Capítulo 36

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Los conciertos en Miami debieron ser la epitome de la extravagancia

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Los conciertos en Miami debieron ser la epitome de la extravagancia. Hubo tantas luces, globos y fuegos de diferentes colores en el escenario que casi quedó ciego, aunque sus tomas resultaron realmente preciosas. Más tarde Melissa le explicó que la inversión para algunas de las fechas estadounidenses fue mayor debido a que se trataba de ciudades excéntricas y debían mantenerse acordes.

Por eso cuando el show acabó y subieron al tour bus para llevarlos devuelta al hotel no pudo evitar pensar que la persona descansando en el sofá lucía totalmente acorde con la ciudad. La mujer con el cabello rosa cayendo en ondas tras sus orejas debía tener un par de años más que él, pero sin duda alguna lucía más atrevida e intrépida con su vestido azul apretado sobre su piel besada por el sol, sus sandalias de playa y sus grandes aretes de plata.

Toda palabra que quiso pronunciar murió en su boca y se aferró instintivamente a la mano de Shoto, después de todo, la mujer no dejaba de ser una extraña que subió al bus sin darles una advertencia y temió por eso.

Sin embargo en cuanto ella soltó un pequeño chillido alegre y Kirishima dio un paso al frente estirando sus brazos para abrazarla mientras la alzaba por sobre el suelo, sus neuronas hicieron conexión y comprendió todo.

Esa hermosa y exuberante chica se trataba de Mina Ashido, la salvadora de Kirishima y una antigua amiga de todos.

—¡Kiri, me aplanarás los pulmones! —Ella exclamó dando pequeños golpes en los hombros de su amigo mientras pataleaba—. ¡Ya bájame!

Kirishima soltó una carcajada antes de bajar a Mina. Ella acomodó su cabello con gracia y se inclinó sobre la punta de sus sandalias para besar sus mejillas.

—Esa es su actitud habitual, no temas de ella. —Todoroki le dio un ligero apretón a su mano para brindarle seguridad.

Una vez Kirishima recibió la cantidad necesaria de besos, Ashido se giró sobre sus talones y se apresuró hacia Todoroki con las mismas intenciones, pero el cantante evitó su cercanía poniendo un dedo en su entrecejo.

—¡Oh, vamos! ¡Déjame saludarte como se debe, Todoroki! —Ashido rebotó haciendo pucheros—. ¡No te veo hace mucho tiempo!

—Hola, Ashido. Creo que ese es un buen saludo y sin necesidad de pintar mi cara con tu labial.

Midoriya pensó que esa era una forma muy brusca de tratar a una chica, pero Ashido no pareció mortificada, solo soltó una pequeña risa campante y desistió de besar a su amigo. Midoriya pudo sentirse aliviado... al menos hasta que sus brillantes ojos miel se detuvieron sobre él.

El silencio que se formó en el bus comenzó a calarle en los huesos, o al menos su ansiedad lo hizo parecer así.

—Oh, ¿una cara nueva? —Ashido se acercó rápidamente para examinarle de cerca, como si fuese un pequeño conejillo de indias en un laboratorio—. ¡Soy Mina Ashido! ¿Y tú?

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