Capítulo 4: Sangre

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Gwen Stacy se encontraba en el interior del departamento de Matt Murdock y Karen Page

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Gwen Stacy se encontraba en el interior del departamento de Matt Murdock y Karen Page. La viuda de Peter bebía una tasa de té en la pequeña mesa del comedor.

—¿Recuerdas el incidente con el clon? —preguntó Matt, el cual se encontraba de brazos cruzados y sumamente serio.

—Sí —respondió Gwen.

—El clon fingió su muerte y se fue a vivir su propia vida —dijo Matt—. Pero, al enterarse de la muerte de Peter, volvió. Decidió honrar su legado.

—¿C-Cómo lo sabes? —preguntó con cierto temor.

—¡Ben! —exclamó Matt tras dar un largo suspiro.

Unos pasos se escucharon en dirección al comedor. Gwen sintió su corazón querer saltarle del pecho cuando vio a aquel sujeto de cabellos rubios y ojos claros.

—Hola, Gwen. Me llamó Ben Reilly, y soy el clon de Peter.

En ese momento, Gwen se desmayó.

—Gwen, ¿estas bien? —preguntaba Karen mientras la mencionada abría lentamente los ojos.

—Creí... Creí ver al clon de Peter —exclamó Stacy.

—Sobre eso...

Gwen observó sobre el hombro de su amiga a Ben, sumamente nervioso.

—Esto no puede estar pasando —exclamó Gwen mientras recostaba su cabeza sobre el cojín del sillón.

—Gwen, debes tranquilizarte. Piensa en el bebe —dijo Karen.

—Eres tan parecido a él —dijo Gwen, con los ojos cerrados—. Eres idéntico, salvo por el pelo.

—Yo... Lo lamento —dijo Ben.

—Peter siempre me dijo que no terminaba de creer que hubieras muerto —confesó Gwen—. Tenía interés en investigar si estaba en lo correcto, pero tenía miedo de como reaccionarias si te encontraba.

Gwen se sentó en el sofá, observando fijo a aquel hombre. Finalmente, suspiro pesadamente y con notable melancolía.

—Él estaría feliz de que tú hayas tomado su manto.

En otra parte, el intenso ruido de sirenas retumbaban por todo el lugar. En el suelo, un hombre alto, rubio y musculoso se retorcia del dolor al mismo tiempo que luchaba para arrastrarse. Su cuerpo estaba lleno de rasguños, y una sustancia negra se desprendía violentamente de este.

—Primero la araña, y ahora tú —exclamó Carnage, con una sonrisa retorcida—. Estoy de racha.

—Maniático bastardo —gruñó furioso el hombre herido.

—Me parece que te dejaron solo —afirmó el asesino mientras veía aquella masa negra alejarse rápidamente—. Morirás aquí, Brock.

—Vete a la mierda, Kasady.

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