¿Eres tú?Era de noche y notaba una extraña sensación desde hacía ya unos días. Parecía que ella se estaba acercando, me asustaba verla. Natalia estaba a mi lado escogiendo la película que quería ver, la verdad es que siempre las escogía ella. —¿Marcos podemos ver una de miedo? — me preguntaba con esa cara de niña buena que me traía loco. —La que quieras cariño, sabes que me gustan todas. — En verdad las de miedo a ella no le gustaban, pero lo hacía para acercarse a mí y para que yo le abrazara, cada viernes era el mismo plan. Mientras ella miraba la pantalla yo me perdía entre pensamientos. Hacía unos días que en casa me atormentaban y no podía aguantar más. El único momento en el que podía relajarme era cuándo estaba con mis amigos o Natalia. Ella no era mi mitad, pero en verdad me da igual, me hace feliz y está a mi lado. Es lo único que me importa, pasó el rato y volví a casa. Hacía poco que había salido del hospital, era obvio que tenía unas heridas en las muñecas que los demás podían ver. Pero ya entendían la situación por la que estaba pasando así que no hacían preguntas, entré en casa y mi padre volvió a chillarme.
Era la escena de siempre, me chillaba y yo me callaba. Desde que tengo uso de razón siempre ha sido así, en más de un momento me ha levantado la mano. Tanto él como mi madre, eran personas a las que no consideraba mis padres. Jamás me han querido, jamás me han demostrado un poco de afecto. ¿Les odio? No, son mis padres después de todo. Pero la depresión y los malos momentos que llevaba encima más de una vez hicieron que intentara quitarme la vida. La última vez fue hace una semana, esta vez casi lo logro, pero como siempre parece que hay alguien que no quiere que me vaya. Mi hermano Markus también se mete conmigo, parece que en esta casa todos me odien.
Tengo veinte años y aún sigo atrapado en esta maldita cueva, jamás entenderé el porqué de este abuso y de este odio. Muchas noches me quedo mirando por la ventana y le noto. Sé que está en algún lugar, no quiero caer en estas leyendas, pero no puedo quitármela de la cabeza. No sé quién es, no sé su nombre ni de dónde es. Pero me tiene atrapado, tanto el alma como mi cuerpo. Desde que estoy con Natalia nunca he podido hacer algo con ella, algo me echa para atrás. Ella lo entiende y me da mi tiempo y mi espacio. Es una buena chica y le quiero, pero últimamente le noto. ¿Quién será?
La alarma vuelve a sonar, me levanto y me preparo para ir a la universidad, por las mañanas no veo a nadie de mi familia y la verdad lo agradezco. Llego y como siempre vamos a clase Adrián y yo junto a Natalia. La mañana pasó rápida y como siempre fuimos a la cafetería que está al lado de la biblioteca, el café de allí es exquisito. —¿Adrián te apetece algo? —Le pregunté para pedir, no contestó y esa era su respuesta de "no quiero nada gracias, pide para Natalia." Siempre era lo mismo, Natalia me acompañó dentro y luego entró Adrián. Estaba por pedirle al camarero, pero esa sensación que llevaba días sintiendo volvían a salir y mucho más fuerte que nunca. Es ella y está aquí. La necesidad de buscarla fue más fuerte que yo mismo y mi amor por Natalia. Empecé a buscarla por la pequeña cafetería. Una chica castaña sentada en una mesa junto a un chico me llamó mucho la atención. Cuando se giró de repente y me miró lo noté, una palpitación tras otra.
Un dolor en el pecho que cada vez era más y más fuerte, se levantó y se estaba acercando. Sí, era ella. La encontré, me encontró. —¿Marcos que te pasa? — decía Natalia agarrándome del brazo y estirando hacía la puerta. Tanto ella como Adrián se dieron cuenta de lo que estaba pasando, la había encontrado y como dos piezas de un puzle necesitaban volver a encajar y a estar juntas. Me giré y miré a Natalia, me miraba con unos ojos tristes que rogaban que no fuera. Con todo mi dolor me fui de allí, corrí y salí de esa dichosa cafetería. —Marcos por favor aguanta. — Me decía Natalia agarrándome para que no fuera con ella.
—Lo intento cariño, lo prometo. — El dolor que estaba sintiendo en ese momento era demasiado fuerte. Era ella, era ella. Es lo único en lo que podía pensar, no tenía fuerza de voluntad para parar las ganas de ir. —Marcos, te lo he dicho muchas veces. No puedes cambiar lo que está escrito amigo, por favor has sufrido mucho no te hagas esto. Morirás del dolor, hazme caso y ves. — me decía Adrián abrazándome. Una lágrima comenzó a caer, una tras otra. El dolor era más y más fuerte. Me dolía, pero tenía que rechazarla. Tenía que cambiar la historia, yo quería y quiero a Natalia. —Cariño, por favor. —Natalia también lloraba y suplicaba una y otra vez que aguantara por ella. —¡Natalia por el amor de dios, lo vas a matar! No seas tan egoísta y déjalo. Necesita estar a su lado, tu mejor que nadie lo sabes. Marcos ha pasado por una pesadilla toda su vida y ahora que puede ser feliz lo vas a romper. ¡Déjalo ir joder, tú también encontrarás a tu mitad! Después cuándo lo encuentres ¿qué coño harás? Dejarlo tirado, irte y ser feliz. —Adrián cada vez chillaba más y más y eso no ayudaba nada la situación. —¡Estoy hasta los cojones de la leyenda, de las normas y de lo que está escrito! Escribiremos nuestra historia nosotros dos, no una puta leyenda, joder. — chillé de la desesperación. —Gracias cariño. —decía Natalia abrazándome. —Haced lo que queráis, pero yo no quiero ver como te destruyes tu y a la vez a esa pobre chica. — Se giró y se fue dando grandes zancadas.
Noté como la tristeza se inundaba en todo mi ser, le estaba pasando algo. ¿Qué hago? Tenía una pelea interna que intentaba ganar, pero me era imposible. Tal era las ganas de verla que aparté a Natalia y entre llantos seguía chillando mi nombre, lo siento cariño solo necesito verla. No entré a la cafetería, pero a través del cristal pude ver como estaba en el suelo llorando desconsoladamente, estaba ese chico y le abrazaba. —Marcos vámonos, por favor. — Hice caso omiso y seguí viendo como cada vez estaban más cerca y las personas que estaban allí se acercaban para ayudarla.
Estaba tan indefensa, con la mirada perdida. Quise entrar, mirar sus rasgos y conocerla. Pero estaba Natalia allí, no podía hacerle eso a ella. Con todo mi dolor le miré por última vez y mientras otra lágrima caía por mi rostro me fui de allí, cuándo lleguemos a casa de Natalia necesité estar solo. No pude estar mucho tiempo ya que mi teléfono comenzó a sonar, miré el nombre que aparecía en el. Era Adrián está enfadado, pero se preocupa por mí. —¿Estás bien? — estaba nervioso. —No, siento una angustia terrible. — Casi no podía ni respirar de las ganas de llorar que tenía otra vez, no podía más. —Si quieres ir tras ella no seas idiota, ves. — Como si de una orden fuera me levanté, colgué la llamada y salí de la habitación de Natalia. Me miró con cara de pocos amigos al ver que cogía mi maleta y salía de su casa sin decir nada, fui hasta la cafetería para ver si aún estaba allí.
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Tienes 365 días para enamorarme
RomanceEllos dos estaban destinados desde un primer momento, el problema era que no sabían uno del otro. Ana tiene dieciocho años y es de España, una dulce chica que decide cambiarse de ciudad y comenzar a vivir sola. En su nueva ciudad conocerá a mucha ge...