Capitulo 1 ~Malditos Platos~

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—¡Vaya, idiota, de verdad te atreviste a aparecer! 

                     
Bright notó como todos los ojos se enfocaban en él. Su hermana y sus cuatro empleadas, todos los ojos lo miraban. Sonrió un momento como él lo sabía hacer, lanzando su mochila a una de sus empleadas, mientras se despojaba de su casaca de cuero negra, deslizándola por su cansado cuerpo de veintitrés años para luego echar un vistazo a lo que tenía al frente. La casa estaba igual como la dejo hace tres semanas, lo único que había cambiado era la mesa de comedor, que estaba atiborrada de todos los platos habidos y por haber. Su sonrisa sinvergüenza se ensancho, mirando ahora a la que era su hermana. 

                     
—¿Por qué no aparecería? ¿Acaso no enviaron al chofer para que vaya por mí? 

                     
—No sé, pensé que te quedarías por ahí, haciendo lo que te gusta... 

                     
¿Haciendo lo que le gusta, dijo? Bueno, quizá, Prae tenía razón. Cada vez que llegaba de viaje, se iba a cualquier pub cercano y terminaba follando a media ciudad. Sí, claro, era extraño que hoy no se encontrarse "haciendo lo que le gusta". 

                     
—¿Por qué? ¿Alguna de tus amigas está disponible, hermanita?

                     
—Imbécil. 

                     
—Si es que es así, solo avisa y pásame su dirección. No, no, mejor dile que vengan ellas para acá, pues el que les hará el favor seré yo. 

                     
—Cerdo, creo que quieres morir. 

                     
Bright reprimió una carcajada, lanzándole su abrigo en el rostro y caminando hacia la mesa vacía para sentarse y engullirse todo lo que le sea posible. Si hoy no habría sexo, al menos había comida, ¿no? Tomó un plato frente a la incrédula mirada de su hermana y lo lleno de fideos, llevándoselos a la boca luego. 

                     
—Bright, que bueno tenerte temprano, ¿cómo te fue en Boston? 

                     
La voz de su padre lo detuvo enseguida. Los fideos tocaron su boca, pero esta no los probó. Se levantó enseguida, fingiendo la mejor sonrisa que podía. Su madre también lo miraba con el rostro más serio que había visto en su vida, repleta de esas estupideces enormes alrededor de su muñeca, sus orejas y su cuello. 

                     
—Pensé que vendrían luego y tenía mucha hambre —hizo una reverencia mal hecha y se sentó de nuevo, echándole un ojo al spaghetti—. No pasó nada interesante en Boston, la charla estuvo muy aburrida, pero hice lo mejor de mí, créanme

                     
Si, exacto, él había hecho lo mejor de sí, se había reventado todas las botellas del hotel, había tocado todos los culos expuestos en la piscina, había tenido sexo acuático, había llevado a su habitación a todas a las que le fue posible y mientras asistía a la charla empresarial, había flirteado con señoras mayores que él. Bright había hecho lo mejor de sí, de eso no cabía duda. Observó como todo mundo se sentaba alrededor de la mesa. 

                     
—Qué bueno que estés interesándote más, sabes que es por tu bien, debes ya empezar a prepararte para hacerte cargo de la empresa —su madre habló de repente, elevando la mano hacia las uniformadas criadas—. Sírvenos el vino y ven llévate algunos platos, que están de más. 

                     
¿Hacerse cargo de la empresa? Esa era la mayor bobada que había escuchado en su vida, pero no dijo nada y solo se llevó la comida a la boca, maldiciendo en su mente. En realidad, solo había accedido a ir a Boston por dos razones. La primera era que podría ventilarse las neuronas y follar con extranjeras y la segunda, obviamente, era que si no lo hacía, su padre era capaz de amputarle los testículos y desheredarlo. Así como lo escuchaban. Dos de las criadas se acercaron rápidamente, retirando uno que otro plato en silencio. 

                     
—Tráeme un vaso de jugo de naranja con tres cubitos de hielo —Prae se cruzó de piernas, sin prestar atención a la comida que se encontraba a su frente—. Pero rápido, porque me duele la garganta. 

                                     
                       
La anciana asintió de inmediato, moviéndose seguramente hacia la cocina. 

—¿Y cómo están los negocios por Boston, hay mucha aceptación? 

Bright no movió la mirada de su plato, solo continuó absorbiendo los fideos por sus labios de forma brusca y tomando algo de ensalada hacia su plato. Le valía mierda la aceptación que los negocios tengan en Boston, pero no podía escupirlo de esa manera. 

—Claro, hay aceptación por todas partes... 

—Lo sé, pero no sé si será bueno arriesgar mucho dinero ahí. Tendría que analizarlo mejor en la próxima reunión —su padre interrumpió, bebiendo un tanto de su copa—. Si, definitivamente, tengo que empezar a esparcirme y Boston es una buena idea... 

Si, mierda, mientras a él no le falte dinero, su familia podía construir todas las putas empresas que quiera y restregarse en ellas también. Tenía ganas de salir de esa casa, subirse en su deportivo, largarse al pub más cercano y mandar todo este numerito barato de cena familiar muy al diablo. Pero tenía que tolerarlo; además, sus padres no tardarían en hacerse humo el día siguiente y volar en avión a algún otro país, dejándolo libre en casa. El solo sentir la libertad de nuevo, le hizo exhalar de golpe, mientras se vertía todo el vino en los labios. Maldito vino, no tenía ni una gota de alcohol, ¿de dónde lo habían sacado? 

—Bright, no bebas tan rápido. 

El hombre enorme lo reprendió, ahora enviándole una mirada severa. Sin embargo, Bright solo atinó a jugar con la copa entre sus manos, logrando divisar su propio reflejo en el cristal: su camiseta blanca, sus vaqueros negros y su cabello desordenado por el viaje. Menuda mierda estaba hecho, aunque seguramente a muchas las pondrían calientes el verlo de esa manera. 

—¿A qué horas piensa traerme el jugo? ¿No lo va a traer nunca? 

El mujeriego muchacho colocó los ojos en blanco, volviendo su cabeza hacia la cocina. Sus ojos marrones se movieron desinteresados y estuvieron al borde de regresar a su plato cuando algo en la cocina captó rápidamente su atención, logrando hacer que se relamiera los labios. ¿Estaba viendo bien? ¿Ese maldito trasero que tenía frente a sus ojos le pertenecía a alguien en su casa? Sus labios se humedecieron con su lengua nuevamente, mientras no quería perderse ningún movimiento de ese bien proporcionado trasero. 

Vaya, vaya, ¿había alguna invitada no presentada en la casa o su visión se había vuelto pornográfica y estaba alucinando traseros perfectos? No, definitivamente, era real. Su oscura y lasciva mirada descendió hasta sus piernas, maldiciendo a quien quiera que sea esa mujer por estar usando un pantalón negro largo hasta los pies. Se mordió el labio con inquietud, enviando a la mierda a las escaleras, pues se interponían en su visión, evitándole ver de la cintura hacia arriba. Pero bueno, al menos, le daba acceso a la mejor parte, ¿verdad? Su imaginación se fue al bote cuando observó como "la dueña del buen trasero" se acercaba hacia ellos repentinamente. 

Oh mierda, la diversión había realmente llegado cuando menos lo esperaba. 

Escuchó el sonido de vasos tintinando al sentirla aproximándose. Una sonrisa algo fiera se formó en sus labios. De seguro, era alguna otra empleada que había sido recientemente contratada y añadida al personal, pero su ética de "una buena follada de una noche" no hacia discriminación alguna, así que tener sexo con el personal de servicio, también estaba aceptado. Sobre todo si el personal de servicio, tenía ese cuerpo. Deslizó la copa de vino entre sus manos, mientras escuchaba que el resto mantenía una conversación sobre algo que no era de su interés. Y finalmente, la de buen trasero apareció frente a ellos, acabando con todas sus malditas expectativas de golpe. 

Inocencia PasionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora