-Vas a estar siempre a mi lado, Anne. Solo la muerte podrá arrancarte de mis brazos porque si te alejas de mí voy a matarte, adornare tu hermosa frente con una bala y justo cuando dejes de respirar besare tus dulces labios por última vez -susurro
A...
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Años atrás
Gerald observo con desagrado y disgusto a los hombres de Marcus que se movían por el hotel como si fueran simples clientes más.
No había podido dormir en la noche pensando que en cualquier momento los hombres de Marcus se levantarían y empezarían a disparar cual desquiciados, no podía confiar en una persona tan horrible como lo era Haggard.
—¿Qué haces Gerald? —el hombre dio un salto mientras llevaba una mano a su corazón intentando tranquilizar sus frenéticos latidos, la niña le había dado un susto de muerte.
La jovencilla soltó una risita suave antes de articular una disculpa, la pelirroja también curiosa por ver lo que observaba con tanta atención asomo su cabeza, pero lo único que vio fue a los típicos clientes.
Esto debido a que los hombres se habían arreglado para no llamar demasiado la atención y poder camuflarse con el entorno.
Gerald se puso en cuclillas quedando a la altura de la niña, le sonrió con ternura y observo lo radiante que lucía hoy. Anne era preciosa, tanto que sin duda llamaba la atención, pero hoy particularmente lucia más hermosa que nunca.
—¿Vas a la escuela? —pregunto con cariño sonriendo con diversión cuando la pequeña asintió rápidamente por la emoción.
La niña adoraba ir a la escuela, le gustaba mucho hablar y jugar con sus amigos, las clases eran entretenidas y los profesores bastantes amables por lo que incentivaba su personalidad risueña y dulce.
El hombre suspiro por lo bajo y dándole otra mirada a recepción negó resignado.
—Peque quiero que te mantengas muy lejos de todos esos hombres, ¿si? —le pidió cariñoso, la niña frunció las cejas confundida.
—¿Por qué? —pregunto con la genuina inocencia y curiosidad propia de las criaturas.
—Porque son malos —declaro el hombre con la amargura invadiendo su boca.
—Mamá dice que no hay malas personas —respondió la joven abrazando su oso de peluche.
Gerald quiso golpearse la cabeza contra el mostrador al escuchar tal respuesta, decirle algo así a una niña podía resultar peligroso, nunca se sabía qué clase de personas podían encontrarse en la vida.
¿Cómo se le ocurría a Susana?
El hombre suspiro frustrado, decirle que no había personas malvadas cuando el mundo estaba repleto de ellas era totalmente irracional.
—Lo que pasa peque es que hay personas que son menos buenas que otras y así sucesivamente, entonces cuando no eres muy, muy, pero muy bueno eres malo, ¿Entiendes? —por supuesto que la niña no entendía ni siquiera el terminaba de entender la estupidez que había dicho.
