él no le permitiría beber vino, ni siquiera una sola copa. En cambio allí, nadie impedía a Yeonjun beber tanto como quisiera para saciar su sed. El Clan Kim estaba de visita, al parecer, Kim Seokjin vino en nombre de su padre para tratar el tema respecto a las misteriosas muertes.

Park Jimin también estaba allí, en compañía de su hermana. Ella era tan bella como comentaba la gente. Se adornaba la larga cabellera rubia con una diadema engastada con piedras preciosas, le hacían juego con los ojos. Jimin la acompañó a su asiento, pero ella ni siquiera lo miró. Yeonjun vio lo que ocultaba tras su sonrisa, pese a sus ocho años.

¡Ah! Allí estaba el nuevo guardia, el cual a partir de ahora en más lo tendría pegado a su trasero, cosa que Yeonjun no le agradaba en absoluto. Por un momento pensó que le diría algo sobre la copa de vino en su mano, pero el alfa solo lo miró con desinterés. A Yeonjun no le gustaron los labios fruncidos de Taehyung, ni la mirada aburrida y desdeñosa que dirigió al salón principal.

Algo se le frotó contra la pierna por debajo de la mesa. Yeonjun vio los ojos ámbar que se alzaban para mirarlo.

—¿Otra vez tienes hambre? —preguntó.

Todavía quedaba medio pollo en la mesa. Yeonjun fue a arrancarle un pedazo, pero se le ocurrió una idea mejor. Pinchó la pieza entera y la dejó caer al suelo, entre las piernas. El pequeño lobo lo devoró en un silencio salvaje. Sus hermanos no sabían que él tenía un lobo, solo le había mencionado una vez que iba al bosque a jugar con él. Sabía que si preguntaba no le habrían dejado asistir al banquete con el lobo, pero en aquel rincón de la sala nadie había protestado por la presencia de su cachorro. Se dijo que en aquel aspecto también tenía suerte.

Le escocían los ojos. Se los frotó con energía, maldiciendo el humo. Bebió otro trago de vino y se dedicó a mirar cómo el cachorro devoraba el pollo.

Los perros correteaban entre las mesas tras los pasos de las camareras. Uno de ellos, una perra negra de grandes ojos, captó el olor del pollo. Se metió bajo el banco para reclamar su parte. Yeonjun observó el enfrentamiento. La perra lanzó un gruñido bajo y se acercó más. El cachorro alzó la vista en silencio y clavó aquellos ojos ámbar en la hembra. La perra lanzó al aire una dentellada desafiante. Era tres veces más grande que el lobito. Él no se movió. Se irguió junto a su botín, abrió la boca y enseñó los colmillos. La perra se puso en tensión, ladró de nuevo y cambió de idea con respecto a aquella pelea. Se dio media vuelta y se alejó. El cachorro volvió a concentrarse en su comida.

Yeonjun sonrió y acarició el pelaje blanco tupido por debajo de la mesa. El lobo alzó la vista hacia él, le dio un mordisquito cariñoso en la mano y siguió comiendo.

Empires |Taekook OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora