El día de hoy era nublado y estaba corriendo un frío viento mientras estaba parado esperando a que salieran como todos los días de la gran mansión. De pronto la puerta se abrió, salieron dos chicos, uno tenía la cabellera rojiza como una cereza con los ojos bicolor, uno era igual al de su cabello y el otro era dorado, Akashi estaba teniendo su vista fija en su celular sin percatarse del otro que estaba tratando de llamar su atención con un montón de cajas y papeles enrollados, su cabello negro que tapaba sus orejas por lo largo que era se mecía por el viento, sus ojos verdes fruncidos pero con una alegría y sus labios haciendo muecas de seguro quejándose que le prestara atención con un <<Aka-chan>>, Reo Mibuchi, mi alfa destinado pero que nunca me dedicaba más que una mirada, él chico que andaba totalmente enamorado de mi mejor amigo, él chico que solo estaba en mis ojos.
-Shintauro, que hacías aquí afuera con este frío –Akashi rápidamente se quitó su bufanda gris para ponérmela- Cielos... ya sabes que mi casa es tu casa, hubieras tocado la puerta sabes que el señor Yokio te trata como mi hermano.
Asentí- Lo siento no quería ser una molestia –Pude ver un Lexus negro estacionándose, Reo dejo las cajas en el carro y dijo- Aka-chan, te vas a morir de frío si no llevas nada puesto –Rápidamente se quitó su bufanda verde claro para ponérsela de forma delicada mientras lo ayuda a ingresar al Lexus, se volteó a mirarme y dijo- Vamos Midorima, se nos hará tarde. Dentro del carro, me dispuse a mirar por la ventanilla encontrándome con el mismo paisaje gris con el fondo de las risas de Reo y las palabras cortas de Akashi, a veces no sé porque elijo esta tortura, pero... volteo a verlos y siento el acostumbrado crujido de mi corazón.
Recordando la primera vez que lo vi fue hace 9 años, fue en diciembre unos días antes del cumpleaños número 10 de Akashi, había ido a su casa como todos los días, estaba con mi conejito cuando entré a la sala, vi a un niño de cabellos negros jugando con los cojines de los muebles, algo que en mi corta edad me parecía pecado, estaba muy asustado de que me culparan a mí también de todo el desastre que había creado este niño cuando un cojín paso volando por mi cabeza haciéndome asustar, soltando un chillido y dejando caer mi conejo, en eso las puertas se abrieron.
-Reo ¿Cuántas veces tengo que decirte que no hagas un desastre la sala? Seijuro va a matarte cuando entre –Resoplo un chico de cabellera naranja de unos 12 años, el guardián de Akashi, Nash que se despeinaba los cabellos- Oh... ya estás aquí, creí que te ibas a demorar –me dijo medio irritado, asentí.
-Moo~ Gold-san, si sigues arrugando tu frente terminaras como un viejo feo –él otro chico le saco la lengua en el proceso cuando recién volteo la mirada para fijarse en mí, no pude escuchar lo que Nash le respondió, me perdí en sus ojos verdes, mi pequeño cuerpo se estremeció y sentí un terrible calor inundarme. Él chico se me acerco, recogió mi conejito del suelo, agarro suavemente mi mano para besarla, sonrojándome instantáneamente- Mucho gusto lindo, soy Reo Mibuchi –cuando sonrió creí ver lo más hermoso del mundo.
- Reo es mejor que vayas a limpiar este desastre sino quieres que envié tu cabeza en una carta a tus padres ¿no? –rápidamente salí de mi ensoñación agarre mi conejo y trate de respirar, por el rabillo puede ver al chico de rodillas en frente de Akashi y corriendo a ordenar todo a la velocidad luz.
Nos dispusimos a leer unos libros que el padre de Nash había traído de América cuando Reo-kun se sentó a mi lado tomando mi mano- Seamos amigos –lo miré y asentí- Desde hace rato estas temblando, ¿tienes frio? –antes de que pudiera decir algo él se quitó su suéter para ponérmelo, desde ese día sin falta los cuatro nos reuníamos para pasar la tarde convirtiéndonos en seres inseparables, creando recuerdos, pero que idiota fui para pensar que iba a ser para siempre, después de tres años de nuestro encuentro Reo se enamoró de Akashi, siendo yo la manzana sobrante cuando Nash nos dejó, el mal tercio, detestado por él.
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¿Amor?
Fanfiction"Pasaste por allí y me pregunté si eras tú, pero certeza no tuve entre las nubes fuiste escondido bajo la luna de medianoche... Las noches olvidadas en las que nuestro amor compartimos están de luto por esas lágrimas de tan curioso matiz...Una carta...