3 • La tormenta

92 17 7
                                    

C

La tormenta era fuerte. Los empleados cerraban las puertas ya que la lluvia hizo un pequeño río en la calle y era peligroso caminar por ahí. Así que tendrían que esperar a que la tormenta terminase.

"La señal es una mierda" dijo alguien de la cafetería.

Por la radio habían dicho que no salieran hasta que pasara la tormenta así que ahora esos adolescentes estaban encerrados en el local.

Pero ellos no sabían con quién.

"Calma, queridos clientes, por la tormenta la casa invita un café y el acompañante que quieran. Mantengan la calma, la tormenta no durará mucho." El gerente sonrió para luego volver a su puesto suspirando. Estaba nervioso porque sabía que esa tormenta era para rato.

Los meseros fueron a llevar los cafés y a preguntar con que lo querían acompañar.

"Un pie de limón porfavor" pidió la pelirroja.

Stacy y Diana pidieron tortas de chocolate.

"Cuando salgamos de aquí iré con mi tío. El podrá verificar si la sangre es de Padme y si tiene huellas dactilares. Mientras tanto ustedes pueden interrogar al chico que tenía sangre." Diana estaba decidida a encontrar al asesino.

Lo que ellas no sabían es que en la mesa de atrás alguien escuchaba su conversación.

El mesero dejo sus bocadillos y se fue con una sonrisa forzada. "Odio la lluvia" pensó este.

Stacy tomaba café, Diana comía de su torta y Beth veía la lluvia.

Una silueta al lado de su mesa las asustó al punto de que la rubia derramó su café.

Agarró servilletas y limpió el líquido derramado. Beth le ayudo un poco incómoda por la mirada de la persona.

"Mierda" Diana llevo su mano a su pecho tratando de calmar su corazón acelerado, y guardo la navaja en su bolso.

Estaba medio oscuro pero pudieron ver qué era un chico.

El sonrió falsamente y actuó, se le daba bastante bien.

"¿Me puedo sentar aquí?" Las respuestas que recibió fueron diferentes. Beth dijo que si, Diana que no y Stacy se mantuvo callada mirándolo. Beth y Diana se miraron entre sí.

"¿Necesitas algo? ¿No? Entonces piérdete idiota." Dijo la castaña desconfiada y fría.

El chico se quedó callado y se fue a sentar a su mesa. "Estúpida" pensó.

Beth miro mal a Diana. "Eso fue grosero" la pelirroja se cruzo de brazos, era bastante educada y habría dejado que se sentara con ellas.

Eso habría sido un gran error.

Diana se limitó a rodar los ojos y seguir comiendo.

La tormenta no paraba. Y estaban empezando a pensar que tendrían que dormir ahí.

Pero no fue así, poco a poco la lluvia se fue calmando llegando a solo una llovizna. El café se empezó a vaciar y entre la multitud de gente, Diana no se dió cuenta de que la navaja se cayó de su bolso. Haciendo un gran tintineo, no obstante, antes de que ella pudiera recogerla los adolecentes hartos de estar encerrados la empujaron y ella no pudo recuperarla.

Pero el chico si. Y la agarró con una pequeña sonrisa. Salió de último coleandose entre la gente y cuando Diana se regresó a buscarla, no estaba. Ella se desespero y se llevo las manos a la cabeza.

"¿Que paso?" Preguntó la rubia.

La castaña estaba molesta. "Tonta tonta tonta" se regaño mentalmente. Lo bueno era que ella había agarrado una muestra de sangre aparte.

Pero las huellas ya no las tendría.

Gruñó.

"Oigan ¿porque no salen? Diana, que paso." Beth se acercó a la castaña y la sacudió.

"La navaja ya no está"

El chico sonrió y se fue a su moto, arrancó y manejo hasta su apartamento. Al llegar dejo sus llaves y su casco en el mesón y fue al baño a lavar completamente la navaja dejándola reluciente.

Y libre de huellas.


OccidendumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora