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~Karma~

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~Karma~

A pesar de que la mañana esta iluminada por el sol, el frío otoñal  hacía presencia, la temporada anunciaba que el invierno pronto llegaría y que el mejor plan sería utilizar una buena bufanda con guantes de lana para no pescar un fuerte resfriado antes de la noche de Halloween.

–Ten – lanzó la señora del bar con la cara arrugada del fastidio, no era novedad que no le gustará atender a los estudiantes de una bonita manera, pero ese es el único lugar para comprar y nos teníamos que aguantar la hostilidad de su carácter.

–Espero nunca visitar Gruñolandia – susurré con las cosas en la mano, blanqueando los ojos.

Una funda grande de Doritos, dos gaseosa y un maní de dulce eran los productos patrocinados por mi monedero de vieja —nombre que le puso Luna— para no morir de hambre camino al museo.

Ella jugaba con la tira de su mochila, un bolso azul que llevaba a todo lados; me gustaba su parte delantera, en 4to curso habíamos dibujado con corrector en uno de sus bolsillos —una luna menguante, la L y la G— Terminaron siendo adornadas con patitas de perro y orejas de conejo por todas partes.

–¡Tengo todo listo para no morirnos!– apunté a las cosas con una sonrisa. Debíamos estar en la parte tracera del colegio hacía unos veinte minutos, pero hubieron percances importantes —si comprar comida e ir al baño se le puede llamar así— que nos hicieron desviar del camino principal.

–Cinco libras a que nos dejaron– sacó del bolsillo, su sonrisa era burlesca y sus ojos azules miraban atentos.

–Tan bella– hablé con sarcasmo, busque cinco libras más, pronto quedaría en banca rota, lo bueno es que ya estábamos viernes y la siguiente semana era mí turno en la pastelería. –Cinco a que siguen ahí.

Cómo si se me fuera la vida en ello, pasamos de un lado a otro, cruzando todo Hogwarts, su estructura antigua hace que los pasillos sean obscuros, largos y de piedra lisa, que si la suela de tu zapato no tiene bordes para adherirse, te vas patinando cual pista de hielo.

En una de las esquinas, Luna, giró con tanta fuerza que resbaló, su caída fue graciosa y si hablamos de su cara... ¡Fue la mejor!, una mezcla de espanto y un gesto de mierda ayudame.

Me aferré a mí estómago lanzando carcajadas sueltas por doquier como un rociador, el dolor y las lágrimas no tardaron mucho en asomarse.

Cuando me calme le tendí la mano para que se levantará, acomodó su falda, tomó una bocanada grande de aire, me lanzó su mirada molesta de: Existen las leyes del karma, joven y siguió.

Nuestra meta estaba cerca, a lo lejos se veían las rejas abiertas de la entrada y buses amarillos pasaban frente a mis ojos.

–¡Dame esas cinco libras amiga!– cantó feliz como lombriz de agua puerca, alzó su mirada para verme, yo realmente era presa del pánico – Bien...tenemos dos opciones – rasco su barbilla  – Uno: nos vamos a casa con la consecuencia de que si pasan lista y notan que no estamos nos manden una convocatoria para traer representante – a eso aporté una mirada aterrada – O dos: tomamos un bus y les encontramos allá. – intentó sonar lo menos agobiada posible.

Por Una Apuesta Y Un Mal Entendido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora