Capítulo dos.
Noté como mi respiración se aceleraba a ritmo constante a la vez que el silencio se adueñaba de mi alrededor, aquel intenso escalofrío no hacía más que intensificarse mientras el tiempo parecía ir cada vez más y más lento. Finalmente, los nervios se habían apoderado de mi.
— Espera, no me siento muy bien. — Dije dirigiéndome a Abby mientras me llevaba una mano hacia la cabeza.
Al pasar unos segundos en los que intenté calmarme, abrí lentamente los ojos para seguir mi camino. Inmediatamente luego de ello, logré ver que poco a poco se aproximaban hacia nosotros unas extrañas sombras que aumentaban su tamaño, gracias a esos nervios espontáneos decidí darme la vuelta inmediatamente sin siquiera pensarlo, de alguna forma sabía que aquello que mis ojos contemplaban no era más que mi destino personificado.
— ¿Qué quieren de nosotros? — Mencioné dirigiéndome a tres hombres de un aspecto no muy amigable que se encontraban frente a mi.
— Tantas cosas queremos de este mundo, pero por ahora nos basta con la basura que ven mis ojos. — Uno de ellos se aproxima lentamente hacia nosotros
— Si quieren algo pueden tomarlo, pero no le hagan daño a ella. — Me coloqué delante de Abby para protegerla.
— No creas que somos tan malos, al menos dejaré que te despidas de la chica. — Se acercó lo suficiente como para dejar ver una barra de metal, la cual su mano sostenía.
— ¿Qué? ¿Despedirme? — Mis extremidades temblaban del miedo y de la desesperación, no quería que la lastimen.
— Si, despedirte, pero ya cambié de opinión, nos hiciste perder mucho tiempo. — Alzó su mano a la vez que sostenía la barra de metal, para luego precipitarla hacia mí.
En un intento desesperado por evitar su golpe me abalancé sobre él, sabiendo que si me movía hacia un lado podría golpear a Abby. Conseguí derribarlo y quitarle su arma, pero antes de que pudiera ser capaz de tener la mínima reacción posible algo me golpeó fuertemente la cabeza dejándome inconsciente.
Luego de unos minutos conseguí recuperar la conciencia, aún sentido por el fuerte golpe y con las manos atadas logré distinguir una ventana de lo que parecía ser el interior de un automóvil. Mis ojos apreciaron aquellos hermosos árboles que alguna vez dejaron caer sus hojas como si de la mas pura llovizna se tratase, dando alegría a los apagados pueblerinos de la zona. Sabía que esa imagen representaba a mi pasajera realidad que, pacífica o no, había mantenido hasta ese entonces.
— Ja ja, ya despertó el bebé. — Fue lo que logré escuchar mientras las lagrimas comenzaban a brotar de mis ojos.
— Ponlo a dormir de nuevo, no queremos problemas. — Una segunda voz se alcanza a notar.
Así fue como nuevamente perdí el conocimiento, probablemente producto de otro de sus golpes, esta vez metiéndome en un sueño que parecería eterno.
Finalmente, desperté en un oscuro y frío lugar. Un silencio abrumador se apoderaba de mi a la vez que sentía no tener fuerzas para mover cualquier parte de mi débil cuerpo.
Cuando por fin conseguí ponerme de pie con ayuda de la pared, intenté dar un paso para terminar fracasando en el intento, me desplomé contra el suelo mientras comenzaba a llorar de la impotencia. Después de todo solo sería libre para ello, para llorar y recordar todo lo que tenía o que nunca logré tener.
Es tan raro extrañar aquello que jamás logramos obtener o que solo poseemos en nuestros pensamientos, aquello que por cuestiones de la vida no pudimos conseguir o valorar. Pensamos que luego de un tiempo dejaremos ir esa sensación, la sensación de extrañar lo que nunca fue ni podrá ser ya que después de todo nunca seremos libres ni de nosotros mismos, ni de los demás.
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Sin una Razón
Teen FictionDos adolescentes son secuestrados y torturados con la efímera esperanza de escapar de esa dolorosa realidad. Por un lado se encuentra Josh, un adolescente promedio que ha sido separado de su pequeña hermana con parálisis cerebral al ser dejado incon...