Capítulo 5 [Final]

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Sus ojos heterocromáticos miraron la silueta que dormía pacíficamente a su lado. Un largo cabello negro con destellos azules esparcidos por las almohadas, un rostro pacífico que mantenía los ojos cerrados. Era sin duda una mujer muy hermosa.

Había matado a varias mujeres a lo largo de su vida, siendo la primera aquella que lo trajo al mundo. Esa mujer le hizo tanto daño que había provocado una adicción al miedo y se dedicó a matar a varias prostitutas. Seguía sin estar arrepentido de sus acciones antes, pero era consciente de sus actos y había dejado el horrible acto de tomar una vida luego de la derrota de Heracles.

Sus ojos viajaron entonces a la mano de aquella bella mujer, quien tenía una hermosa sortija de plata en su dedo anular izquierdo. Brillaba suavemente con los rayos de sol que se colaban por su ventana. Esa mano estaba recostada sobre su vientre, el cual estaba tiernamente hinchado y ponía una distancia bastante amplia entre él y su esposa.

Suspiró. Con sus propias manos él había retirado el útero de una mujer en aquel último y atroz asesinato, y ahora su hijo estaba resguardado en el útero de su madre, el cual Jack protegería a costa de su propia vida. A veces se sentía indigno de tocarlo, después de las atrocidades que había cometido.

Jack volvió a mirar el rostro de su esposa, quien ya había abierto los ojos y lo había atrapado mirando con concentración su vientre.

— Sabes que puedes tocarlo, Jack. Aquí está tu hijo después de todo— dijo la italiana con una voz suave, mientras su mano izquierda acariciaba el bulto en su vientre.

Jack suspiró de nuevo y sonrió, acercándose al vientre de Galilea para tocarlo suavemente, sintiendo las leves patadas de la pequeña criatura ante las caricias de su progenitor.

— Él está muy inquieto— Galilea rió al sentir las patadas.

— ¿Cómo estás tan segura de que es él?

— Mis instintos de madre me lo dicen—. Una melodiosa risa salió de sus labios.

La humanidad había ganado el Ragnarok, por lo cual la humanidad iba a sobrevivir mil años más antes de la siguiente decisión de los dioses de si dejarlos vivir o morir. Los dioses habían reconocido la valía de los humanos durante aquellas duras peleas que costaron vidas de ambos bandos.

A los humanos ganadores se les había cumplido una petición debido a su victoria contra los dioses. Algunos lo rechazaron, otros pidieron lo que más deseaban y, en el caso de Jack, él deseaba quedarse al lado de Galilea Galilei.

Ambos habían vuelto a la época de Jack, ya que Galilea sabía que su trabajo en la ciencia había terminado y era turno de más científicos de seguir un legado mejor que el suyo, pues ya su trabajo estaba completo, y aceptó vivir unos siglos más adelantados a su época. Su esposo le había enseñado bastante bien las costumbres y las modas, también el avance tecnológico de su tiempo. La científica estaba bastante maravillada y sabía que en el futuro, mejores cosas estaban por venir.

— Todavía es muy temprano, cielo. Puedes seguir durmiendo, yo me encargaré de la panadería— dijo Galilea mientras se levantaba de la cama compartida con Jack.

— Mi dama terca. Siempre trabajas incluso cuando estás en una condición tan delicada.

— Estoy embarazada, no enferma, Jack.

— Igual no puedo dejarte hacer el trabajo sola. Déjame ayudarte.

Ambos habían construido su hogar, así como un pequeño negocio. Era una panadería pequeña. El primer piso era la panadería y el segundo era su cálido hogar. No eran personas adineradas, pero ganaban lo necesario para poder mantenerse.

Esto se había logrado dado al usual trabajo de Jack como un bartender y el trabajo de Galilea, quien poco después de haberse instalado en el pequeño hogar de Jack, había decidido trabajar en una tienda de antigüedades. No eran trabajos que tuvieran buena paga, pero con el paso del tiempo habían reunido lo suficiente para abrir su negocio.

A Galilea le gustaba la idea de hornear, aunque nunca lo hubiera hecho anteriormente, por lo cual, antes de abrir su local, ambos habían aprendido a hornear después de su trabajo, lo cual muchas veces resultó en desastre.

Jack miró a su esposa, quien hablaba con la única empleada de la panadería. La mujer se dedicaba a la prostitución por necesidad, pero Galilea le había ofrecido trabajo una noche de aquellas, sin prejuicios del oficio que aquella mujer de cabello castaño había ejercido durante varios meses.

Se perdió en sus pensamientos, hasta que Jack notó que su esposa miraba al exterior del escaparate. Allí afuera, había un niño con la ropa un poco sucia, que miraba los panes a la venta con gran deseo de comida. Al ver a aquel niño, Jack se vio a sí mismo hace muchos años atrás.

Galilea, quien llevaba una bandeja en sus manos con panes que iba a mandar a Hannah a poner en el mostrador, se dirigió al exterior del local. La mujer tenía una sonrisa maternal en su rostro, mientras el niño la miraba con un poco de miedo de la reacción que tendría y fue hasta que la italiana le extendió la bandeja, que su pequeño cuerpo dejó de temblar.

— No tengo nada para pagar por esto, señora— dijo con timidez el niño de cabellos castaños algo sucios.

— No necesitas pagarme nada. Adelante, toma lo que necesites— dijo con suavidad Galilea, mientras seguía extendiéndole la bandeja.

— ¡Muchas gracias, señora! — exclamó el pequeño, tomando unos tres panes para salir corriendo con una gran sonrisa y sus ojos brillantes.

Jack la miró. A él jamás le habían importado los maltratos de la gente cuando buscaba comida en la basura, pero ver a Galilea hacer aquello por un pequeño hambriento, había sido bastante impactante para él. Galilea generalmente, si al final del día había sobrado pan, se aseguraba de repartir aquellas sobras a aquellos que lo necesitaban. De hecho era la primera vez que ofrecía pan fresco a alguien y a plena luz del día.

Un suspiro salió de sus labios. Sin dudas, ella era una de las almas con los colores más puros que había conocido jamás.

The end.

El color en ti [Jack The Ripper / Shuumatsu no Valkyrie Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora