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~Favores~

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~Favores~

Regresaba de la casa de Hermione, esperaba que todo se haya acabado pues di como tres vueltas su calle para matar el dichoso tiempo que tuve en esa invitación fraternal.

¡Tragame tierra y escupeme en Ámsterdam!

¡Fue el momento más incómodo que presencié! ¡Por la tanga de Merlin, quede totalmente como tonta!

Miré la manga de mí blusa, está morada del relleno y mis cachetes se volvían a calentar cada que recordaba mí estúpida acción, suspiré al llegar y abrí la puerta, ya nadie ajeno estaba en la sala a excepción de mamá que limpiaba la vajilla y la dejaba a un lado para que se secara.

–Estoy en casa.

–Ginny querida, Arnold a estado aullando desde hace rato, parece que extraña estar con la protectora – me miró burlesca – ¿Qué te pareció la comida, amor?

–Que puedo decir mamá – Caminé hacia ella – diría bien si no fuera por esto – apunte a la gran mancha que tenía.

–Solo a ti se te ocurre comer con los codos – sonrió poniendo sus manos en su cintura gordita – guarda eso Ginny, por favor.

–Si señora – tomé los platos – ¿Por qué los invitaste? – aventuré a preguntar estando en el perchero.

–Sirius ayudó a tu papá moviendo el carro, no quería prender y nos quedamos justo frente a la casa de la señora Bond.

–Ya veo – agarre el resto – son guapos ¿No?

–¿Quienes los vecinos o la familia Bond?

–Mamá por favor la señora Bond solo tiene un hijo que es cuarentón con barriga cervecera.

–¡Ginny!

–...Mamá – Rode los ojos – Pero papá lo dice todo el tiempo y a él no le dices nada – tomó uno de los trapos de la cocina y me pegó en el brazo, yo me aleje con la sonrisa de superioridad que aprendí de Bill – ya no tiene los mismos reflejos cuando era joven señora Weasley.

–No tentes al diablo Ginny – se puso de espaldas – ya no estoy en edad para hacerlo – cruzó los brazos.

–¿Qué pasó mami?– pregunté con voz infantil – Te vez joven, como de quince.

–¿Enserio hija mía?– juntó sus manos a su cara.

¿Qué... si tiento al diablo?

–Pero de la segunda vuelta – Reí sonoramente, ella cambió su gesto a uno más serio. Olvidé que aún llevaba el mantel.

–¡No te burles de tu madre Ginevra! – volvió a pegarme repetitivas veces sacándome de la cocina mientras reía.

De las escaleras le mandé un beso volado el cual esquivó y luego grite buenas noches para subir a mí cuarto acostarme en mí camita acurrucarme con mis cobijitas y dormir.

Por Una Apuesta Y Un Mal Entendido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora