Capítulo 3

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No sabía qué pelea era la que seguía y tampoco es que estuviera interesado en ello. El estar entre el público, apoyando a la humanidad parecía ser poco probable dado al rechazo que la humanidad sentía hacia su persona. Tampoco podía culparles luego de todo lo que él representaba y lo que había hecho antes. Incluso cuando peleó por la humanidad, el ser rechazado ya era algo natural.

Sus ojos se dirigieron a la dama sentada al otro lado de la mesa, quien tarareaba mientras con un telescopio examinaba las estrellas desde una ventana. El hombre británico tomaba té con calma, sin poder apartar esa mirada bicolor se su compañera. Galilea de vez en cuando alejaba la vista del telescopio para tomar algunas notas. Tenía las manos levemente manchadas de tinta y un desorden de papeles.

— ¿Hay algo que te resulte interesante, Jack? —preguntó la italiana con esa voz suave y maternal, pero sin apartar la mirada de sus notas, eso por unos segundos hasta que miró al hombre y sonrió de manera gentil — ¿Es raro verme trabajar?

— Más que raro, lo encuentro maravilloso, señorita Galilei. Se nota lo dedicada que es a su trabajo— comentó el varón, dejando la taza sobre el pequeño plato que le hacía juego.

En ese tiempo juntos, se había acercado más a ella de lo que se había acercado a alguien más. Era una mujer interesante; además de esa gentileza y maternidad que la identificaban. Fue gracias a ella que Jack se dio cuenta de que tenía un corazón capaz de sentir. Sus colores tan brillantes y sinceros lo maravillaban, pues era como ver el sol, y tenía la sonrisa más luminosa y hermosa que haya podido ver jamás.

De pronto, escuchó una melodía a violín comenzar a sonar. Era una melodía suave, relajante y que reflejaba pureza en su máximo esplendor, era como escuchar a Galilea. Miró de reojo la fuente de ese sonido, notando a un hombre vestido a la moda del rococó tocando un fino violín. Galilea también volteó, sonriendo encantada por la melodía.

— Ah... Lamento interrumpir— dijo el hombre de peluca blanca —. Es sólo que no he podido resistirme a tocar la manera en la que suena esta dama. Sin dudas es un sonido hermoso el que usted transmite, mi señora.

— Oh, me halaga, mi buen señor— Galilea mantuvo aquella amable sonrisa en todo momento.

— Mi nombre es Wolfgang Amadeus Mozart, es un placer conocerla, señora Galilei.

— Muchas gracias, señor Mozart. Es sin duda un honor que haya representado esa melodía.

Fue cuando el hombre de peluca vio a Jack, quien no se había movido en lo absoluto. Mozart los miró a ambos y sus ojos se iluminaron ¡Esos dos formaban una melodía tan armoniosa y maravillosa! Era como escuchar a los angeles cantar alrededor del Ágape. Casi que se había puesto a llorar al escuchar esa armonía.

— Oh, cielos. Parece muy conmovido, señor Mozart— Ella comentó.

Jack pudo ver un color claro, pero muy intenso debido a la fuerza de ese sentimiento. Sin dudas el austríaco estaba conmovido mientras lo observaba a él y a la científica.

— Ustedes dos...  Puedo escucharlo— Mozart juntó las manos —. Es un sonido maravilloso.

El tomó el violín para interpretar el sonido que percibía. Ese sonido tan mágico y que había logrado conmover a uno de los mejores compositores del mundo. Incluso su interpretación en violín no parecía hacerle justicia al verdadero sonido.

Al escuchar aquella pieza, el asesino británico se mantuvo en silencio, mientras sentía algo removerse en su pecho para comenzar a replantearse algo que había estado dudando. Una duda que, al él no poder comprenderla, Galilea tampoco había podido leerlo.

Jack se hundió en a pensamientos, mientras la melodía deleitaba sus oídos. Incluso llegó a reproducirla en su mente, sin notar los aplausos de la mujer y cómo el compositor había abandonado el lugar.

— Jack... Jack...

La suave voz de la italiana lo despertó de su esoñación.

Los ojos de Jack y Galilea se cruzaron. Él mantuvo un rostro tranquilo, mientras que la científica sonreía. Ella extendió ambas manos, manteniendo aquella dulce y gentil sonrisa sobre sus labios. El varón tomó sus manos.

Ese color... Ese color ¿Realmente ella...?

Estaba sorprendido de saberlo. Ese color tan puro y sincero ¿Por qué no se lo había mostrado antes? Parecía estar escondido entre tanta gama de colores positivos que pasó desapercibido, pero ahora era muy claro para él.

El color era tan puro como el de Heracles, pero tenía una inclinación diferente ¿Por qué él de todos los hombres a los que ella haya podido conocer? Él había matado a sangre fría y de manera brutal a 5 prostitutas, solamente porque quería ver el color del miedo.

Y allí estaba Galilea, mostrándole el color de un amor puro y sincero. No era el de una madre a su hijo, o el de Heracles hacia la humanidad, sino la clase de amor que una mujer tendría por un hombre. Era nuevo y sorprendente verlo dirigido hacia él, tanto que parecía irreal ¿No estaba soñando? ¿Aquella dama realmente era Galileo Galilei y no sólo un producto de su desequilibrada mente?

— ¿Por qué dudas? — preguntó suavemente la italiana mientras le miraba. Su sonrisa había desaparecido y sus ojos reflejaron cierta tristeza —. Sabes que es sincero ¿Por qué dudas?

— Lamento ser el causante de que su sonrisa se esfumara, mi señora— Sintió la cálida mano de la mujer sobre su mejilla, en una caricia —. Dudo porque temo herirla. He asesinado a muchas mujeres antes, solamente porque deseaba ver el color de su miedo ¿Cómo podría permitirme estar con una mujer luego del daño que le causé a varias?

— Has cambiado, Jack. Lo sé, tú lo sabes. Desde tu batalla con Heracles no has sido el mismo. Tu corazón es humano y es capaz de sentir— Aquella voz suave y comprensiva le trajo calma —. Este tiempo que hemos compartido me ha hecho apreciar más ese cambio y conocer al Jack que estaba oculto antes de aquella batalla— Lo miró a los ojos —. Jamás justificaré lo que hiciste, pero no mereces menos amor por eso y puedo apreciar el cambio en ti.

Justo como su primera interacción, la mujer tomó la mano del hombre y la puso sobre su cuello. No titubeó ni vaciló, mientras aquellos zafiros se mantenían fijos en los orbes ajenos.

— ¿Me harías daño? — preguntó ella.

Jack miró la mano en el cuello de la mujer, recordando el color del miedo en sus víctimas. Ese color que había sido tan adictivo para él desde el día que asesinó a su madre. Con sólo apretar su mano, él podría ver de nuevo ese color. No lo hizo. Aquella mano abandonó su cuello para posarse en la mejilla de la científica.

— No puedo hacerte daño— Sus palabras fueron honestas.

Miró aquella suave y gentil sonrisa nuevamente formarse sobre los labios de la mujer. Galilea posó su propia mano sobre la de él, sabiendo bien que él estaba siendo honesto con ella.

— ¿Me permite? — dijo el hombre tomando la mano libre de la mujer y acercándose a ella.

Galilea sonrió y asintió. Y acercándose un poco más, finalmente pudo sentir los labios ajenos sobre los propios.

El color en ti [Jack The Ripper / Shuumatsu no Valkyrie Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora